El segundo más grande de Europa
El puerto de Amberes, que con 12 kilómetros de muelles es el segundo más grande de Europa después de Rotterdam, estrenó hace unos meses nuevas oficinas portuarias. Un proyecto de la ya fallecida arquitecta anglo-iraquí, Zaha Hadid, que junto a su socio Patrik Schumacher ganó en 2007 el concurso convocado por el puerto de la ciudad belga para alojar en un único edificio las antiguas oficinas —que originarias de la década de 1990 se habían quedado ya obsoletas— y todos los servicios técnicos y administrativos del puerto. Una intervención que, situada Isla de México —emplazamiento que favorece la construcción sostenible al permitir que los materiales y elementos de construcción sean transportados por agua—, rehabilita, amplía y convierte una estación de bomberos abandonada en las nuevas oficinas de 500 trabajadores que hasta entonces ocupaban edificios dispersos por la ciudad.
Rodeada de agua y completamente acristalada
Convertida en el umbral de acceso entre la ciudad y el puerto, la nueva sede respeta —según exigían las bases del concurso— el edificio existente, sobre el que «flota» una futurista estructura que deja intactas las fachadas originales. Una extensión elevada, que inspirada en la torre incluida en el diseño original de la estación de bomberos —la cual nunca llegó a construirse—, apunta su «proa» hacia el río Escalda, conectando el edificio con el río en torno al cual se fundó la ciudad. Rodeada de agua y completamente acristalada, la fachada del nuevo volumen se convierte en un espejo sobre el que se reflejan las olas y los tonos cambiantes del cielo de Amberes. Una piel curva y ondulante, que más plana hacia el Sur y tridimensional al Norte reinterpreta el apodo de Amberes, de «ciudad de los diamantes», y alternando piezas triangulares transparentes con otras opacas permite la entrada de luz natural a un interior donde se aseguran unas óptimas condiciones de trabajo.
Un espacio en movimiento
Dentro y cubierto con un techo de vidrio, el patio central de la antigua estación de bomberos se ha transformado en el área de recepción de las nuevas oficinas, desde donde parten los ascensores panorámicos que dan acceso a la nueva extensión. Los requisitos del cliente, que quería «un espacio en movimiento» se materializan en un restaurante, salas de reuniones y auditorios, situados todos ellos en las plantas altas del viejo edificio y las bajas de la nueva extensión, mientras que resto de espacios, más alejados del centro, se reservan para oficinas de planta abierta. A pesar de la dificultad añadida que supone su localización en un edificio histórico, la intervención alcanza los más altos estándares en diseño sostenible, para los que los arquitectos han contado con la colaboración de la consultora de servicios de Ingenium. Además del pozo, que a una profundidad de 80 metros bombea agua a más de 100 puntos alrededor de las oficinas, a las que proporcionan calefacción y refrigeración, el proyecto incorpora un sistema de vigas frías en el viejo edificio y techos fríos en el nuevo, así como detectores de movimiento que minimizan el uso de agua y de iluminación.