El diseñador gráfico Domingo Baño Ahumada nace en Santiago de Chile en diciembre de 1938. Se formó profesionalmente en la Escuela de Artes Aplicadas de la Universidad de Chile, siguiendo luego un curso de postgrado en la Escuela de Bellas Artes de la misma universidad, e inicia sus actividades en el campo publicitario de la capital.
Al comienzo desarrolla su actividad en diferentes trabajos: pequeñas agencias de publicidad, productora de comerciales para cine, diseño de stands y, en forma particular, diseño gráfico, especialmente afiches, actividad esta última en la que adquiere notoriedad al ganar en 1966 sus primeros premios en concursos nacionales.
En 1968 se traslada a la provincia de Concepción para trabajar en el área publicitaria del periódico regional El Sur. En 1971 se integra como diseñador gráfico al Consejo de Difusión de la Universidad de Concepción, labor interrumpida en 1973 por el golpe militar que cierra varias facultades y el Consejo de Difusión. En 1974 reingresa a la empresa Diario El Sur como Director de Arte y Comunicaciones Corporativas, cargo que ejerce por más de treinta años.
La vocación de Domingo por el diseño de afiches lo llevan a participar en concursos donde obtiene premios y distinciones nacionales e internacionales. Su trayectoria y aporte al diseño gráfico ha sido reconocido con distinciones regionales y nacionales. En el año de 2017 Domingo publica su libro Afiches y +, que contiene una selección de 50 años de sus afiches e ilustraciones periodísticas.
Agradecimientos al maestro Vicente Larrea por hacer de puente con Domingo. De maestro para maestro.
¿Cómo fueron tus primeros pasos en la carrera del diseño en tu país? En otras palabras, ¿cuál fue la percepción de este trabajo en ese momento?Durante la enseñanza regular los profesores destacaban mis condiciones para dibujar, por lo que mi padre, español, culto, muy racional, le señaló a su hijo “artista” una escuela que le diera una profesión para “ganarse la vida”.
Ingresé a la Escuela de Artes Aplicadas, linda escuela de la que tengo grandes recuerdos. Era una escuela que al parecer su objetivo era orientar a los jóvenes con aptitudes artísticas hacia una artesanía que les permitieran integrarse con un oficio en la sociedad. Había ramos generales de Plástica (dibujo de modelos), Historia del Arte y Geometría Descriptiva, además múltiples talleres, entre ellos Artes Gráficas al que ingresé. Todos los docentes eran artistas plásticos consagrados y los ayudantes se encargaban del oficio. En Artes Gráficas hice grabado sobre metal, aguafuerte, aguatinta y litografía sobre piedra. En afiche (así se llamaba la especialidad que elegí) experimenté el oficio de trabajar en gráfica manual, nunca algo conceptual o teórico. Los estudiantes ya reclamaban cambios, queríamos saber de la cuatricromía, del offset, la serigrafía, de lo actual en esa época. De esos movimientos surgió una nueva escuela, en otro inmueble, donde las especialidades de Artes Gráficas y Decoración de Interiores se convierten en Diseño Gráfico y Diseño de Interiores. Formación que no conocí.
Reconozco que la escuela de Artes Aplicadas me dió sensibilidad plástica y oficio, y me hizo participar de la vida universitaria, que entrega valores, te involucra con la sociedad y te da un impulso cultural muy valioso.
Mis primeros trabajos fueron como dibujante en pequeñas agencias de publicidad en donde empecé a aprender otro oficio: el dibujo publicitario, con el que “me gané la vida”.
En esa época había muchos concursos de afiches, de campañas de bien-común, de eventos culturales, congresos, festivales, etc. Al término del concurso se hacía una exposición con los trabajos seleccionados. Aprendí mucho de esas muestras al observar múltiples soluciones para el mismo tema. Luego me atreví a participar: no había requisito previo y me permitió comparar mi trabajo con otros. Pronto algún trabajo fue premiado, con lo cual me sentí parte de esa actividad, en ese entonces, la más cercana al diseño.
¿Se reconoció la importancia de este trabajo?
El incipiente diseño gráfico no tenía reconocimiento en la sociedad, la industria o el comercio. Ni las agencias transnacionales de publicidad derivaban tareas de diseño a profesionales independientes.
