Innovar, sí; respetar, siempre
La galardonada práctica canadiense AtelierCarle, fundada y dirigida por Alain Carle, es la responsable de Norm, una deliciosa residencia privada cuyas impolutas líneas maestras e intrínseca elegancia, la han convertido en uno de los símbolos arquitectónicos de una de las ciudades más antiguas y ciertamente, pintorescas, de la provincia de Quebec.
«La ciudad de Baie d’Urfé, situada en el extremo sur de la isla de Montreal (Canadá), fue fundada en el siglo XVII para proteger a los ciudadanos de Montreal de las invasiones provenientes del sur. Poblado principalmente por agricultores asentados a lo largo de la orilla del río San Lorenzo, el pueblo fue expandiéndose gradualmente hacia el interior de la isla, y no fue sino hasta después de la Segunda Guerra Mundial que esta zona adoptó la apariencia de un suburbio más tradicional, con la aparición de casas prefabricadas, construidas en lotes derivados de la subdivisión de tierras agrícolas. El trazado de las calles se organizó entonces en torno a ejes principales siguiendo un patrón ortogonal, y calles secundarias con un diseño sinuoso que generalmente sigue la topografía irregular del sector. La vegetación es densa y madura, lo que otorga un ambiente natural a esta zona suburbana. La sinuosidad del trazado de las calles provoca que las múltiples fachadas de las residencias sean a menudo visibles desde varios puntos de la calle, lo que afecta la privacidad de los habitantes. Esta característica, propia de este suburbio, presentó un desafío adicional en comparación con los típicos suburbios norteamericanos, que siguen un diseño ortogonal con una única fachada visible. Así, el punto de partida de esta transformación buscaba reconfigurar esta arquitectura prefabricada, no como un producto industrial que se compra como un bien de consumo, sino como una arquitectura que se diseña en función de la calidad específica del lugar», comenta Carle.
En este contexto, repleto de claroscuros, contradicciones y particularidades, la gente de AtelierCarle no solo debía ser capaz dar forma a un volumen eficiente y funcional para una familia promedio, debía hacerlo espectacular. Doblegando los lineamientos estéticos inherentes de la región pero sin romperlos. Nutrirse de ellos, reinterpretarlos y plasmarlo con ingenio y buen gusto… Y como podemos ver, lo consiguió.
«La antigua estructura sobre la que se edificó carecía de una consideración real de su contexto. Implantada de manera aleatoria en medio de un lote con una ligera pendiente orientada hacia el sur, la residencia dejaba la parte más soleada del terreno para el garaje, mientras que las áreas habitables estaban orientadas al norte. Desde el exterior, el diseño de los volúmenes solo mostraba una puerta de garaje desde la calle, y el acceso peatonal era casi invisible desde allí.
La nueva configuración de los espacios inscribe ahora la casa en una relación más explícita con el paisaje. Al reordenar completamente el programa, redefine una conexión unificada con respecto a los diferentes volúmenes arquitectónicos que se abren hacia elementos paisajísticos específicos del lote. Las vistas desde las nuevas aperturas ahora se orientan hacia árboles o conjuntos naturales específicos, al cielo o al suelo, para desviar la atención de los edificios cercanos. El diseño de los espacios proporciona así a los habitantes una mayor conexión con el paisaje en un sentido amplio y otorga a la casa una cualidad de aislamiento visual respecto a las construcciones vecinas».
El resultado no esta cosa que genial. Superficies diáfanas de principio a fin, del derecho y del revés… son la armoniosa tónica de cada aun de las estancias. Éstas se ven reforzadas por las cuidadas geometrías logradas con la superposición de estructuras, mobiliario, medias alturas y aberturas. Magnífico.
La nota final es para la habitación de los más pequeños. Una suerte de litera empotrada que a modo de cuevas, buscan aportar cobijo, seguridad emocional y diversión a sus ocupantes.