Carlos González nació en Lima en 1936, y es un artista plástico que ha sabido adaptarse a la realidad contemporánea que la vida le ha impuesto. Se trata de un creador de muy rigurosa formación y de un acentuado sentido de autocrítica. Sus trabajos van desde la escultura hasta las artes plásticas, pasando por supuesto por la pintura.
Desde 1957 ha sido ganado por el diseño gráfico convirtiéndose en uno de los auténticos protagonistas de la rápida evolución de este arte en las últimas tres décadas. Carlos combina su trabajo creativo de artista gráfico con el de artista plástico, lo que se expresa en su obra de cientos de carátulas para libros, folletos, colecciones, enciclopedias y óperas magnas. Además, Carlos es docente en prestigiosas instituciones educativas, siendo uno de los más notables maestros de la comunicación visual en el Perú.
Sitio web: www.carlosgonzalezr.com
Facebook: Carlos González Ramirez
¿Cómo fueron tus primeros pasos en la carrera del diseño en tu país? En otras palabras, ¿cuál fue la percepción de este trabajo en ese momento?
Como es natural, esto empieza un poco antes del colegio, desde chico. Yo entré al colegio italiano y resulta que a los tres días ya estaba en el cuadro de honor. Cuando pasé a los Maristas fue lo mismo: gran éxito como estudiante en general, como dibujante en particular. En tercer o cuarto año de media conocí a Boris Vallejo y a Hugo Zanci, que era de Don Bosco. Hubo un gran concurso de retrato y lo gané yo.
Por el lado de la familia tenía que ser médico, pues había clientela cautiva. La mitad de mi familia era médico o dentista, o sea que salía de dentista o de médico a ganar plata.
Cuando salí con que iba a ser torero resultó muy gracioso. Dicho sea de paso, tenía capote, montera, todo. Era algo así como una especie de amenaza que no sabían si era en serio o no. Y bueno, una noche me dije a mí mismo que tenía que pensar un poco las cosas. Finalmente decidí que entraría a una agencia de publicidad, y esa agencia fue McCann Erickson. Cuando entré a McCann encontré un mundo nuevo, allí había gente diferente, se hablaba de todos los temas, se discutía de todo, de pintura. Y luego de unos tres años de formación general en McCann vino una etapa de búsqueda personal.
¿Se reconoció la importancia de este trabajo?
Sí. Tal vez sería una lista demasiado extensa para esta página, pero en mi página web me encuentras como diseñador y artista plástico, con unas 20 exposiciones individuales y colectivas de diseño gráfico, en el país y el extranjero; unas 25 exposiciones individuales de pintura y escultura en el país y el extranjero; y 20 premios en concursos de Diseño Gráfico.
¿Cómo era el entorno cultural del país en ese momento?
Lima era más pequeña. Y toda la vida económica y cultural estaba en el centro de la ciudad. La publicidad en agencia y el diseño era otro mundo, era un mundo de luz y color, de opiniones libres, había opiniones extremistas, había opiniones conservadoras. Y luego, fíjate, todos estábamos a una cuadra de distancia porque Bracamonte tenía su oficina en el Edificio Peikard, y Bovey y Bosshard estaban en el mismo edificio, tres pisos más abajo. Estaba Bracamonte, había un publicista, Raúl Salazar. Barandún estaba a una cuadra. Ese edificio Peikard frente al Peruano-Suizo, frente a la iglesia San Agustín, era muy importante, uno alternaba con gente muy reconocida. Ahí estaba Luis Bedoya Reyes (que llegó a ser Alcalde de Lima) y don Mario Polar, que tenían su estudio en el piso séptimo o algo así. Y también llegaban a Lima importantes figuras como el gran ilustrador argentino Guillermo Mordillo, con quien llegamos a tener mucha amistad, pues coincidimos en McCann.
Por entonces, todo el trabajo de diseño se realizaba manualmente. ¿Crees que con la llegada de los ordenadores has perdido algo, o crees que la esencia del diseño sigue siendo la misma, sin importar las herramientas?
La computadora es una herramienta más, pero todo depende de uno. Es uno quien debe servirse de ella.
Hace unos diez años me hicieron la pregunta “¿Qué significa la computadora?”. Y yo dije: “Significa que puedes hacer muchas cosas que antes no se hacían».
¿Crees que tu trabajo podría haber sido diferente si hubieras tenido acceso a todas las herramientas tecnológicas que tenemos hoy? ¿O no cambiaría en absoluto?
