Debería haberte escrito esta carta mucho antes. Nunca tenemos tiempo para lo importante, aunque siempre lo encontremos para lo urgente.
Quería haberte agradecido de forma más expresa lo que supusieron para mí tus repetidas invitaciones para dar talleres de gráfica y conferencias en las universidades de México y otros países latinoamericanos: Ciudad de México, San Luis Potosí, Tamaulipas, Altos de Chavón, Lima, Santo Domingo… El contacto con estudiantes, profesores y diseñadores americanos me enseñó muchas cosas. Lo pequeño que es el Atlántico y lo cerca que están sus orillas.
Iberoamérica empieza a diseñar
Como dice Saramago en “La Balsa de piedra”, España y Portugal siguen sintiendo esa llamada americana. Una llamada que yo comparto después de varios años de viajar intensamente a América Latina. Fueron unos años intensos de conocer otras formas de hacer. Sin ese tiempo, desde luego, nunca hubiéramos convocado una reunión de diseñadores de toda Iberoamérica, ni hubiéramos hecho la Declaración de Madrid para convocar después la primera BID. Una Declaración cuya laboriosa redacción, hizo bueno el dicho “demasiadas manos para un texto corto”. Rubén Fontana, tú y yo, palabra a palabra, saliendo a consultar con los demás y volviendo a redactar… Una declaración que titulamos “Iberoamérica Diseña”, empleando un término que hasta entonces no se había utilizado apenas, con una visión que se adelantaba a lo que luego ha ido pasando.
Recordarás que nos conocimos en Barcelona, al terminar una sesión de presentación de la AGI, a la que yo no pertenezco pero en la que presentaron mi trabajo, nos sentamos a tomar algo Teresa, tú y yo en una terraza. Nunca pensé que encontraría a alguien tan cercano procedente de tan lejos. La semana siguiente pasamos varios días juntos en Madrid y desde entonces no hemos dejado de vernos. Hasta hacernos amigos fraternos. Tanto que me llamabas hermano, y lo somos, aunque yo soy mucho más pequeño que tú. Eres presumido, querido hermano.
Una de las veces que fui a México, esta vez a dar un taller al Centro Cultural español, coincidí con una exposición de tus logos en la sala de tu Universidad en el centro de la ciudad. Me invitaste a participar en la mesa de presentación.
La síntesis geométrica de tus logos impresos en grande y en color, me impresionó. Por encima de las modas o las influencias de las herramientas digitales, tus logos son piezas únicas. De una fuerza estética y gráfica difícilmente igualable. Que supera su propia función.
En ese momento me di cuenta de tu dimensión, probablemente eres el diseñador gráfico más notable de América Latina y eso que los hay verdaderamente notables.
Un suizo en el Caribe
Tu madre te decía que parecías un suizo, nacido por error, en el Caribe. Y yo creo que tenía razón, no pareces cubano, ni mexicano… mucho menos estadounidense, por citar las tres nacionalidades de tus pasaportes.
Tus estancias en la Europa del este; en la República Democrática Alemana, en Polonia, en Checoslovaquia y, en la antigua Unión Soviética, te acabaron dando un aire de europeo con un español recubierto de acentos mezclados. Tus años jóvenes de estudiante en Nueva York, la estancia de un año en Madrid, ciudad a la que siempre decías querer volver para quedarte, acabaron puliendo tu forma de hablar sin acentos, como muchos de los ciudadanos globales.
Los que te conocemos bien, sabemos que nunca te fuiste del todo de Cuba. Seguías hablando de Fidel como de un líder con respuestas para todo. Con discursos largos como la Enciclopedia Británica traducida al caribeño. Decías que te fuiste “por socialista” de Cuba, porque el socialismo allí había dejado de serlo.
Siempre te insistí en que volvieras porque no iba a pasar nada. Por eso, cuando me invitaron, por primera vez, a participar en la Bienal de Diseño de La Habana, les dije que si no ibas tú yo no quería ir. Y fuimos. Me llevaste junto con Teresa a ver el barrio de La Habana vieja donde naciste, en una casa pequeña y ahora abandonada, que tú recordabas mucho más grande.
Aprendí en ese viaje contigo muchas cosas. Por ejemplo, a entender mejor el porqué del fracaso de una idea grande que se queda pequeña en cuanto sale del gran libro de la teoría.
Entendí porque alguien como tú, un joven diseñador brillante en el que se fijaron, en Nueva York, profesores como Bob Gill, deja ese escenario prometedor para ayudar a desarrollar la Oficina de Comunicación del Partido Comunista cubano y a defender a través del Diseño su imagen en el mundo.
