Nacido en 1930, Claude Dieterich es un diseñador gráfico, calígrafo, diseñador de letras, ilustrador y profesor originario de Avignon, Francia, donde estudió arte y diseño. Trabajó durante una década en Paris, en diseño editorial y diseño de libros, además de hacerlo como diseñador de interiores y en el rubro de antigüedades. Llegó a Lima, Perú, en 1961, para trabajar en la Feria Internacional del Pacífico, y ahí se quedó por 25 años. Claude tuvo un papel fundamental en el desarollo del diseño gráfico de ese país, inclusive iniciando la carrera de diseño gráfico en la Faculdad de Artes de la Universidad Católica. En los años ochenta viajó a los Estados Unidos para asistir a las clases del gran calígrafo y diseñador gráfico Hermann Zapf, en el Rochester Institute of Technology. Poco despues se mudó para los Estados Unidos -Nueva York y Miami-, y por 22 años dictó clases en una prestigiosa institución de San Francisco. Su trabajo ha sido publicado en numerosas revistas internacionales, así como también ha expuesto en las principales muestras y bienales gráficas del mundo. Claude es miembro del Type Directors Club de Nueva York, y actualmente vive y trabaja en Lima, Perú.
¿Cómo fueron tus primeros pasos en la carrera del diseño en tu país? En otras palabras, ¿cuál fue la percepción de este trabajo en ese momento?
En el año 1950, a los 20 años de edad, egresé de la Escuela Superior de Artes Decorativas, como se llamaba entonces. Allí estudie dos carreras: arte y diseño (diseño se llamaba entonces “artes aplicadas”. En ese momento no se hablaba de diseño en Francia, era una palabra desconocida que no se podía traducir en francés). La Escuela Superior de Artes Decorativas tenía una buena biblioteca donde podía consultar revistas como Graphis y otras publicaciones extranjeras.
Mis primeros trabajos se dieron en una pequeña agencia de publicidad en Paris, donde puse en práctica la rutina manual, la parte física y artesanal del trabajo. No me acuerdo de los mediocres avisos y carteles que tuve que hacer en esa época. Lo positivo es que me disciplinaron al trabajo manual que se practicaba en la época. Otra cosa positiva es que me hizo odiar la publicidad desde esa época.
A los 20 años yo pensaba que debía haber otra cosa mejor que hacer avisos y carteles para que la gente consumiera más. Esta mediocridad me asqueaba, sin comprender realmente lo que yo quería hacer de mi vida. Poco a poco, leyendo revistas de diseño internacionales (no había una publicación de buen nivel en Paris en ese momento), llego a cuajar en mí, el concepto de diseño.
¿Se reconoció la importancia de este trabajo?
Tuve muchas experiencias en este campo, no todas muy positivas, trabajé en múltiples disciplinas (diseño de interiores, antigüedades etc.). Hice diseño de libros y de revistas. Eran los años de salida de la guerra, Francia se reconstruía y los esfuerzos no eran precisamente en estética, las escuelas eran, aún, mediocres en su enseñanza.
Poco a poco se hizo claro en mí, que debía expatriarme para buscar un mejor porvenir. Yo era un profesional con diez años de práctica. Aproveché una oferta de irme como socio al Perú, para unirme a un grupo ya establecido.
Llegué a Lima en el año 1961 y trabajé con un grupo multidisciplinario: dos arquitectos y un diseñador de interiores. Yo fui el diseñador gráfico del grupo. Por fin podía poner mis ideas en práctica.
¿Cómo era el entorno cultural del país en ese momento?
En Perú la situación era muy diferente a la de Francia. Cuando llegué habían cuatro diseñadores suizos y dos peruanos. Como Suiza no había sufrido la devastación de la guerra, sus escuelas tenían un nivel superior, por esa razón los diseñadores suizos eran profesionales confirmados, así que me vinculé a los diseñadores y aprendí el idioma castellano en seis meses.
El entorno cultural era el de un país en desarrollo que tenia sed de aprender y de crecer.
Las oportunidades eran numerosas, éramos pocos diseñadores, había mucho trabajo. Había una gran cantidad de empresas e industrias que nacían. Para mi fue un periodo de gran actividad, diseñé imágenes corporativas, logos, envases de productos, revistas, libros…
Por entonces, todo el trabajo de diseño se realizaba manualmente. ¿Crees que con la llegada de los ordenadores has perdido algo, o crees que la esencia del diseño sigue siendo la misma, sin importar las herramientas?
