Nacido en 1941 y naturalizado mexicano en 2003, Antonio Pérez González, popularmente conocido como “Ñiko”, nació y se educó en Cuba, donde formó parte de un grupo exclusivo de diseñadores que consolidó el movimiento cartelístico en el país. Diseñador gráfico y licenciado en Historia del Arte por la Universidad de La Habana, su carrera comenzó en 1957 en una agencia de publicidad. Enseguida se centra en la creación de carteles políticos para las campañas revolucionarias de los años sesenta y setenta. Su importante participación en el ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográfico) comienza en 1968, con el diseño de carteles para películas cubanas y extranjeras. Con un estilo propio – y aparentemente sencillo – para crear sus obras, Ñiko ha impartido la docencia del Diseño Gráfico en universidades de Cuba, España y México, desde 1970 hasta la actualidad. Es miembro del International Council of Graphic Design Association (ICOGRADA), posee la distinción por la Cultura Nacional de Cuba desde 1983 y sus carteles son “Patrimonio Cultural de la Nación Cubana” desde 2018, y “Memoria del Mundo” por la UNESCO desde 2017; también es Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) de México y, finalmente, en el año de 2021, la Universidad Veracruzana le otorgó el título de Doctor Honoris Causa. Actualmente vive y trabaja en Zoncuantla, Coatepec, Veracruz, México.
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Proyecto 80’s Antonio Pérez “Ñiko”
¿Cómo fueron tus primeros pasos en la profesión del diseño en tu país?¿cuál es la percepción de este trabajo, viéndolo en perspectiva desde el presente?
Comencé en la actividad de diseño gráfico en 1957 (tenía 16 años). Inicié preparando originales de anuncios de prensa para diversos clientes de la Agencia de Publicidad donde trabajaba. Posteriormente, llega un cambio social significativo (la Revolución Cubana) y todo se hace diferente. Desde la manera de trabajar hasta la de crear, para temas sociales y culturales y cuantas necesidades de propaganda se requirieran.
Sin la indispensable experiencia me atreví a enfrentar el reto de hacerlo con solo la creatividad que tenía. Comencé a diseñar carteles políticos, de todo tipo. Para despertar conciencia, de movilización a eventos políticos y cuantos temas fueran necesarios. Lo que se hacía era revisado por personas que sabían de los propósitos ideológicos indispensables. Nosotros escuchábamos y proponíamos imágenes.
Y así fue pasando el tiempo y con éste… madurando y llenándonos de experiencias. Las dificultades materiales eran una constante que estaba presente en el trabajo. Sin pintura, papel, e información documentada, transitaba nuestro esfuerzo. Esa era la constante. Lo bueno de ello, fue que lo creativo e imaginativo se desbordó. Y sin duda, viví un tiempo donde cada diseño estaba avalado por nuestra creación e imaginación. Eso permitió que los trabajo que hacíamos fueran diversos y diferentes.
Después llegó un período de creación con resultados distintos. En 1968, comencé a trabajar para el cine cubano y permitió acceder a lo que se quedaría en toda mi vida gráfica: ser diseñador de carteles. Donde lo sugerente se convirtió en lo principal para cada uno de ellos. Disfruté al extremo. En el ICAIC (Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfico) fui feliz. Cada trabajo se llevaba a cabo con responsabilidad y el interés de mostrar algo que fuera diferente en todos los sentidos. Por ello, y a la distancia de los años transcurridos por la labor realizada esos carteles son hoy, parte de la “Memoria del Mundo” por la UNESCO. ¿Debo decir más?
¿Crees que se reconoció la importancia de este trabajo?
Bueno, acabo de mencionar lo que esos carteles significan para el lugar que los promocionó y para nosotros. En su momento había un ambiente lleno de creatividad e intercambio imaginativo. Junto con ello, se le hacía a cada película exhibida su cartel para promoverla. La ciudad se llenó de estos impresos. Colocándolos en un llamado “paraguitas” reconocido así por su forma similar que servía para mostrar el trabajo realizado. Así hicimos más de 300 carteles de películas de todos los temas inimaginables. A nuestro departamento de trabajo llegaban personas de todas partes del mundo en busca de ejemplares para llevarselos como regalos. Se exponían y de ello salieron muchos coleccionistas que se mantienen hasta la fecha. Fuimos invitados a diversos lugares para hablar de ellos. Aún hoy se producen exposiciones que nos dejan con el corazón latiendo de gozo. En 2020, en el Museo del Louve en París se realizó una exposición de carteles cubanos, magnífica, con un catálogo único. Y a lo largo de todos estos años nuestro trabajo ha sido motivo de muchas exposiciones y reconocimientos. Considero que el cartel cubano de cine fue Escuela en muchos lugares por su manera de tratar la forma y el contenido.
