La exposición Freshlatino, enmarcada dentro del programa de actividades del Instituto Cervantes, propone un audaz recorrido por la arquitectura emergente del mundo iberoamericano. La identidad visual de la exhibición, diseñada por el estudio madrileño El vivero, se hace eco de esta determinación con una imagen desacomplejada y libre de ataduras, un sistema visual donde la tipografía manda.
Freshlatino, El vivero para Instituto Cervantes, 2015.
La primera edición de Freshlatino arranca en 2009 como un plataforma itinerante organizada bajo el amparo del Instituto Cervantes. Comisariada por Ariadna Cantis, la muestra agrupa una selección de intervenciones arquitectónicas de raiz iberoamericana donde la innovación social, el activismo político y la búsqueda de nuevas tipologías transcienden las fronteras de la disciplina.
La segunda edición de la exposición, que actualmente puede verse en la sede berlinesa del Instituto Cervantes, ha contado en esta ocasión con la colaboración de Andrés Jaque como comisario invitado. La muestra parte de un decálogo escrito por el arquitecto madrileño donde plantea la necesidad de analizar las nuevas propuestas aquitectónicas —entre otras las de Al Borde, C+, elii, Goma Oficina, Todo por la Praxis o Zoohaus— bajo la luz de términos como "antroponocentrismo", "descajanegrizar", "resiliencia" o "empoderamiento".
Estos mismos neologismos articulan la identidad visual de la exposición, que corre a cargo del estudio madrileño El vivero. Sus integrantes, Florencia Grassi y Leandro Lattes, descartaron el uso de pictogramas e ilustraciones figurativas a favor de los propios términos, cuya carga semántica es lo suficientemente poderosa como para caracterizar el proyecto. "Trabajamos con las palabras, repitiéndolas, en un esfuerzo por comprender estas ideas. Recordamos la poesía concreta", destaca el estudio.
La tipografía se revela como una de las escasas marcas gráficas del proyecto. Sin embargo, es precisamente esta economía de recursos la que otorga al conjunto de presencia, versatilidad y coherencia. El vivero propone un juego tipográfico monoespaciado donde el interletraje y la línea de base varían constantemente en función del mensaje. El resultado es un sistema visual mutante, rítmico y flexible, una marca que según sus autores funciona tanto en los pequeños espacios como en las aplicaciones más complejas.
La identidad no se limita únicamente a su aspecto visual, sino que también alcanza a la propia comunicación verbal. Los mensajes hacen uso de cacofonías, onomatopeyas y otros recursos estilísticos.“[El proceso] es reconocible si lo decimos leeeeeeeentaaaaamennnte o ra ra ra peando ando ando”, bromea el estudio.
Además del sistema visual y el logotipo, el estudio es responsable del diseño de la web, la gráfica de sala, el decálogo, el folleto de mano, la gráfica del video, el dossier de prensa, el tote-bag o la camiseta.