Andrea Branzi y la estrategia del rabino. Parte primera

Andrea Branzi (Florencia, 1938), arquitecto y diseñador, vive y trabaja en Milán. Desde los inicios de su carrera participó en los principales movimientos que han dado fama al diseño italiano. Entre 1964 y 1974 formó parte de Archizoom Associati, el primer grupo de vanguardia conocido internacionalmente, cuyos proyectos se conservan hoy en el Centro de Estudios y Archivo de la Comunicación de la Universidad de Parma y en el Centro Georges Pompidou de París; en 1981 fue uno de los fundadores del grupo Memphis. Desde 1967 se dedica al diseño industrial y experimental, a la arquitectura, al diseño urbano, a la docencia y a la promoción cultural. Es profesor asociado en la III Facultad de Arquitectura y Diseño Industrial del Politécnico de Milán.

 

En el complejo y diverso mundo de la cultura y del diseño milanés, Andrea Branzi es, sin duda, uno de los personajes más representativos, y su figura también goza de una gran notoriedad internacional. Su trabajo y su evolución han sido y siguen siendo un punto de referencia cultural imprescindible para muchos diseñadores, sean éstos profesionales consolidados o jóvenes al inicio de su carrera, quienes le consideran un auténtico «emblema de la profesión». Y es que Andrea Branzi ha sabido siempre expresar, a lo largo de todo su recorrido profesional, el espíritu de una cultura del diseño ecléctica y profunda al mismo tiempo, capaz de conjugar la vocación artística con la reflexión social, la capacidad creadora con la transferencia del conocimiento. Su largo currículo está repleto de actividades que abarcan los ámbitos más diversos, desde el diseño aplicado a la docencia universitaria, la organización de exposiciones internacionales, la colaboración con editoriales y revis-tas, la escenografía, los vídeos, los proyectos urbanos y el diseño de tiendas y locales comerciales. Miembro del grupo Archizoom y del grupo Memphis, avanzadillas del diseño internacional, en los años ochenta fundó en Milán la Domus Academy, una de las escuelas postuniversitarias más prestigiosas en el campo de la moda y del diseño, y auténtico laboratorio cultural, que ha contado, y sigue contando, con la colaboración de todas las principales figuras del diseño milanés. En la actualidad Andrea Branzi es profesor asociado de Arquitectura y Diseño Industrial en el Politécnico de Milán, sigue realizando diversas actividades en su estudio y colabora a menudo con la Trienal de Milán en la organización de exposiciones y otras actividades sobre los nuevos protagonistas del diseño italiano, cuyo mundo parece poblarse cada vez más de diseños «mínimos», que reflejan un pensamiento «fluido» muy distante de las visiones globales y dominantes que marcaron el siglo XX. Ese mismo mundo, por otra parte, se corresponde con la idea de una modernidad «débil y extendida» de la que el mismo Branzi ha sido siempre portador y de la que también hablará durante la entrevista. Una cultura que rehuye de esquemas y de corsés interpretativos, y busca sus respuestas a través de un trabajo sobre sí mismo, con la propia historia y la propia tradición.

Andrea Branzi: El carisma y Andrea Branzi. Debo admitir que nunca había pensado en ello, al menos no de manera directa… ¿Cómo quieres realizar la entrevista? ¿Has preparado unas preguntas?

Elisabetta Pasini: No precisamente; o mejor dicho, no he preparado un esquema concreto para la entrevista. Creo que sería más útil y más interesante una conversación abierta. Lo que me interesa estudiar, en cualquier caso, no es tanto, o no sólo, la llamada «personalidad carismática», sino cómo, a través de un proyecto personal que consigue agitar las aguas de un determinado contexto, uno puede convertirse en un punto de referencia. El aspecto interesante del carisma, y también el que más me interesa explorar en tu campo de actividad, podría ser precisamente la posibilidad de que un proyecto individual sea capaz de catalizar la atención y las energías de los demás.