En lo personal en eso de “ganarme la vida”, si. En las agencias que estuve pagaban (¿) por mi trabajo, ofrecieron mejor renta en otra similar y así salté de una en una hasta dirigir un equipo de trabajo gráfico en una productora de cine publicitario. En este proceso me di cuenta que no eran mis dibujos los que valoraban, eran mis ideas.
Intenté con una oficina propia de diseño, nunca recibí una tarea de ese tipo, aprendí como hacer un original de colores planos para imprenta, como se separaban los colores en la fotomecánica, como se hacían los clisés, etc. Sólo recibí trabajos de imprenta que ellos cobraban a sus clientes.
Trabajé en el taller de Santiago Nattino, cartelista que siempre admiré por sus soluciones gráficas simples, directas y novedosas, con las que ganó muchos concursos. Tenía una reducida cartera de clientes, pero le generaban tareas gráficas interesantes, como diseño de marcas, de envases, de afiches e impresiones serigráficas, además de diseños de stands para exposiciones, trabajo que compartíamos.
En un ambiente reducido si, creo que mi trabajo fue reconocido, especialmente por los jurados de los concursos de afiches. Hay profesionales del diseño gráfico que no participan en estos concursos por razones muy valederas. Pero, en mis inicios, fueron de gran ayuda porque aprendí mucho con ellos, además cuando fui premiado confirmaron mi vocación.
¿Cómo era el entorno cultural del país en ese momento?
A nuestra generación nos tocó transitar entre dos épocas: el final de la sociedad moderna orientada por el desarrollo y el progreso, y los comienzos de una sociedad que se designa como posmoderna, caracterizada por la individualización, la valoración de la diversidad y la expresión.
Los afiches nacen en escuelas artísticas que introducía valores estéticos muchas veces no necesarios para el comunicado, pero buscando que las personas disfrutaran la experiencia de lo bello. En la sociedad moderna de progreso y racionalidad surge el diseño de comunicación, funcional y utilitario, en donde el componente estético es sólo un medio en el proceso de comunicación visual y que cambia de acuerdo a la época. La variante de este recurso se percibe claramente en los trabajos de nuestra generación.
En la década de los sesenta se vivía en Chile un período de cambios estructurales impulsado por un agitado clima social y político, del cual cuando estudiábamos éramos protagonistas.
La actividad cultural emanaba con generosidad de las más importantes universidades del país. En gráfica destacaban los afiches culturales, anunciando montajes de teatro, festivales de cine europeo, encuentro de escritores latinoamericanos y otras manifestaciones artísticas.
Me siento feliz de haber vivido ese período solidario en plena juventud, descubriendo la literatura, la pintura, el teatro, el cine-arte y haber definido mi quehacer profesional.
El año 1968 un amigo que trabajaba en el diario El Sur, de la ciudad de Concepción, me invitó a esa ciudad para reemplazar un dibujante por sólo 15 días. Al término de ese plazo me ofrecieron contratarme y me quedé para probar. Chile es un país muy centralista: casi todo lo importante está en su capital Santiago. Ir a trabajar a un diario… y de provincia, era la peor decisión de un profesional que aspirara a crecer.
Pero fue muy interesante conocer un periódico por dentro: aprendí de sistemas de impresión, de tipografía, fotografía periodística y de medios de publicidad. Estaba en el área comercial y eso no me satisfacía plenamente.
Postulé a un concurso por un cargo de Diseñador Gráfico (primera vez que veía un cargo con ese nombre) en la Universidad de Concepción y logré trabajar en extensión cultural haciendo la gráfica que más me interpretaba. Lamentablemente esa linda labor fue interrumpida por el golpe de estado que cerró esa repartición universitaria.
En ese período tomé consciencia de que mi quehacer era diseño de comunicación.
Por entonces, todo el trabajo de diseño se realizaba manualmente. ¿Crees que con la llegada de los ordenadores has perdido algo, o crees que la esencia del diseño sigue siendo la misma, sin importar las herramientas?
Creo que la esencia del diseño se mantiene, independiente de la herramienta. Para quienes hemos pasado por el dibujo de línea transformado en un metal con relieve, los colores planos y sus tramas de diversos porcentajes, de la cuatricromía tipográfica, a la tipografía fotográfica y la impresión plana del offset, estamos acostumbrados a adaptar nuestro quehacer. Pero la tecnología de bip y pixeles fue un cambio extraordinario, de lo tangible a lo intangible.
