Las piezas de Kövecses consiguen hacerse un lugar de privilegio en la memoria a largo plazo
Aunque ilustradores como Aiste Stancikaite o Gerhard Human, reseñados por Experimenta recientemente, han conseguido hacer carrera subidos en el tren del detallismo, se podría decir que la húngara Anna Kövecses es la otra cara de la moneda. Sus piezas ponen a prueba los limites de esencialismo, rozando el descuido, casi con dejos de pereza técnica, Kövecses consigue composiciones que por razones que solo el subconsciente puede comprender, no solo enamoran desde un primer momento, consiguen hacerse un lugar de privilegio en la memoria a largo plazo.
Colores contrastantes pero amigables, trazos rústicos y robustos, personajes desconocidos en escenas familiares, son la tónica de una creativa prolífica y exitosa. «Mi inspiración proviene del Mediterráneo, de mis tres niños pequeños, de hornear pan fresco por la mañana, recoger naranjas y cultivar verduras en su jardín», comenta Kövecses, que ha sus 33 años se ha convertido en una de las voces autorizadas de la ilustración centroeuropea.
The New York Times, IKEA, BBC, Herman Miller o De Zeit, ya se han puesto en sus manos, una prueba inequívoca del talento y profesionalidad en una profesión que no admite errores. Este artículo recogemos un puñado de placas, comerciales y personales, para entender mejor el calibre de esta joven ilustradora.