AB: Voy a improvisar una respuesta. En primer lugar yo creo que el carisma es lo opuesto a la autoridad. Es decir, que la autoridad deriva de una función, de un conocimiento especializado, del poseer información, mientras que el carisma, probablemente, se construye de otra manera, hay que reavivarlo constantemente, y quizás tenga que sustentarse, más que en habilidades concretas, en la capacidad de trazar nuevos marcos de valor distintos a los ya consolidados. En el campo de la arquitectura, he de decir que he conocido a muchas personas con carisma, entre ellas a Aldo Rossi (1). El suyo era un carisma intelectual, pero también poseía una de las características típicas de quienes adquieren carisma en el plano intelectual y que consiste en repetir siempre el mismo proyecto. Sin embargo, esta repetición no debe entenderse de manera negativa, sino más bien en el sentido de unas pautas reconocibles en el tiempo, que finalmente alimentan, por así decirlo, la credibilidad de una persona, su «posesión» de todo lo que le rodea. El carisma, pues, no es tanto la capacidad de ser creativo, de improvisar –que quizás también– sino, sobre todo, la capacidad de mantenerse firme, de saber volver siempre a una imagen determinada… como Mick Jagger, que hace siempre el mismo personaje y sin embargo no cansa nunca; al contrario, todos esperamos de él ese personaje, nos gusta reconocerlo. Yo creo que éste es un elemento muy importante. Y es también la habilidad natural de saber encontrar, aunque pasen las situaciones, las tendencias y las épocas, un hilo conductor que va cambiando pero sigue y se repite, como si cosiera un tejido, apuntando hacia una dirección determinada. Esto crea un gran carisma. ¿Quiénes eran los grandes personajes caris-máticos? ¿Los santos…?

EP: Desde luego hay una matriz religiosa en el carisma; la etimología de esta palabra viene del griego kharis, que significa gracia…

AB: Ya, porque también en la religión se da la repetición, es decir, la permanencia de una huella, la capacidad de no dispersarla…

EP: La gracia, además, es también un don que se recibe y que no sólo debe alimentarse, sino también aplicarse para que sea reconocido como tal…

Por ello creo que carisma es lo contrario de autoridad, que es algo que se puede adquirir como también perder…

Quien tiene carisma arrastra, nunca es arrastrado, porque es capaz de imprimir un orden inesperado a las cosas

EP: Porque el liderazgo, que se sustenta en la autoridad, es también una función organizadora y el líder puede ser una figura institucional, ya que en una organización existe una jerarquía bien definida, con unos jefes, unos líderes…

AB: …que tienen poder pero no necesariamente carisma. El carisma lo pueden tener personas que saben crear a su alrededor unos halos, unas aureolas espirituales. Porque repetirse no significa repetir siempre lo mismo, sino repetir algo bajo muchas formas distintas, en épocas distintas y en condiciones distintas; pero siempre existe esa capacidad de orientar los acontecimientos hacia una dirección determinada. Es esto, creo, lo que genera un gran carisma, una gran credibilidad.

EP: ¿Ves, por lo tanto, el carisma como la capacidad de dirigir, de manipular de alguna manera a personas y situaciones, o como una acción, quizás, no consciente al principio, pero que requiere una gran capacidad de interpretar lo que ocurre en el entorno?

AB: No, eso es una consecuencia. En mi opinión el carisma nace de las personas muy indulgentes hacia los demás y muy severas hacia sí mismas. El objetivo de estas personas está dentro de ellas, porque no pretenden explicar a los demás cómo hay que vivir o actuar, sino que se esfuerzan por ser mejores, lo que es una cualidad muy escasa. Por ello resulta fundamental la diferencia entre tener autoridad y tener carisma, porque el carisma tiene un componente fundamental de búsqueda en uno mismo. De ahí que sea reiterativo; tiende a repetir la mis-ma matriz porque trabaja en vertical, no expandiéndose horizontalmente, por lo que es un trabajo profundo en uno mismo, un esfuerzo por ser cada día mejor. Es lo que en general hacen los religiosos, aunque personalmente no he conocido nunca a religiosos carismáticos; pero sí son personas que se ponen constantemente a prueba, tan tolerantes hacia los demás como duros consigo mismos, lo que, en mi opinión, representa la verdadera base antropológica de la autoridad. El jefe no es quien posee más recursos, riquezas o relaciones; la autoridad tiene un fundamento espiritual y se construye sobre este tipo de reiteración hacia uno mismo, que produce gestos inesperados en un determinado contexto, pero que resultan inmediatamente reconocibles y tranquilizadores, y que hacen referencia a un aura, a un halo. Esto es lo que distingue a las personas carismáticas de las que no lo son.

EP: ¿Tiene, entonces, el carisma un componente tranquilizador?

AB: Sí, tiene un componente de reconocimiento capaz de brindar seguridad, pero no es ése el objetivo. Puede tener ese efecto, pero la causa es un largo trabajo sobre ellos mismos; el cuestionarse a ellos mismos, el saber mejorar. Y, después, el saber dar unas respuestas que los demás no se esperan porque, por lo general, las respuestas pertenecen al comercio tradicional. En cambio, de pronto nos llega una respuesta que posee una inesperada capacidad de convencernos. Los personajes carismáticos no poseen simplemente la capacidad de innovar; en el arte, por ejemplo, Picasso tenía carisma, parecía que las cosas que hacía eran siempre distintas, pero finalmente era siempre el mismo cuadro, aunque múltiple. El esfuerzo por hacer siempre cosas diferentes puede así dar lugar a un proceso dinámico, pero genera mucha dispersión. Los tiempos del carisma son largos y sus respuestas son geniales porque se sitúan fuera del contexto, son esclarecedoras.

