Manuel Estrada, tres décadas dedicadas al diseño
Hablar con Manuel Estrada (1953) es siempre una invitación a la reflexión sobre la cultura del proyecto. El diseñador madrileño lleva casi tres décadas dedicándose en cuerpo y alma a la construcción de algunos de los logotipos, identidades visuales y proyectos editoriales más importantes de nuestro país. Las colecciones de libros de El País o las portadas para Alianza Editorial no solo han dejado una marca indeleble en la memoria de millones de lectores, sino que sirven de modelo a otros tantos estudiantes de diseño y aprendices visuales. Toda esta veteranía y buen hacer han sido recientemente recompensados con el premio Good Design Award, que entrega el Museo Athenaeum de Chicago. Experimenta entrevista al madrileño con ocasión de este nuevo reconocimiento y le pregunta sobre el galardón, pero también sobre su metodología de trabajo o el Premio Nacional de Diseño.
Acabas de recibir el premio Good Design Award, que concede todos los años el Museo Athenaeum de Arquitectura y Diseño de Chicago. Se trata de una de las distinciones más prestigiosas del continente americano, pero sobre todo del galardón de diseño más antiguo del mundo. ¿Qué significa este premio en tu carrera?
Los premios siempre caen bien, pero no cambian absolutamente nada. Está bien que se comuniquen porque suben la moral del equipo y animan a los clientes, pero realmente no modifican nuestra manera de ver las cosas. En cierta manera, los recibimos más como una constatación de un nivel, de una calidad. También nos sirven para situar al diseño español dentro del ranking mundial y a difundir nuestro trabajo. Si Descartes decía “Pienso, luego existo”, a nosotros nos ocurre un poco lo mismo. Nos dan un premio, luego existimos.
El jurado ha premiado las portadas de la Ilíada y la Odisea que diseñaste el año pasado para Alianza Editorial. Los libros son paradigmas narrativos que expresan dos ideas universales: el viaje eterno y la guerra. ¿Cuánto crees que tiene el diseño de viaje y cuánto de batalla?
Sin duda tiene más de viaje que de batalla. Milton Glaser, al que admiro y respeto muchísimo, dice que diseñar es como avanzar en la niebla. Nunca sabes cuál va a ser el resultado final, sólo puedes intuir a dónde vas a llegar. Algo parecido comenta John Berger, que asegura que el dibujo es una manera de descubrir lo que pensamos. Es la mano la que nos guía en una aventura de la cual tenemos pocas certezas. La única batalla es la que entablamos con nosotros mismos para cuadrar todo el proyecto.
Tus portadas para Alianza Editorial se están convirtiendo en un capítulo irrenunciable del diseño en nuestro país. ¿Cómo se consigue ese equilibrio —frágil y peligroso, pero equilibrio — entre el concepto, la expresión gráfica, el cliente y el lector?
No todas las portadas que he diseñado son buenas. Como mucho, una de cada dos es acertada. En todo caso, este trabajo requiere mucho tiempo y esfuerzo. Tenemos el alto listón que dejó el trabajo de Daniel Gil que siempre es un estímulo para esforzarse. Siempre que diseño una portada procuro leerme el libro. Todo ello me aporta un bagaje enriquecedor que me ayuda a afrontar el proyecto, leer a Kafka, Ortega y Gasset o Bierce es siempre enriquecedor, pero lleva tiempo. Y este resultado es imposible medirlo bajo un contexto económico.
¿A qué te refieres exactamente?
Algunos proyectos no pueden trasladarse al criterio de rentabilidad empresarial. El diseño tiene algo de intangible. Y si medimos algunos procesos por las horas invertidas en desarrollarlos pueden salir cosas paradójicas. Pero aun sabiéndolo, no podemos dejar de emplear ese tiempo. Es necesario reivindicar esta parte de aportación del diseño, que a veces no se ve rentable de forma inmediata. Es necesario tener un poco de perspectiva, y algunas empresas no la tienen. Y a veces nosotros también la perdemos. Sobre todo en tiempos de crisis donde todo se hace más cuesta arriba y los resultados se requieren de forma demasiado inmediata.
