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Diseño y discriminación de género. Proyectar una realidad mejor para todos 

Diseño y discriminación de género. Proyectar una realidad mejor para todos © Meier Delphine

Diseño y discriminación de género. Proyectar una realidad mejor para todos © Meier Delphine

Un pasado muy presente

Aunque para algunos la discriminación de género es cosa del pasado, son muchas las diseñadoras que denuncian actitudes machistas en el ámbito laboral: desde compañeros que pretenden explicarles cómo hacer su trabajo (incluso teniendo menos experiencia o capacitación que ellas), pasando por el ser consideradas sólo para proyectos orientados a un público femenino o tener que tolerar a clientes que al hablar se dirigen a un compañero varón, hasta el verse directamente incomodadas física o verbalmente. Los micromachismos (amplio abanico de actitudes misóginas, conductas discriminatorias o comentarios inapropiados socialmente legitimados) yel “mansplanning” (neologismo que refiere a la actitud paternalista de un varón al explicarle algo a una mujer) no son exclusivos del diseño, pero históricamente han encontrado también allí un buen ámbito de reproducción. Actualmente, mientras muchas investigaciones apuntan a recuperar y reivindicar el nombre y la labor de las diseñadoras invisibilizadas de la escuela Bauhaus o la Ulm, todavía existen muchas profesionales que luchan por recibir igual atención y reconocimiento que sus pares masculinos.

¿Un estilo femenino?

Una de las formas habituales de discriminación en el diseño, que suelen citar las investigadoras, es aquella ligada a una preconcepción sobre supuestos modos “femeninos” de hacer. “El woman’s touch al que a veces aspiran algunos empresarios inquieta mucho a las diseñadoras ya que es un concepto cargado de connotaciones cursis. La realidad demuestra que el contexto tecnológico, geográfico, social y cultural tiene mucho más influencia sobre el estilo de los creadores que su género..”. Así resume la investigadora especializada en historia del diseño industrial Isabel Campi esa presunción generalizada de que las mujeres poseen un talento innato para diseñar de un modo diferente al de los hombres: un ‘toque femenino’. En sus estudios, Campi destaca que no existe nada genético ni biológico que determine un estilo propio de las mujeres, sino que éstas se han expresado siempre según su época y su contexto. En todo caso, el tipo de producto considerado comúnmente como “femenino” no es más que una construcción cultural muy extendida y masivamente difundida a través de los medios de comunicación y no el resultado de un talento innato determinado por el género del diseñador. 

El diseño y la publicidad

En un estudio de publicidad televisiva realizado por la agencia madrileña Sra. Rushmore, entre septiembre de 2016 y agosto de 2017, se verificó la continuidad de los roles sexistas. Si bien en los anuncios suelen aparecen más mujeres que hombres, son ellos los que poseen más papeles protagónicos. Continúa observándose mayor cantidad de mujeres en el hogar y más hombres en el trabajo. Mientras que ellas son las principales protagonista en el ámbito de la belleza, la moda y la higiene, ellos lo son en anuncios vinculados a la vida profesional, medicina y deportes. Aunque en el informe de Sra. Rushmore se destaca que las diferencias ya no son tan marcadas como hace una década atrás, la vigencia de estos roles en los medios continúa alimentando la existencia de estereotipos de género en el diseño. De este modo, productos, colores y modelos se asocian con uno u otro género, contribuyendo al imaginario de que las mujeres y los varones prefieren naturalmente diferentes tipos de diseño. 

