Por Bárbara Sainza, artista, investigadora y directora académica del Máster Universitario en Tecnologías Digitales para el Arte en el Centro Universitario U-tad
Desde el nacimiento de las tecnologías digitales, el papel de los artistas se ha tenido que redefinir desde muchos ángulos. Con cada avance tecnológico, surgen multitud de debates acerca del impacto e influencia que una u otra tecnología tendrá en el arte, en los roles que los artistas desempeñan o en el valor de su trabajo.
Esta situación no es verdaderamente nueva. Podemos identificar a lo largo de la historia muchos momentos y avances tecnológicos donde el arte y los artistas vieron comprometidos sus papeles, como con las máquinas de visión del Renacimiento o el nacimiento de la fotografía y el cine. En los últimos tiempos, las controversias de este tipo más intensas se han centrado fundamentalmente en dos tecnologías: AI y NFT.
¿Qué ocurre con la Inteligencia Artificial y su impacto en el rol y el trabajo de los artistas? La aparición de ChatGPT y tecnologías similares han dibujado un escenario que acelera el planteamiento de las dudas y los miedos en torno a la robotización, automatización y smartización del mundo. También plantea una de las grandes preguntas que atacan al corazón de las capacidades humanas: ¿pueden las máquinas ser creativas? En ambos casos el trabajo de los artistas y el papel que tradicionalmente han desempeñado parecen ponerse en riesgo: máquinas que escriben, que hacen imágenes, que componen música, que parecen tener la capacidad de crear arte como lo haría un humano. ¿Y, qué es lo que está en juego? ¿el mundo de las ideas creativas? ¿la autoría de la obra de arte?
La creatividad computacional, como un subcampo de la inteligencia artificial que estudia el desarrollo de software con un comportamiento que sería considerado creativo en seres humanos, hace tiempo que se ha planteado esta pregunta: ¿la creatividad puede ser apoyada, aumentada o incluso delegada a una máquina? ¿pueden las máquinas ser entidades creativas en sí mismas?
Sin duda los grandes miedos y cuestiones se orientan al reemplazo de los artistas y las ideas creativas por parte de las AI. Margaret Boden, una de las principales especialistas en creatividad computacional puede aportar algo de luz cuando dice que “estamos lejos de que esto pueda ser así”. Si bien las IAs tienen una capacidad computacional y combinatoria sobresaliente y pueden ser aliadas de la creatividad humana, no tienen “sentido de la relevancia”, o lo que es lo mismo: son muy torpes para identificar los elementos importantes en la solución de un problema, y además carecen de la capacidad para saber si una idea o resultado final es verdaderamente útil o interesante.
Las AI son diseñadas por humanos y alimentadas por millones de datos extraídos de un acervo cultural inmenso, germen de nuestra cultura, conocimientos y experiencias. La creatividad computacional puede ser entonces una tecnología útil como fuente de inspiración, para explorar nuevas posibilidades, buscar nuevas realidades, explorar nuevos destinos artísticos y culturales, así como hacer una profunda reflexión sobre el conocimiento y la realidad.
Tokens artísticos
Por su parte, los NFT parecían dibujar un escenario revolucionario, que aludía a la unicidad de la obra de arte en la cultura digital de Internet. Esta tecnología propició acaloradas discusiones porque, si bien los artistas ahora podrían cobrar como creadores y dar trazabilidad a su trabajo digital, por muy inmaterial y compartido que fuera, rápidamente se identificó como una burbuja especulativa propia de los más tradicionales mercados del arte que muchos artistas rechazaron. Asimismo, algunas posiciones contrarias al uso de los NFT argumentaban su postura desde una conciencia medioambiental desde la cual los recursos energéticos necesarios para crear un token no fungible, eran un exceso que muchos profesionales no toleraban por su insostenibilidad.
Entre la posibilidad de volver a dar a la obra de arte el estatuto de propiedad intelectual, unicidad y autenticidad propias del mercado del arte, y las controversias iniciales relatadas, los NFT pueden verse hoy con mayor perspectiva. Por un lado, como herramienta profesional desde la cual los artistas recuperan el control de su trabajo y, por otro, la posibilidad de vivir del mismo. Algunas de las más conocidas empresas desarrolladoras de NFT han empezado a implementar sistemas que permiten reducir el impacto ambiental requerido para realizar la transacción. Esto hace de los NFT una herramienta significativa para los artistas digitales que requieran de esta tecnología, al tiempo que devuelven al arte algunos de los valores perdidos con la cultura digital.
Por tanto, una vez despejadas las principales incógnitas que soliviantaban los temores de nuestra suplantación creativa, ¿por qué no imaginar un futuro en donde no se proponga la dicotomía competencia-colaboración humanos-máquinas, sino puntos de vista que promuevan nuevas perspectivas poéticas de las AI y su relación con el arte y los artistas?