En el Perú no se conocía la palabra diseño aún, nos llamaban “dibujantes”, no comprendían la diferencia entre las dos palabras. También nos llamaban “diagramadores”. Trabajé muchos años en diseño gráfico en Lima. Un día me llamaron de la Escuela de Artes Plásticas de la Pontificia Universidad Católica del Perú, ofreciéndome dictar clases de diseño gráfico, al que llamaban artes gráficas.
Como no tenía experiencia en la docencia, decidí enseñar del modo en que me habían educado en mi escuela. Dicté el curso durante 8 años, todavía no existían las computadoras. Desde la llegada de la computación electrónica se puede constatar una baja de calidad del diseño gráfico. Hay una confusión, los jóvenes estudiantes creen que estudiar diseño es estudiar un par de programas.
Hoy hay jóvenes que manejan muy bien estos programas y en vez de diseñar, copian imágenes que toman del internet, las modifican un poco, y llaman a esto diseño. En Estados Unidos llaman a estos individuos “computer workers”, o sea obreros de computadores. No los llaman diseñadores.
¿Crees que tu trabajo podría haber sido diferente si hubieras tenido acceso a todas las herramientas tecnológicas que tenemos hoy? ¿O no cambiaría en absoluto?
Tuve muchas influencias, al comienzo, en París, estaba muy pegado a la tipografía suiza o internacional, la Helvética. Luego me cansé de este pensamiento rígido de la escuela Suiza. Mas bien, me sentí atraído por algo mas variado y sutil, como la caligrafía.
Hermann Zapf fue siempre mi ídolo. También me han gustado Jan Tschichold, Robert Bringhurst, el Push Pin Studio con Milton Glaser y Seymour Chwast, Saul Bass, Brodovitch, Otto Storch, Chermayef, Bob Gil, Doyald Young, Pentagram, Lou Dorfsman, Herb Lubalin…
Mirándolo ahora, si pudiera, ¿hay algún trabajo propio que hubiera cambiado o hecho de otra manera?
En los ochenta fui a Estados Unidos para asistir a las clases de verano de Hermann Zapf, en el Rochester Institute of Technology (RIT), durante cuatro años seguidos. A raíz de estas clases, y de su alto nivel, decidí irme a vivir a Estados Unidos, y mi carrera cambió. Me dediqué más a la caligrafía, estuve dos años en New York, cinco años en Miami, y finalmente me mudé a San Francisco, donde me invitaron a dictar clases de tipografía, caligrafía y lettering en la Academy of Art University de San Francisco.
Cuando las computadoras llegaron, lo cambiaron todo. En realidad era una buena herramienta. Me acuerdo que el profesor de ciencia de la computación decía a sus alumnos: “La computadora no es más que un lápiz”. Era muy claro para los docentes, pero no para todos los alumnos.
En mi juventud tuve una necesidad vital de consumir revistas internacionales y publicaciones de diseño, como Graphis, Idea, Novum y otras, ya que en mi país (Brasil) no teníamos nada local. ¿Cómo ha sido esto en su caso particular?
En toda mi vida profesional, tuve la suerte y la costumbre de leer revistas y libros sobre diseño, tuve también la suerte de tener trabajos publicados en algunos de ellos. Yo he sido ávido lector de Graphis, de Gebrauchsgrafik, (predecesor de Novum) y muchas otras revistas y publicaciones. Me acuerdo mucho del libro de Emil Ruder, Tipografia, ¡que he manoseado tanto, que tuve que volverlo a comprar nuevo!
¿El término «diseño», aplicado a todo y a todos, incluidos los nuevos edificios residenciales, parece una trivialización de esta profesión?
Ahora que soy semi jubilado (uno no deja nunca de ser diseñador) pienso en la palabra diseño que no se conocía en el Paris de mi juventud, ni en la Lima de mi carrera profesional. Esta palabra, DISEÑO, que ahora se ha vuelto la palabra mas trajinada y mal usada, por espíritu comercial y por ignorancia o esnobismo, es usada por gente que ni siquiera practican el diseño. Aquí en Lima se puede ver letreros “hair design” en un local de peluquería, o “diseñe su ensalada”, en un restaurante popular. Ahora, las “diseñadoras” son las señoras que lanzan una nueva moda de ropas de baño, como también operadores de copias fotostáticas que se auto titulan “diseñadores”.