¿Cómo era el entorno cultural de tu país en ese momento?
A pesar de las dificultades materiales y el bloqueo impuesto por el vecino del norte, la cultura en general se mantenía. Sobre todo en el cine donde se lograron filmes extraordinarios. La literatura, con las publicaciones de libros. Y qué decir de la música que forma parte sustancial de la cultura cubana. Y el diseño gráfico que dominaba todo lo que era producido para estas actividades de la cultura nacional. Cada organismo tenía su equipo para realizar la propaganda que necesitaba de promoción. Y esto creaba un ambiente repleto de imágenes gráficas que nos ayudaban a ser más responsables en lo diseñado.
En ese momento, todo el trabajo de diseño se realizaba manualmente. ¿Crees que con la llegada de las computadoras has perdido algo, o crees que la esencia del diseño sigue siendo la misma, sin importar las herramientas?
Creo que en la vida uno se adapta y ajusta a lo que tiene. En su momento sin recursos le dimos rienda suelta a la creatividad y se lograron trabajos que aún son emblemáticos en la actualidad. Si en ese instante hubiéramos tenido la posibilidad de recurrir a esos adelantos, tal vez tendríamos otros resultados. Pero, quiero pensar que así fue nuestra historia gráfica y hoy nos damos vuelo haciendo y creando con más exactitud todo lo que se nos ocurre. En verdad no cambio lo que vivimos en aquellos tiempos ni lo pongo en una balanza. Fui feliz y ahora en este instante también lo soy.
¿Crees que tu trabajo podría haber sido diferente si hubieras tenido acceso a todas las herramientas tecnológicas que tenemos hoy? ¿O no cambiaría en absoluto?
Y… lo dije en la anterior pregunta. Hoy tenemos mucha información para afrontar cualquier tema. Y lo tecnológico es para asombrarnos todo el tiempo. La calidad del resultado es magnífica. Pero lo que hicimos ayer consolida lo que hacemos hoy. En su tiempo cada trabajo costaba un enorme esfuerzo, que ahora se convierte en experiencia. Por todo lo que practicamos y aprendimos en ese instantes, somos maestros de muchas generaciones de estudiantes de diseño, que ya son profesionales. Por eso, y agradecido a la vida, sigo en activo creando más y más. Así viví y así vivo. No vale la pena cambiar algo de lo que pasó.
Mirándolo hoy, si pudieras, ¿hay algún trabajo propio que hubieras cambiado o hecho de otra manera?
Tal vez todos. Pero ¿para qué hacerlo? Salieron y se hicieron como era en ese momento. Con errores dados por lo que conocíamos y podíamos realizar. Lo importante para mi, siempre es comparar. Porque con ello aprendes. Además, ¡qué aburrido sería si la perfección se hubiera hecho cargo del trabajo que realizaba! Por lo que respondería sin titubeos: se quedarían de la manera que salieron creados de mi hacer… y suficiente.
En mi juventud tuve una necesidad vital de consumir revistas internacionales y publicaciones de diseño, como Graphis, Idea, Novum y otras, ya que en mi país (Brasil) no teníamos nada local. ¿Cómo ha sido esto en tu caso particular?
En la época en que trabajabámos en Cuba conocía de esas importante publicaciones. Pero simplemente borradas de nuestra posibilidad de obtenerlas.
Después en México, conseguí diversos números de ellas. Que hoy las guardo como un tesoro gráfico valioso. También en 1993, la revista Idea (Japon) realizó un número especial por su 40 aniversario e invitó a 100 diseñadores del mundo, y en su página 80 aparece mi trabajo. Por esa actividad y como proyecto de la Bienal de Carteles de México se logró en el siguiente año un número especial para diseñadores de América Latina, (esto nunca había ocurrido). Y también me solicitaron la cubierta de esa edición. Lo tengo como un verdadero premio y estímulo del trabajo realizado en tantos años. ¡Qué maravilloso que existieran esas revistas!
