Lo mejor de Brooklyn y lo mejor de Bogotá
La ilustradora, diseñadora y directora de arte colombiana Emily López es dueña de un estilo hermosamente salvaje. Sus composiciones no respetan nada ni a nadie. Artística y técnicamente están siempre al borde de la falta de respeto pero, por alguna razón —o muchas—, no podemos dejar mirarlas.
Esta insolencia visual, por contradictorio que pueda sonar, parece cuajar de maravilla con gigantes mucho más ortodoxos como Coca-Cola, Movistar, Vice o Adobe, que no han dudado en hacerse con sus servicios.
Lo primero que llama la atención de la obra de López es su estridente paleta, sin reglas o coherencia alguna, siempre dominada por los flúor y las saturaciones. Esto, sumado a su cuidadosamente descuidado collage digital, se consiguen escenas apoteósicas.
Por último, otro aspecto a destacar es la solidez de su propuesta. A pesar de su juventud, los trabajos de López muestran una madurez inusual y no solo por la seguridad de sus trazos sino por la valentía de forzar los límites de lo establecido y salirse con la suya. Felicidades.