En un mundo en el que los avances tecnológicos tienden a desmaterializar los procesos que satisfacen las necesidades más básicas del ser humano, Dyskograf se postula como una interfaz capaz de reubicar al hombre dentro del proceso de creación musical. Diseñada por el colectivo francés AVoka, el tocadiscos es capaz de reproducir discos de papel sobre los que el usuario ha previamente realizado un dibujo. De esta manera, se apuesta por experimentar con la música desde posiciones más sensibles en las que el ojo y la mano tienen mucho que decir.
Dyskograf de Avoka, 2012.
Dyskograf es un dispositivo digital capaz de traducir un código visual dibujado sobre discos de papel en secuencias audibles que eventualmente conforman una melodía. Diseñado por AVoka, un colectivo de Rennes (Francia) integrado por los artistas Yro, Jesse Lucas y Erwan Raguenes, la pieza aborda desde una aproximación interdisciplinar las connivencias entre la música, las artes digitales y la tecnología. El artilugio musical ha sido presentado en el último festival Electronik, celebrado en Rennes entre el 8 y el 14 de octubre de 2012.
Dyskograf de Avoka, 2012.
Dyskograf se interroga sobre el papel de las nuevas tecnologías a la hora de crear composiciones musicales: frente a aquellas interfaces que subordinan el componente humano a la rigidez de la máquina, Dyscograf apuesta por recuperar la interacción humana. De esta manera, AVoka busca materializar los procesos intangibles del mundo digital y recrear los vínculos existenten entre la música y los sentidos, es decir, humanizar la tecnología
El colectivo ha buscado implicar por igual a todas las edades en el proceso creativo y con este objetivo pueden ser musicalizados tanto los dibujos naifs de los niños como las composiciones más complejas de los adultos. Intuición y raciocinio se integran con éxito en la performance. Por otro lado, AVoka reintroduce el accidente en la ecuación musical, elemento que más que significar un error supone una oportunidad para el desarrollo de la creatividad.
El vinilo tradicional se sustituye de este modo con una serie de discos de papel sobre los que los participantes realizan sus propios dibujos. Cada uno de los fieltros contiene una serie de círculos concéntricos que hacen la vez de partitura. La superficie, segmentada en 16 porciones equivalentes a una semicorchea, ofrece un compás con un valor rítmico total de una redonda. En el centro, un anillo estriado en blanco y negro indica al dispositivo la velocidad de rotación de la pletina. “A 33 revoluciones por minuto tenemos un tempo aproximado de 130 BPM o pulsos por minuto”, explica el colectivo. El siguiente conjunto de anillos contiene los valores armónicos de la composición: las líneas que el usuario dibuja sobre ellos se traducen en melodías en función de la altura y el grosor de las curvas. Por último, los anillos exteriores funcionan como una caja de ritmos: dependiendo de la longitud y de la posición se reproducirá un sonido con una duración y un timbre determinado, respectivamente.
Una cámara situada en un brazo lateral ejerce las funciones de aguja. Este dispositivo, que realiza 400 fotografías por segundo de giro de la pletina , envía la información a un software que procesa los datos y traduce el código visual en música. Además, Dyskograf dispone de un cuadro de mandos que permite modular manualmente el tempo de la música o invertir la dirección del disco.