A días de la inauguración de la exhibición de los German Design Graduates (graduados alemanes en diseño) en uno de los mejores anfitriones posibles, el MK&G, museo de artes y oficios de Hamburgo, su directora Tulga Beyerle, nos responde tres preguntas clave en sintonía diseño
Cuestionarse y repensar la increíble herramienta que es el diseño para el mundo todos juntos. Esa es la misión y visión de, sin dudas, uno de los más imponentes museos dedicados a las artes y oficios del mundo, el MK&G The Museum für Kunst und Gewerbe de Hamburgo, luego que el jurista Justus Brinckmann , lo fundara siguiendo los pasos de sus antecesores, el Victoria & Albert de Londres y el de Viena, París y Berlín.
Consciente de eso, su más que formada y encantadora directora, la profesora Tulga Beyerle (entre sus hitos figuran en 2006 la creación junto con Thomas Geisler y Lilli Hollein de la Semana del Diseño de Viena, de donde es oriunda y la dirección del Museo de Artes Decorativas de Dresde del 2014 al 2018, entre otros), responde tres preguntas clave que pudimos hacerle cuando visitamos el maravilloso edificio (tres plantas y una superficie similar a la de un campo de fútbol) a metros de la estación central de tren, de imponente acervo que abarca varias regiones culturales y muchas épocas y más que interesante e inclusivo presente.
¿Cuál es la misión o su misión, como directora de un museo de artes y oficios, en la actualidad?
Supongo que son dos cuestiones muy relacionadas. Creo fundamentalmente en el poder del diseño (en su amplio sentido, desde el producto hasta lo social). Nunca deja de fascinarme cómo el diseño puede marcar la diferencia (para bien o para mal). Y lo segundo tiene que ver con que para mí, los museos de artes aplicadas como el de Viena o este, se fundaron con la clara visión de inspirar a personas, diseñadores y productores. Esta misión sigue siendo válida y muy valiosa hoy en día, pero yo iría un poco más aún ya que mi misión es la de capacitar a la gente para que entienda el diseño y participe activamente en él, ya sea a través del debate o asumiendo un papel activo. Entender lo que significa el diseño y que tengan algo que decir, ya que realmente nos afecta a todos. Para llegar a esto tenemos que seguir siendo un lugar de belleza e inspiración, pero también ofrecer posibilidades de entender la propia creatividad y empoderamiento como aprender un oficio.
¿Sigue siendo un reto trabajar museísticamente con el diseño y la artesanía?
Por supuesto que existe una dicotomía al presentar el diseño y la artesanía en un museo: los objetos de uso (y por supuesto también bellos) sacados de su contexto a veces suelen quedar algo extraños. Así que de algún modo es un reto frente a colgar cuadros en una pared, pero nos lleva de nuevo a la misión: tenemos que replantearnos la forma en que presentamos y la forma en que participamos activamente. Ambas cosas deben ser posibles y la colección tiene que cuestionarse de muchas maneras.
¿Cómo es hacerlo en Alemania y en una ciudad como Hamburgo?
Tiene muchos aspectos, positivos y negativos. Me gusta mucho y disfruto de Hamburgo. Es una ciudad con ciudadanos orgullosos, generosos y solidarios. Al mismo tiempo es una ciudad comercial donde la cultura y la creatividad no son el principal interés, No forman parte natural de su historia. Y, en general, además, Alemania tiene una concepción anticuada de lo que es el diseño. Principalmente vinculado a la industria y la producción, entendiéndose menos que el diseño forma parte de la cultura y que además es formador cultural. Algo que por ejemplo, en los Países Bajos y el Reino Unido es totalmente diferente. Eso hace que a veces sea difícil abrir las mentes a proyectos más experimentales pero de radical importancia como intentamos acá.
Tanto en Hamburgo como en la ciudad en la que trabajé antes, Dresde, se entendía muy bien lo que debía hacer un Kunstgewerbemuseum: presentar la colección, principalmente histórica. El desafío siempre está en el debate contemporáneo del diseño y que esto se convierta en una parte natural del programa del museo.