El Museo Olímpico –inaugurado en 1993 en Lausana, en las orillas suizas del lago Lemán– ha vuelto a abrir sus puertas a finales de 2013 tras un largo y profundo proceso de renovación. El diseño de la nueva identidad visual es obra de Base Design, una red internacional y en expansión de estudios creativos con sede en Ginebra, Bruselas, Nueva York y Santiago de Chile.
Museo de los Juegos Olímpicos, Base Design, 2014.
Especializado en la creación de planes estratégicos para el diseño de imágenes corporativas, Base Design –que en España ha trabajado con importantes centros creativos, como el museo Reina Sofia o La Casa Encendida– ganó el concurso que en 2007 lanzó Jacques Rogge, entonces presidente del Comité Olímpico Internacional.
Para lograr el objetivo del concurso –modernizar la identidad visual y la gráfica expositiva del museo mediante la restauración y la adecuación del edificio, y la ideación de las aplicaciones gráficas, de la señalización, de los pictogramas y del material impreso–, doce equipos de arquitectos, escenógrafos, redactores creativos y diseñadores de Base Design han trabajado en colaboración con el TOM (The Olympic Museum), desarrollando un proyecto complejo y multidisciplinar.
Respetando el prestigio y la historia de la institución olímpica y conscientes de la fuerza de evocación de sus símbolos (los cinco anillos y la llama), Base Design se ha propuesto ir más allá del mero concepto de deporte, trabajando sobre los aspectos más humanos y universales del espíritu olímpico. Las palabras clave del proyecto –transmitir y compartir– han orientado el diseño de la imagen corporativa y la creación de un espacio abierto y acogedor, en el cual las distintas historias humanas que forman parte de los Juegos ocupan un lugar especial y afianzan la empatía de los visitantes.
La tipografía Relay –una fuente sans-serif creada por los diseñadores de Base Design–es uno de los principales elementos de cohesión e identificación del proyecto. La versión en color, en la cual cada letra se compone de un segmento colorado y de un segmento gris, reproduce los cinco colores de los anillos olímpicos y facilita así un reconocimiento inmediato.
La misma característica, además, define la señalización (tanto interior como exterior), la amplia y variada colección de pictogramas ideados y las aplicaciones gráficas que actualmente siguen elaborándose.
El resultado es una identidad visual flexibile e inclusiva, capaz de adaptarse a los distintos espacios que componen el imponente edificio y el parque que lo rodea; una imagen corporativa eficazmente comunicativa, llamativa y a la vez sencilla.