Es importante mencionar la retroalimentación. Si bien la creación influye en la técnica, la computadora a su vez te sugiere otros recursos. Hay que aprovecharlos. A la vez hay cosas que tienen su propia manera de hacerse, como la técnica del scratchboard, que rayabas directamente en una cartulina negra y salía en blanco. Y trabajabas con unos aparatos que parecían de relojería. ¡Precioso! Bueno, esa técnica se sigue usando en Estados Unidos para muchas cosas, está vigente.
Mirándolo ahora, si pudieras, ¿hay algún trabajo propio que hubieras cambiado o hecho de otra manera?
Lo fabuloso ahora es la rapidez. Por ejemplo, en el año setenta hacías un arco iris pintado. Y si salió lindo, pero muy delgado… había que hacerlo de nuevo.
¿Qué pasa ahora? Tú ni siquiera lo engruesas… mirando a otro lado le dices al artefinalista: “Oye, engruesa ese arcoíris”, o: “Házmelo más finito”, o también: “Sabes qué me has dado una idea: duplícalo, triplícalo…” Eso es maravilloso.
En mi juventud tuve una necesidad vital de consumir revistas internacionales y publicaciones de diseño, como Graphis, Idea, Novum y otras, ya que en mi país (Brasil) no teníamos nada local. ¿Cómo ha sido esto en su caso particular?
Yo ya conocía la Escuela de Bellas Artes, y me parecía un mundo lúgubre. Cuando entré a McCann, de golpe y porrazo había a la mano una cantidad de libros y revistas especializadas. Por ejemplo, cada dos meses llegaba el ejemplar de la revista Graphis y tú sabías que ahí venía lo mejor; por decir, un artículo sobre afiches, etc. En fin, ese fue mi encuentro y aventura con la publicidad, con el diseño gráfico.
El término «diseño», aplicado a todo y a todos, incluidos los nuevos edificios residenciales, ¿es una trivialización de esta profesión?
Si, una trivialización, lo es, pero es la época en sí, hay una banalización que abarca a muchos aspectos, sobre todo, de la cultura, inclusive a la misma internet. Y ahí la superficialidad tal vez se deba precisamente al exceso de información.
En mis inicios los diseñadores gráficos en Lima no pasábamos de diez y posiblemente había unos 150 dibujantes publicitarios en las diferentes especialidades (bocetista, arte finalista…)
Hoy me parece que hay un total desinterés de los jóvenes por la información, el conocimiento, etc. Milton Glaser decía que los estadounidenses desconocen todo lo que sucedió hace más de 5 años. Es un hecho que estamos viviendo un desastre cultural, no solo por lo que se ofrece sino también por la indiferencia de una parte de los jóvenes ¿Cómo lo ves en comparación con otras épocas?
En las escuelas de publicidad de los años 60 ellos tenían una formación autodidacta, se aprendía mucho, pero no era una educación académica sino de orden práctico. Lecciones que me hayan dado a mí – que la puedes encontrar en un libro -, las puedo contar con una mano.
Sin embargo, estaba el otro aspecto, lo que veías, lo que escuchabas. Cada hora podía haber una opinión que era toda una lección, yo me acostumbré a eso.
Pero esas cosas que tú escuchas de vez en cuando son el resultado de la experiencia de una persona que tiene diez o quince años trabajando en el asunto. Había que estar con la oreja bien parada.
Hoy toda la información está a la mano, y quizás es por eso que no se interesan.
La pregunta clásica: si tienes algún consejo que dar a la nueva generación de diseñadores, ¿cuál sería? ¿Y por qué?
Al programa ustedes le piden algo y les da una respuesta electrónica. Pero a veces se necesita una respuesta sensible, ¿no?
Por ejemplo: uno de los trabajos que primero hizo noticia fue el de un concurso – para celebrar un aniversario de la Municipalidad del Distrito de Nuestra Señora de Las Victoria – en el que habían participado todos: los dibujantes de agencia, los pintores, los diseñadores suizos (Stockli, Barandún, Bracamonte, Liendo), Luchín Cárdenas, todo McCann… todos.
Hubo 94 participantes. Yo fui el número 94.
Mi afiche ganó! Tenía la V de la victoria, y esa idea de identificarse por medio de “la V de la victoria”, ese concepto, es la «respuesta sensible» que aporta el diseñador, ya sea que se encuentre detrás de un lápiz, de un pincel o de una computadora.