El término «diseño», aplicado a todo y a todos, incluidos los nuevos edificios residenciales, ¿es una trivialización de esta profesión?
No lo creo. El diseño gráfico es un trabajo que nos llena de gozo. Del ejercicio de hacer mucho. Buscando lo que no es común y llenando nuestro entorno de una especie de arte sin paralelos. Lo gráfico viene desde la prehistoria. Los diseñadores de entonces lo dejaron en cada piedra que les interesaba. Lo hacían de manera simple y donde la forma dejaría muchas preguntas a la historia de la humanidad. Hoy tenemos todo para simplificar lo que necesitamos. Y siguen descubriéndose otras maneras de hacer. Cada generación propone nuevas formas y contenidos. Creo, que eso ha divertido a la humanidad por siempre. Y seguirá. Lo que vemos ahora está repleto de imágenes, que nos asombran y por ello se han creado museos especializados para guardar ese acervo. Tenemos la responsabilidad de que las nuevas generaciones le quieran, respeten y se incorporen a su hacer.
Hoy me parece que hay un total desinterés de los jóvenes por la información, el conocimiento, etc. Milton Glaser ya dijo que los estadounidenses desconocen todo lo que sucedió hace más de 5 años. Es un hecho que estamos viviendo un desastre cultural, no solo por lo que se ofrece sino también con indiferencia por parte de los jóvenes. ¿Cómo lo ves en comparación con otras épocas?
Diría que es cierto que existe apatía por lo que tenemos y hacemos. En general pienso que los instantes en su tiempo se repiten de maneras similares. Haciendo que lo que vivimos en una época con cierto interés se vuelve a presentar con muy pocas diferencias, pero esto porque lo que desarrollamos se manifiesta con sus disímiles aportaciones. Por ejemplo, antes en mi juventud no teníamos información gráfica y cuando nos llegaba algo se convertía en un tesoro. Hoy es mucho lo que poseemos y por ello se torna cotidiano y no se dan cuenta el valor de tenerlo y disfrutarlo. También estoy seguro que la enseñanza, por lo menos del diseño, debe cambiar y hacerse mucho más práctica y documentada. Tuve momentos en que mis alumnos en un semestre diseñaban 30 carteles. El ejercicio de la práctica abría la confrontación a una dimensión asombrosa. También los temas deben ser creativos y diversos. Por supuesto que se necesita lo teórico, como apoyo y sustento del mucho hacer. Sin embargo, esa práctica nos enseña a ver y esto es resultado material de lo que somos capaces de imaginar y dejarlo impreso para la sociedad y la historia gráfica.
La pregunta clásica: si tuvieras algún consejo que dar a la nueva generación de diseñadores, ¿cuál sería? ¿Y por qué?
Es fácil. Hay que trabajar mucho sin restricciones que le frenen. Pensar con notable imaginación debe ser la constante de cada uno. Ser curiosos y estar prestos a explorar todo lo que nos rodea. Hay mucho que aprender. No solo en los jovenes sino en cualquier edad. Sentirse contento cuando llegamos a un mejor nivel de creación. Poner a prueba lo sugerente por siempre. Desechar lo evidente que no deja pensar. Llenarse de todo lo que el humano ha hecho para enriquecer el desarrollo sensible de cada ser. No creer que nuestro trabajo es deficiente sino que podemos hacerlo cada vez mejor, para que trascienda hasta convertirlo en algo bello. No detenerse porque estamos cansados, seguir en busca de lo bueno que nos da el vivir… haciendo. Y borrar esa expresión de que no se me ocurre algo.
En una ocasión estuve mal de salud. Estoy seguro que pude superarlo porque en ese momento me invitaron a hacer unos 25 carteles de cine. Hice 76, y con los primeros realicé una exposición, además que se publicaron en una revista española para coleccionistas de cine. Hoy los veo y no me arrepiento de haber estado mal de salud. Fue una medicina distinta para curar cualquier mal: creer en lo que podemos hacer y llevarlo a cabo, seguros de que lo lograremos. Por eso debemos trabajar sin descanso.