Resulta paradójico que, mientras en Chicago premien a los grandes talentos del diseño nacional, en España sucedan hechos tan esperpénticos como la última convocatoria del Premio Nacional de Diseño. ¿Se trata de una cuestión coyuntural que se debe a la crisis o hay causas más profundas? En definitiva, ¿se trata bien al diseño en España?
La política de diseño no existe. Así lo confirman las decisiones tomadas por gobiernos distintos en momentos diferentes que indican que el diseño no se percibe desgraciadamente ni como un factor clave en nuestra economía ni como una vía incluso para salir de la crisis. Y es una pena, porque en España tenemos un buen nivel, somos creativos y tenemos buenos profesionales. El diseño necesita estímulos, necesita apoyos institucionales. Pero este apoyo aún es escaso. A todo esto hay que sumar otros factores, como el hecho de que el diseño aún no se adscriba a ningún ministerio o no haya entidades de promoción a nivel nacional. Y sobre todo, el hecho de que el diseño se entienda todavía como un gasto suntuario, y no en relación intrínseca con el producto, con el valor y la proyección de toda nuestra actividad.
¿Qué ha cambiado en España respecto a los años ochenta?
En los ochenta todo era optimismo. Salíamos de una época oscura y teníamos muchas ganas de hacer cosas nuevas. Vivíamos en la España de la movida. Además, nuestra economía era potente, y las administraciones apoyaban al diseño, lo que fue determinante para la aparición de estudios de diseño gráfico en todo el territorio. Pero lo cierto es que ahora estamos mucho mejor preparados que en los ochenta. Si conseguimos que la crisis amaine superaremos con creces el optimismo de hace treinta años. Ahora hay más masa muscular y más talento formado. Tenemos que trabajar para que la oferta y la demanda se concierten, y el rol de las administraciones en esta cuestión es vital. Estos años de ajustes y desajustes han supuesto un frenazo y un retroceso en muchas cosas.
Quizás no sea solo culpa de las instituciones o de la crisis. ¿Qué crees que podemos hacer los propios diseñadores para remediar esta situación?
Hay que trabajar en común. Cosas como DIMAD son positivas. España es un país de individuos en el que la sociedad civil está poco desarrollada, y por eso nos cuesta tanto tejer instituciones que nos amparen. Y nos queda mucho por luchar: en nuestro país la profesión de diseñador no tiene un estatus legal, es un oficio de puertas abiertas. Si conseguimos actuar juntos poco a poco conseguiremos avances. Y lo que es más importante, acabaremos por convencer de la eficiencia del diseño a los clientes y a la sociedad. Alguien que resuelve los problemas de las empresas acaba colonizando su entorno.
A la concesión del Good Design Award se suma la exposición “Estrada Design Odyssey: 49 + 1”, una muestra del Harrington College of Art & Design de Chicago donde se revisan tus mejores portadas. ¿Puedes contarnos con tus propias palabras en qué consiste la exhibición?
“Estrada Design Odyssey: 49 + 1” es una muestra similar a la presentada el año pasado en Nueva York [“Sailing through design”, American Institute of Graphic Art]. La exposición revisa el trabajo del estudio a través de un compendio de bocetos y dibujos enfrentados con los trabajos terminados. En este caso, contraponemos el diseño de 49 portadas de libros y de un logo. Invitando a la reflexión abierta del proceso de diseño, el proceso de comprender la complejidad de las cosas para luego simplificarlas.
Portada de ¿Qué es la filosofía política?, Manuel Estrada para Alianza Editorial.
Bocetos de la portada de ¿Qué es la filosofía política?, Manuel Estrada para Alianza Editorial.