Este cambio me afectó levemente sólo por mi trabajo de director, los que realizaban las piezas gráficas debieron tomar cursos. Pero como yo no operaba las computadoras, quedé sólo con nociones superficiales. Incluso hoy, todavía el trabajo de búsqueda lo realizo manualmente y sólo el arte final lo llevo a los programas gráficos.
Es cierto que ganamos en tiempo al estar liberados del oficio artesanal, pero ese tiempo ganado no lo aprovechamos en la articulación semiótica del signo. Porque todo ha cambiado y la presión de velocidad en el trabajo es mayor.
Creo que al diseño en general esta tecnología sí le afecta. No tanto por los programas gráficos, que por supuesto aprecio el salto cualitativo en la realización de comunicados visuales, pero con esta tecnología llegó la red internet, hecho cultural muy significativo. Pero en diseño aparecen crecientes prácticas que reemplazan el proceso de trabajo investigativo directo y la búsqueda de opciones visuales acotadas por soluciones finales que se copian o modifican sin traba ética alguna. Esta práctica puede transformar la manera de pensar y el contenido cultural de los diseños.
¿Crees que tu trabajo podría haber sido diferente si hubieras tenido acceso a todas las herramientas tecnológicas que tenemos hoy? ¿O no cambiaría en absoluto?
Las herramientas han sido fundamentales en el desarrollo y evolución de la humanidad. Pero en el caso particular de nuestro quehacer es difícil imaginar el resultado, porque lo que hacíamos era diferente, ni siquiera conceptualizábamos, no era diseño propiamente tal. El oficio, habilidad y destreza era nuestra fortaleza, no cualquiera podía hacerlo.
Hoy la fortaleza no está en la habilidad manual del que construye el signo. Como hablamos de herramientas, por supuesto, no considero la creatividad, que es fundamental, ayer y hoy, en la creación de un diseño.
Mirándolo ahora, si pudieras, ¿hay algún trabajo propio que hubiers cambiado o hecho de otra manera?
Si, cuando se aprende haciendo, como en mi caso, se va enriqueciendo el conocimiento y la percepción. Hay trabajos que si mejoraría, especialmente en el atrevimiento que da la madurez, la experiencia. Por supuesto sin tocar la estética que corresponden a una época que hay que respetar. Es historia.
En esto de aprender haciendo reconozco que cuando reingresé a la empresa Diario El Sur, con el cargo de Diretor de Arte, me involucré abiertamente con el trabajo periodístico y descubrí un nuevo e interesante campo: el diseño de periódicos. En ese diario “provinciano” la autoridad máxima de los contenidos periodísticos era naturalmente el Diretor, responsable de todo lo que se publicaba y quien le seguía en importancia era el Diretor de Arte.
En esa empresa logramos instalar el concepto que “el área periodística genera los contenidos y que el área de arte los hace visible”. Concepto que no conocí en otras publicaciones. El diseño es una profesión que se puede ejercer en muchos frentes.
En mi juventud tuve una necesidad vital de consumir revistas internacionales y publicaciones de diseño, como Graphis, Idea, Novum y otras, ya que en mi país (Brasil) no teníamos nada local. ¿Cómo ha sido esto en su caso particular?
En mi adolescencia y juventud no tuve conocimiento de revistas especializadas en diseño. Sólo cuando compartí el taller de Santiago Nattino conocí un par de anuarios que, por supuesto, los hojeaba con avidez.
Instalado en la provincia de Concepción, ya con bastante recorrido en la gráfica, un ejecutivo de Diario El Sur me trajo de regalo de Europa dos revistas Graphis. De la que me suscribí, según tu experiencia en forma tardía.
Es interesante analizar en qué medida esta alimentación con trabajos de otras culturas limitó la posibilidad de que América Latina pudiera tener una identidad en su gráfica. Destaco algunos casos, como el diseñador Peter Mussfeldt que, en Ecuador, realiza ese maravilloso diseño llamado “serie Pájaros”. También aprecio en otros grafistas que por medio del color tienen una búsqueda en ese sentido.