EP: Es un punto de vista muy interesante. Sin embargo, me pregunto cómo pueden convivir estos dos aspectos, la capacidad de ser reconocidos por un estilo, por un «sello» reconocible, y la capacidad de ser siempre distintos.

AB: Gracias a la capacidad de utilizar ese «sello» en muchas cosas distintas; es la continuidad en las variaciones la que, a la postre, permite al autor construir con todas ellas un corpus que le otorga un gran carisma. Por este motivo sostengo que es carismático quien repite siempre el mismo proyecto, no sólo por los códigos que utiliza, sino también por la calidad de la reflexión y por la continuidad que mantiene en su búsqueda y en las variantes que ésta genera; todo ello, al final, ocupa un espacio que otorga al autor una gran reconocibilidad, incluso a nivel simplemente intuitivo. También los políticos poseen esa cualidad carismática. Los grandes comunistas tenían un carisma poderoso porque tenían una idea y la defendían al precio que fuera. Lo mismo puede decirse de los grandes políticos católicos.

EP: En pocas palabras, se necesita una gran fe.

AB: Sí, aunque sea laica; se trata de personas que se lo juegan todo en ello. Probablemente, el carisma es también una estrategia, quizás inconsciente, a través de la cual uno está tan centrado en sí mismo para mejorar y para crecer en un ámbito muy concreto, que al final los problemas son de los demás. Son personajes que le dan la vuelta a la situación, que no se adaptan al «mercado» de los problemas corrientes, y precisamente por ello sus respuestas son a menudo geniales, porque desplazan el eje de la lógica tradicional y ponen a los demás en dificultad; no se dejan involucrar en los problemas, ni atrapar por las dinámicas habituales, sino que mantienen un estatus ético y cultural propio; sobresalen de la masa y esto les otorga un gran carisma. Son personas que resuelven una situación dando un salto hacia adelante…

EP: Esta visión del carisma como estrategia me parece muy interesante, sobre todo si la relacionamos con lo que antes definías como un largo trabajo sobre uno mismo

AB: Sin duda. En la arquitectura, por ejemplo, quien tuvo un carisma enorme fue Mies van der Rohe (2), que durante toda su vida hizo un sólo proyecto, unos pocos signos fundamentales, reconocibles. Sin embargo, él fue sin duda el mejor intérprete de la complejidad. Su carisma es intocable; después de él se hizo el vacío, es objeto de auténtica veneración. Cuando te mueves en esos niveles de veneración no fallas nunca un golpe… No como los que se afanan en hacer un montón de cosas y que al final se dejan arrastrar por las situaciones… Quien tiene carisma arrastra, nunca es arrastrado, porque es capaz de imprimir un orden inesperado a las cosas.

EP: Uno de los temas que quizás más te gustan y que han influido en gran parte de tu trabajo es la modernidad débil. En el catálogo de la exposición (3) sobre jóvenes diseñadores italianos hablas de creatividad extendida y de movimientos no intencionales sino espontáneos, que crean unas formas de agregación alrededor de algunos objetos que se convierten así en pequeños iconos de esa modernidad. ¿Crees que todo esto tiene algo que ver con el carisma como visión transversal, como capacidad de sorprender?