¡Hemos llegado a esto! Nuestra profesión ha sido tomada como rehén de la mediocridad, de la rutina comercial, de la falta de ideas. Se apropian el nombre de una disciplina para vender lo que no corresponde, es totalmente lo opuesto a ésta.
La computadora ayudó a esta nueva práctica. En el centro de Lima hay una calle entera en la que se puede tener un logo en quince minutos, por la suma equivalente a una comida. Presentan al cliente un catálogo de logos, clasificados por profesiones o negocios, el cliente escoge uno, o una mezcla de dos o tres diferentes logos (todos copiados de Internet), y se lo dan en quince minutos. ¡A eso lo llaman diseño!
La palabra diseño ha caído en la vulgaridad, como un atributo comercial y publicitario, es una palabra que han desvirtuado de su contenido, es una palabra descarriada, que demuestra la incomprensión y la indiferencia del público.
Hoy me parece que hay un total desinterés de los jóvenes por la información, el conocimiento, etc. Milton Glaser ya dijo que los estadounidenses desconocen todo lo que sucedió hace más de 5 años. Es un hecho que estamos viviendo un desastre cultural, no solo por lo que se ofrece sino también por la indiferencia de una parte de los jóvenes ¿Cómo lo ves en comparación con otras épocas?
Viendo el estado decadente en que se encuentra la cultura a nivel mundial (entre moda y esnobismo), pienso en la juventud y en mi profesión de docente (enseñé durante veintidós años en San Francisco). A veces pienso que los jóvenes diseñadores van a tomar la antorcha y levantar el nivel.
¿Estoy soñando?
La pregunta clásica: si tienes algún consejo que dar a la nueva generación de diseñadores, ¿cuál sería? ¿Y por qué?
Como consejo para un joven que comienza, yo le diría que debería tomar el proceso al revés. Debería aprender diseño, con un lápiz y papel, durante dos años o más, como lo he visto en Estados Unidos, con el uso de la computadora prohibido. Y cuando aprueban los estudios de diseño, recién pueden pasar unos meses estudiando Illustrator, Photoshop, etc. El concepto primero, luego la computadora. Pensar y sentir antes de actuar.
También evitar las modas y tendencias porque ellas duran poco tiempo.
Un conocimiento solido dura toda una vida, un buen trabajo es intemporal.
En todo movimiento, se crea un movimiento opuesto, es una ley de la vida.
¿Cuándo vendrá un movimiento opuesto a esta decadencia general?
Tengo una teoría: cuando se entrena caballos para salto, se les pone obstáculos. Los caballos que rehúsan el obstáculo varias veces están descartados, solo sirvan para tirar de las carretas. Si un estudiante en diseño no quiere hacer el esfuerzo pedido (no quiere aceptar el obstáculo), solo será capaz de hacer un trabajo mecánico, será un “computer worker”, un obrero de computadora. El esfuerzo es la clave del problema, en las nuevas generaciones, el esfuerzo muchas veces no está validado.
Si por desgracia se vuelve este alumno profesor algún día, transmitirá su indiferencia al esfuerzo a sus alumnos, y así, de una generación a otra, se transmite la idea del menor esfuerzo posible. Llegamos entonces al resultado de generaciones enteras jóvenes que no saben hacer nada con sus manos. Esto no es válido solo para el diseño, sino para cualquier disciplina. Si en cada clase o cada trabajo, doy lo mejor de mi mismo, y trato de hacer el esfuerzo pedido, poco a poco en cada intento, mejoro mi condición, estoy en una línea ascendente, y finalmente, después de repetidos intentos llego a la excelencia, al trabajo bien hecho que debería ser la meta. Sin consideración del dinero. Si no se quiere hacer el esfuerzo, se va en la línea descendente, y finalmente, no se puede ir más abajo.
Es lo que explica la decadencia actual.
Muy interesados la trayectoria y experiencia laboral como personal y adhiero a su preocupación por el estado actual del diseño . Si es verdad el esfuerzo es el camino para obtener el mejor resultado. El proceso incesante de búsqueda de una solución es parte de una cultura del trabajo editorial y gráfico.