¿El término «diseño», aplicado a todo y a todos, incluidos los nuevos edificios residenciales, parece una trivialización de esta profesión?
Si, puede ser. Pero no creo que afecte nuestro quehacer profesional, son extensiones verbales. Los viejos sabemos que iniciamos nuestro trabajo sin el nombre de diseñadores, es más a muchos les gustaba que les definieran como “artistas”. En las agencias de publicidad, donde se hace grafismo, se les llama “Departamento de Arte” y hay un “Diretor de Arte”, y los verdaderos artistas no se molestan por aquello.
Nosotros con nuestro trabajo debemos marcar la diferencia.
Hoy me parece que hay un total desinterés de los jóvenes por la información, el conocimiento, etc. Milton Glaser decía que los estadounidenses desconocen todo lo que sucedió hace más de 5 años. Es un hecho que estamos viviendo un desastre cultural, no solo por lo que se ofrece sino también por la indiferencia de una parte de los jóvenes ¿Cómo lo ves en comparación con otras épocas?
Me parece que solo puedo opinar desde el campo de las comunicaciones, que es donde trabajamos los diseñadores gráficos. En el siglo XX se aprecia una decadencia de la era de la tipografía y un ascenso de la televisión, también es claro la relación entre las formas de comunicación y la calidad de la cultura.
La palabra impresa es mucho más que un recordatorio. Para los antropólogos la palabra es la única fuente de conversación compleja. Ahora, si está escrita, es mágica.
La opinión de Milton Glaser puede ser válida para Estados Unidos, realidad que desconozco. Pero aquí en Chile veo las librerías con jóvenes buscando leer. Escucho a las dirigentes estudiantiles y me sorprenden con su conocimiento. Es claro – son dirigentes – pero hay muchos que le siguen por sus ideas.
Ahora efectivamente hoy las pantallas son el medio preferente para enterarse de todo, y esos medios favorecen ciertos contenidos que no aportan mucho a la cultura y conocimiento. Tengo la esperanza que esta fiebre por estar mirando una pantalla decaiga cuando deje de deslumbrar como todo lo nuevo.
En esta materia existe responsabilidad en nuestro quehacer, recuerdo que yo terminé muchas charlas con la frase:
“Tengan siempre presente QUE NO SÓLO HACEMOS UN MENSAJE (visual o escrito) PARA LAS PERSONAS, TAMBIÉN ESTAMOS, HACIENDO PERSONAS PARA ESOS MENSAJES”.
La pregunta clásica: si tienes algún consejo que dar a la nueva generación de diseñadores, ¿cuál sería? ¿Y por qué?
En civilizaciones pretéritas los jóvenes recurrían a los “Consejos de Ancianos”. Hoy, como canta Silvio Rodríguez, “somos la historia que tendrá el futuro”.
La nueva generación de diseñadores no quiere consejos, quiere una oportunidad para desarrollar su talento. No me siento con autoridad para aconsejar a los diseñadores que se inician en esta disciplina, que tanta satisfacción me ha dado en mi larga y variada trayectoria.
Nunca hice clases en un instituto profesional o escuela universitaria de diseño. Impartí nociones de comunicación visual en escuelas de periodismo, gráfica en carrera de publicidad, publicidad en carrera de relaciones públicas y otros. La razón es ética, en este país han proliferado las universidades e institutos privados y casi todas ofrecen la carrera de Diseño Gráfico. En mi trabajo me he encontrado con muchos diseñadores profesionales titulados haciendo de todo, menos diseño gráfico.
No hay consejo, sólo los buenos deseos para que sus conocimientos sean requeridos, apreciados y valorados.
A propósito de las influencias de las revistas internacionales de diseño que circulaban en Chile y el Estilo Tipográfico Internacional o Escuela Suiza que se conoció en la década de los sesenta y setenta, escribí un artículo en la revista RChD Nº 3 «El estilo tipográfico internacional, su llegada a Chile. Desde las revistas a la letra transferible» o también lo he hecho reiteradamente en alguno de mis libros «Un grito en la pared, psicodelia, compromiso político y exilio en el cartel chileno», «El afiche político en Chile: 1970-2013» y mi último libro «Todos juntos: iconografía de la contracultura en Chile: 1964-1974».
saludos