El género como orientación profesional

Por su parte, tal como lo refiere Isabel Campi, la persistencia de un estereotipo de género que asocia la tecnología y la técnica con la masculinidad habría motivando también la histórica autoexclusión de las mujeres en el diseño industrial. De acuerdo al informe Mujer y Tecnología 2018, de la Unión General de Trabajadores (UGT), en el ámbito de las ingenierías y la arquitectura, la presencia de mujeres se sitúa en una por cada cuatro varones (empeorando incluso las cifras de 2016 en que las alumnas representaban apenas el 23,8% de los estudiantes). El prejuicio según el cual algunas carreras técnicas son consideradas “masculinas” y la falta de referentes femeninos en esas ramas de estudio se ubican entre las principales motivos por los que las mujeres no eligen esas carreras. En una de sus más recientes ponencias, Isabel Campi compartió estadísticas de la presencia de estudiantes mujeres en escuelas de diseño de Barcelona, confirmando esta tendencia. Una rápida aproximación a los datos permite observar que las alumnas han conquistados las aulas de diseño (siendo casi el 75% del total de estudiantes matriculados o graduados). Sin embargo, esta presencia femenina desciende notablemente cuando las especialidades se vinculan a “ingeniería” o “industrial”.

Techos invisibles

A pesar de la masiva presencia en las aulas, en el mercado laboral el porcentaje de mujeres cae drásticamente; y lo hace aún más si consideramos a quienes alcanzan un puesto directivo o dirigen su propio estudio. Las responsabilidades ligadas a la maternidad, sumadas a la influencia de los roles de género y estereotipos, y la invisibilización de las representantes femeninas en los medios, suelen estar detrás de estas estadísticas, empujando a la baja la presencia de las mujeres en el ámbito laboral. Actuando en simultáneo estas fuerzas suelen configurar barreras socio-culturales de una magnitud tal que se las considerada límites invisibles (no establecidos explícitamente por ninguna ley o norma) para las mujeres. En este sentido, se suele hablar de un “techo de cristal” (cuando se imponen como barreras para el ascenso de las profesionales más cualificadas) y “techo de cemento” (cuando conducen a la autoexclusión de las mujeres). La brecha salarial y los micromachismos son otros emergentes de estas mismas barreras socioculturales. 

¿Dónde están las diseñadoras?

Si hay algo que grafica la invisibilización de las mujeres en el diseño es su contracara: la sobrerepresentación masculina en premios y espacios de reconocimiento mediáticos. Aún hoy, cuando se piensa en referentes del diseño, los primeros nombres que vienen a la mente son de varones, debido a que estamos acostumbrados a verlos y escucharlos públicamente con mucha mayor asiduidad. Por poner un caso, introduciendo en el motor de búsqueda de Google las palabras clave “diseñadores gráficos” + España, es posible obtener un carrousel con los profesionales destacados: 19 varones y tan sólo dos mujeres. Además, el buscador también nos propondrá la lista 2017 de El Economista con los once mejores diseñadores gráficos del país, donde encontraremos a ocho varones y tres mujeres. Otro dato que apunta en el mismo sentido, lo tenemos en los Premios Nacionales de diseño, que en 2018, para la celebración de su 25 aniversario, organizó una exposición de trabajos de todos los profesionales galardonados hasta el momento: un total de 31 varones y apenas una sola mujer. Esta invisibilización es mucho más notoria en áreas como el diseño industrial, donde el bajo porcentaje de diseñadoras resulta en una representación prácticamente nula de las mujeres. 

El diseño transformador

La discriminación y los estereotipos de género se fundan en prejuicios que obstaculizan el desarrollo libre y pleno de las potencialidades de millones de personas en España y el mundo. Es ésta una realidad que no debería ser ajena a los diseñadores, no sólo porque se reproduce constantemente en su propio medio, sino también porque contrarrestar esa tendencia supone un verdadero desafío creativo. Identificar aquellos mensajes, productos o entornos que necesitan ser transformados, para volverse más bellos, útiles, inclusivos o equitativos es una virtud que los diseñadores están llamados a ejercitar constantemente. Por eso, quienes eligen formarse en profesiones creativas como éstas encuentran también la oportunidad de aportar perspectivas innovadoras en sus lugares de estudio y trabajo, generando espacios más integradores y diversos. Combatir los estereotipos y roles de género, social y culturalmente establecidos, requiere de un esfuerzo creativo consciente y constante, y fundamentalmente, de profesionales capaces de imaginar, proyectar y diseñar una realidad mejor para todos.  

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