Te fraguaste allí como diseñador. Diseñaste logos de empresas e instituciones públicas, campañas, carteles de promoción y stands de Cuba en ferias y congresos. Dirigías un grupo de gente grande y contribuiste con tu propio trabajo a cimentar la reputación de la gráfica y el cartel cubano.
Clic o ¡Clanc!
Algunos de esos carteles fueron una herramienta estética y práctica para la imagen y la cultura de Cuba.
Pero contabas la relación, no siempre fácil, para conseguir que los diseños salieran adelante con algunos responsables políticos con miras cortas.
Uno de tus carteles más famosos, desafiante y llamativo, que representa bien tu forma de trabajar, es ese cartel de fondo azul intenso con una pequeña palabra, clic, escrita en su centro. Sin concesiones, ni siquiera un signo de admiración.
Te costó que lo aprobaran, se empeñaron en que el texto tenía que ser más grande. Entonces escribamos “¡clanc!” les decías. Les convenciste. Ese cartel, brillante y tenaz como tú, tuvo entonces éxito. Se formaron unas brigadas clic de adolescentes, que pedían a la gente apagar la luz.
Todo está en la práctica
En estos años hemos compartido proyectos, algunos diseños, como la imagen de esta 8ª edición de la BID entre Teresa, tú yo, hemos dado juntos clases y talleres, entre ellos uno de una semana en la UIMP de Santander. No te separabas de una frase que todos deberíamos repetir más “Todo se valida en la práctica”.
Has pasado años enseñando en la Universidad Autónoma Metropolitana de México, has enseñado a miles de estudiantes y ésta ha sido una de tus enseñanzas más repetidas. El diseño no es nada sin la práctica.
El nuestro es un arte ligado al oficio. No se enseña, se aprende. Y se aprende practicándolo y siguiendo los consejos y las pautas de los maestros.
En muchos certámenes, congresos o eventos en los que hemos participado juntos, nos sentíamos como peces en la pescadería: La mayoría de los participantes eran pescadores o pescaderos, consumidores de pescado o expertos en vender peces, profesores de pesca o técnicos de piscifactoría, pero peces y diseñadores, pocos.
El diseño se ha convertido en un mantra, una disciplina a veces llena de aire, como un gigantesco buñuelo de viento. Poca gente tan fraguada y auténtica como tú.
Te has ido con la mayor concentración de información práctica y humana sobre diseño que yo he conocido. Una información difícil de transcribir y compartir. Has conocido personalmente a Moholy Nagy, a Herbert Bayer, a Josep Renau, a Bruno Munari, a Steinberg, a Henry Wolf, a Massimo Vignelli, a Paul Rand, a Ivan Chermayeff, a Milton Glaser… entre muchos otros artistas gráficos y diseñadores en una vida intensa y apasionada.
Hemos intentado que escribieras al menos una parte de toda esa memoria que siempre has conservado fresca y en buena medida se queda inédita.
Tal vez haya que empezar a pedirle a Teresa Camacho, profesora de diseño, ahora, en Querétaro, tu compañera durante muchos años y que sostuvo tu mano hasta el final. Tal vez ella pudiera ahora escribir, recomponiendo, al menos una parte, ese gigantesco collage del arte y el diseño de la segunda mitad del siglo XX y las primeras décadas del XXI, que ha sido tu vida.
Sin olvidar la reciente y valiosa portación sobre tu trabajo que hacen Sonia Díaz y Gabriel Martínez en su libro editado por la Universidad Complutense.
Otros amigos, entretanto, seguiremos diseñando, en la práctica, y mostrando el diseño de Iberoamérica como algo que nos ayudará a recordarte siempre y además a hacer más grande nuestro oficio y nuestra tierra.
Hasta siempre querido hermano en el diseño.
Manuel Estrada
Diseño y Fundador de la BID, junto con Félix Beltrán,
José Cuendias y Peter Mussfeldt y Frank Memmerldoff y Henrique Cayatte y Ruth Klotzel y Rubén Fontana y Iván Cortés y Alberto Corazón y Stephen Kaplan y Giovanni Vanuchi y Adrián Lebendiker y Celeste Prieto y Marisela Ávalos y Oscar Salinas y y Carlos Hinrichsen y Oscar Pamio y Gonzalo Castillo y Dicken Castro y João Machado y Ignacio Urbina
Fotografía de portada: Félix Beltrán. Profesor distinguido de la Universidad Autónoma Metropolitana de México