AB: Sin duda. Para mí esa exposición representó una importante señal de cambio con respecto al siglo XX y a la tradición del «made in Italy», pero no es tan «huérfana» como parece, ya que sobre ella revoloteaba el espíritu de Bruno Munari (4). Munari tenía un carisma que le hacía jugar siempre al mismo juego, siempre en el mismo ámbito, hasta convertir ese juego en un sistema filosófico enormemente sofisticado. Él también diseñaba muy pocos objetos, es más, sus diseños le salían casi por azar, por esa idea de búsqueda sin fin que lo ha convertido en el verdadero gran maestro, en el padre del diseño italiano, sin haber realizado nunca un sólo producto. Diseñó juguetes, pequeños objetos, máquinas, cachivaches, con la plena conciencia de que trabajaba en cosas innecesarias. Ésta es una cosa a la que todos los intelectuales deben enfrentarse. Todos los artistas y todos los creativos hacen cosas inútiles. Lo inútil es una categoría sagrada, no existe ninguna gran civilización que no haya invertido grandes energías en lo innecesario, es decir, en cosas que nadie había pedido y de las que no se entendía su utilidad, como la poesía, la literatura, la música, el arte. Lo inútil es fundamental en la historia humana; todas las huellas del pasado van unidas a cosas innecesarias. La historia de la humanidad no es una historia de tecnología sino de pensamientos, de personas. Bruno Munari poseía esa conciencia, esa capacidad de ser un poco malabarista, de no ser ni sólo un diseñador ni sólo un artista. Y, finalmente, su «genoma» sedujo a todos, incluso a los que fabricaban mesas, sillas; objetos que, francamente, hace falta cierto valor para considerarlos como el propio legado. Muchos diseñadores creen que esta profesión, el diseño, se dedica a la producción de objetos; pero es una gran estupidez, porque esto les lleva a identificar su biografía intelectual con el número de clientes que tienen y les hace perder todo control sobre ella… Así, al final, aunque pongamos juntas todas las obras de estos diseñadores, no conseguimos entender su perfil. Estos diseñadores no son personas que resuelven problemas, sino que los crean. La arquitectura es una profesión compleja, que trabaja en lo social y que elabora sistemas teóricos y reflexiones críticas, una parte de las cuales va también dirigida a la construcción de edificios. El carisma está en esa diferente consistencia del pensamiento que se percibe a través del proyecto. Si no la hay, un arquitecto puede ser un buen profesional y tener su dignidad, pero habrá perdido totalmente las riendas de su trabajo; quizás él también consiga otorgar a su obra una cierta continui-dad de estilo, pero a niveles absolutamente irrisorios. El carisma lo tiene quien, al haber realizado un cierto trabajo sobre sí mismo, es capaz de abordar cualquier problema, porque la solución ya la conoce y consigue enfocarla de inmediato. Algunos arquitectos son víctimas de los problemas, mientras que el carisma deriva de un estado de ánimo de serenidad, de tranquilidad. No creo que los neuróticos tengan carisma, al contrario, me parece que están en el lado opuesto; son personas a las que arrastran los acontecimientos.

EP: Sin embargo, entre las figuras que pueblan el imaginario carismático de este siglo está también Hitler, que de alguna manera representa la parte oscura del carisma.

AB: Yo creo que tenemos una idea muy equivocada de Hitler. En primer lugar, porque no paran de mostrárnoslo por televisión. El History Channel, por ejemplo, nos lo propina todos los días, envuelto en retórica, hablando siempre, o casi ladrando en alemán. Pero nunca con subtítulos. Me parece una manera muy singular de presentar las cosas; personalmente, me gustaría saber qué es lo que dice. Nos lo presentan como un pervertido, como un loco, y entonces uno llega a pensar que muy probablemente no lo era… Y además, tampoco entiendo cómo podía tener carisma, con ese aire de Charlot, con ese bigotillo; yo no creo que Hitler tuviera carisma…

 

Notas

(1) Aldo Rossi (1931-1997), diseñador y arquitecto de fama internacional. En su obra se aprecia una profunda influencia de la pintura de Giorgio De Chirico, que le llevó a considerar la ciudad como algo que se construye más allá del tiempo. Está considerado como el fundador del Neo-Raciona-lismo y fue uno de los principales representantes del Movimiento Moderno en arquitectura.

(2) Ludwig Mies van der Rohe (1886-1969), junto con Gropius y Le Corbusier está considerado como uno de los grandes pioneros de la arquitectura moderna, creador de un estilo capaz de reflejar la contemporaneidad. La claridad y la sencillez son los atributos en los que se fundamenta su estilo arquitectónico, y que se manifiestan sobre todo en e uso de materiales «modernos» como el acero, el vidrio y el cemento, dando origen a formas arquitectónicas «racionales y minimalistas», dotadas de una estética perfectamente equilibrada. Es famoso su aforismo «menos es más», que ha inspirado siempre su búsqueda.

(3) 5. Se trata de la exposición El paisaje móvil del nuevo diseño italiano, que se celebró durante la Trienal de Milán en los meses de marzo y abril de 2007, y que quiso ser un intento de diagnosticar el estado actual del nuevo diseño italiano, que muestra hoy características diferentes y autónomas frente a la tradición de los grandes maestros del diseño. Andrea Branzi fue uno de los promotores del proyecto y escribió el catálogo y el manifiesto de la exposición, de acuerdo con el cual se seleccionaron 55 diseñadores, cuyos trabajos fueron expuestos en la muestra.

(4) La obra de Bruno Munari (1907-1998) sigue siendo famosa en la historia del diseño tanto por su eclecticismo (se desarrolló en ámbitos tan diversos como el diseño industrial, el diseño gráfico, la escultura, la pintura y las películas) como por haber elegido al mundo de la infancia y del juego como fuente de inspiración.


Continúa en la
Parte Segunda.

Artículo publicado en Experimenta 61 con el título La estrategia del rabino.

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