François Caspar está poseído por una felicidad creativa. Es un diseñador de mirada vibrante que afronta su trabajo integrando práctica, experiencia, funcionalidad y comunicación. Para Caspar, el póster puede ser una herramienta de búsqueda lingüística con múltiples niveles de sofisticación. Conocido por su defensa de la cultura profesional, su obra se caracteriza por su calidad, su atención a la actualidad internacional, su pragmatismo y su gran cultura visual.
La tradición del cartelismo francés es tan conocida que la palabra affichisme (y, obviamente, affiche) se utiliza en muchas otras áreas lingüísticas. La razón es muy simple. En primer lugar, por ese extraordinario momento que fue el Art Nouveau: un concentrado de innovación tecnológica (la litografía), estética (el abandono de la tradición occidental) y social (la Ville Lumière). Y después, por el esplendor del Art Déco de Cassandre; por la estilización caricaturesca de Savignac; por la escuela de Europa del Este, tan ligada al póster y que ya asomaba a través de sus emigrantes (como Tomaszewsky o Cieslewicz); y, finalmente, por el diseño gráfico de utilidad pública (celebrado en una gran exposición en el Beaubourg, en 1984), cuyos protagonistas fueron grupos como Gapus y autores como Michel Bouvet.
Sin embargo, el problema del diálogo con tanta tradición no parece plantearse con François Caspar. La eficacia de su trabajo no teme el intento natural de incorporarlo al filón de esa tradición. En primer lugar, es necesario poner en su contexto el recorrido profesional de Caspar. Para él, como también para muchos diseñadores, el póster puede convertirse en su particular herramienta de búsqueda lingüística, bien por ser un elemento sofisticado, dirigido a un público especialmente competente (este es el caso, por ejemplo, de los carteles teatrales); bien porque se apoya en enfoques especialmente incisivos, como en el terreno de la comunicación social. Pero no podemos, desde luego, justificar la atención que este diseñador francés dedica al cartel basándonos únicamente en el tipo de público, ya que su dedicación se mantiene intacta en productos dirigidos a targets distintos, como los carteles de carnaval o de los conciertos de rock.
Cabe destacar, en cambio, la experiencia profesional del autor, acumulada durante veinte años de actividad, así como la diversidad de sus clientes y de sus ámbitos de trabajo. También lo observamos en el hecho de que los propios carteles pueden ser elementos de una identidad cambiante: la serie de carteles para el Théâtre de la Tête Noire, una imagen coordinada basada en una idea de diseño de estilo empresarial (no de estilo visual, debe quedar claro); un poco a lo Paula Scher para el Public Theater. Y de Caspar, en mi opinión, hay que señalar también su labor a favor de la profesión, desde su actual cargo de presidente de la Alliance Française des Designers, de la que fue uno de sus fundadores: una asociación de corte operativo, nacida después de agotarse la experiencia del Syndicat National des Graphistes, cuyo nombre ya hace referencia a otros conceptos del oficio.
La jeune fille suppliciée sur une étagère. L'Empreinte et Compagnie, 2005.
A Caspar, por lo tanto, se le conoce en el ámbito internacional no sólo por su participación en bienales y reuniones en todo el planeta, sino también por haber sabido mantener contactos con profesionales y asociaciones de medio mundo, sin actitudes individualistas y desde la conciencia que puede tener un diseñador, un excelente diseñador, que pretende hacer crecer la cultura profesional, empezando por su propio país. Hablamos, pues, de un diseño de gran calidad; de una atención hacia el ámbito internacional; de un sano pragmatismo; y, finalmente, y esto es algo evidente en su producción, de una gran cultura de la imagen.
Llegamos así a las raíces del estilo de Caspar. Y por estilo, lo repetimos por enésima vez, no entendemos el modo de utilizar las formas y los colores, sino de abordar los problemas. Y es que aún hoy, después de veinte años de actividad, François no conoce fórmulas preconcebidas. No conoce «estilemas», marchamos, iconografías preestablecidas, técnicas habituales u otras cosas por el estilo. Diseña como si el cartel en el que está trabajando fuera el último. O el primero. Estamos exagerando, desde luego, porque no podemos dejar de sentir una vibración alrededor de registros comunes en los pósters destinados a series (los ya mencionados del Théâtre de la Tête Noire, o bien los del Forum des Droits de l’Homme). No mantener esos registros sería un despilfarro. Sin embargo, si dijésemos que Caspar posee una felicidad creativa, nadie podría contradecirnos. Aunque, como el auténtico diseñador que es, esa felicidad creativa arranca de la práctica, de la experiencia, de lo funcional y de la comunicación.
A Love Letter. Cartel de auto-promoción para año nuevo, 2005.
Publicado en Experimenta 57.