El inquieto y prolífico diseñador gráfico Santiago Pol nació en1946 en Cardedeu, Barcelona (España), y llegó a Venezuela en 1954. Realizó su formación artística y académica en la Escuela Cristóbal Rojas en Caracas y en la Escuela Superior de Bellas Artes en París, Francia.
Perteneció a grupos de arte de la vanguardia venezolana del siglo veinte, como El Círculo del Pez Dorado, Ocho Peces Dentro del Pez, Taller Experimental de Arte y Taller Doce. Durante esta etapa compartió con otros artistas como Oscar Vásquez y Víctor Hugo Irazábal. También estuvo relacionado con los maestros Alirio Palacios, Víctor Valera, Alirio Rodriguez y Jacobo Borges. En Francia entró en contacto con Carlos Cruz Diez, Hugo de Marco y Víctor Vasarely.
Durante varios años trabajó en el diario El Nacional y en el Consejo Nacional de la Cultura (CONAC). En esta institución – que inicialmente se llamaba el INCIBA – desarrolló un importante cuerpo de trabajo vinculado al diseño de carteles desde el año 1968. A la par realizó un importante trabajo gráfico con el diseño de libros, portadas de discos, y ha sido ganador de innumerables premios nacionales y internacionales. El trabajo de Pol se ha exhibido en distintas ciudades de Venezuela y en várias ciudades del mundo.
Actualmente de vuelta en Barcelona desde hace más de 3 años -debido a las imposibles condiciones de vida en Venezuela-, este verdadero maestro del diseño de carteles ha elaborado más de 600 carteles para diversos temas y instituciones mundiales, en 50 años de trabajo.
instagram: @bcnpol @santiagopolc
¿Cómo fueron tus primeros pasos en la carrera del diseño en tu país? En otras palabras, ¿cuál fue la percepción de este trabajo en ese momento?
Epígrafe: Los Humanos Somos Animales Visuales (Joan Costa)
Soy autodidacta como diseñador: no tuve una formación de escuela de diseño. Estudié Bellas Artes en Caracas y Paris, pero me formé en la escuela de “la calle”, ya que sin terminar Arte Puro en Venezuela comencé a trabajar a los 17 años en una imprenta -que curiosamente se llamaba BARSA (Bolivariana de Arte y Reproducción Sociedad Anónima). Sus dueños eran catalanes y, por esta razón, su nombre comercial hacía alusión al equipo de futbol Barcelona. En Litografía BARSA aprendí de fotolito, separación de colores, impresión litográfica-tipográfica, linotipo y hasta lo que era el corte en guillotina de papel. Esto fue algo fundamental en mis inicios.
Luego trabajé en una minúscula agencia de publicidad. En el año 1965 monte una oficina de diseño, la cual fracasó porque metí la pata con la impresión de 3000 estuches para medicinas. Esto me obligó a buscar trabajo en el diario el Nacional como retocador fotográfico con aerógrafo, y allí fui formado por el director de arte del Miami Herald. Recordemos que en aquel momento no existían los ordenadores y, en consecuencia, ni sombra de fotoshop. Todo lo hacíamos manualmente. Además, en este periódico conocí la impresión con rotativa.
Más tarde en 1966 viajo a Paris, becado para estudiar Bellas Artes. La Ecole Superieur de Beaux Arts no me interesaba para nada: allí la enseñanza plástica estaba detenida en el siglo XVIII, mientras que en las calles del barrio latino bullía el arte moderno, donde el Pop Art, el Cinetismo y la Nueva figuración si eran atractivas para mí. Me interesó y me atrapó el arte cinético de Soto, Julio Le Parc y Carlos Cruz Diez. Incluso llegue a trabajar para Victor Vasarely creando una serie de obras que él tituló Obras Multiplicables. Esta experiencia me motivó en lo profundo para posteriormente poder diseñar.
Por razones ajenas a mi voluntad tuve que regresar a Venezuela. En el avión que me traía de vuelta a mi país tome una decisión: ¡VOY A DISEÑAR CARTELES! – me dije.
Ya de regreso a Caracas el maestro Alirio Palacios me dio trabajo y, a los pocos meses, diseñé mi primer cartel titulado Semana del Inciba, un homenaje gráfico a Victor Vasarely. Y desde aquel año de 1967 hasta hoy, deciembre del 2021, no he dejado de hacer carteles.
En los años sesenta se publicaba en Venezuela una revista de arte y cultura llamada CAL. Por primera vez vi en los créditos de la revista “diseño gráfico: Nedo” – ¡que descubrimiento! El diseño editorial de Nedo era genial: sus espacios negativos generosos, contrastes tipográficos impactantes, textos e imágenes en contrapunto me cautivaron, cada doble página parecía un cartel.
Luego en el año 1975 pude formar parte de un equipo de diseñadores singular: junto a Gerd Leufert, Álvaro Sotillo y Nedo diseñamos los sellos postales que significaron un importante avance en la gráfica filatélica venezolana. Hoy pienso que esta actividad fue algo así como un Master en diseño gráfico para mí.
Para finalizar resalto el hecho de que desde mi comienzo he tenido una triple función profesional en mi vida: docente, artista plástico, algo clandestino y lo que más se conoce de mi obra: diseñador gráfico.
¿Se reconoció la importancia de este trabajo?
En los años 80, expuse mis afiches en las carteleras del metro de Caracas. Esta muestra se tituló “Doce Kilometros de Afiches”. Visité la muestra en varias ocasiones, y jamás tuve una sola felicitación a pesar que miles de personas la pudieron ver. Esa experiencia me dejó una gran lección: el diseño gráfico no es el arte del espectáculo. Nosotros no tenemos aplausos al final de la función. El reconocimiento a nuestro trabajo como creadores visuales no es a costa del halago, sino la manera mediante la cual logramos entrar hondo y en silencio dentro la psiquis del público.
Claro que mi trabajo fue y es reconocido. Sino ¿cómo hubiera sido posible diseñar alrededor de 600 carteles lo largo de mi carrera? Diseñar no es un arte solitario: diseñar es poner en sintonía componentes diferentes, como economía, cultura, estética y comunicación. Para diseñar un cartel, además de lo anterior, hacen falta por lo menos seis especialistas en fotolito, impresión, corte y empaquetado a la hora de imprimir, y esto requiere de expertos profesionales.
Pero a finales de los años setenta sentíamos (y aquí hablo en plural) que nadie nos decía nada de lo que diseñábamos. Incluso a veces, después de trabajar muchas semanas en un cartel, se lo enviábamos a los clientes y ni siquiera se molestaban en acusar recibo del mismo. En ese entonces llegamos a pensar que nuestros carteles no comunicaban nada. Por lo cual reuní a mi equipo de diseñadores para plantearles esta inquietud y tomamos una decisión: ya que aquí en nuestro país nadie nos toma en cuenta, vamos a mandar nuestros carteles al exterior. Así lo hicimos, y enviamos nuestros impresos en tubos de cartón al MoMA, a la National Library de Washington, a la Bienal de Varsovia, al Museo del Afiche en Paris, a Graphis Poster en Zúrich y a otras instituciones que, a nivel mundial, difundían el arte del cartel o los coleccionaban. Para nuestra sorpresa todas estas instituciones respondieron positivamente en un tiempo récord. Entonces comprendimos que no estábamos equivocados, y que teníamos que seguir creando con el mismo afán. La mejor manera de recocer la obra de un diseñador es que sus trabajos se impriman y difundan. Este es el verdadero reconocimiento. Así fue desde el principio de mi carrera.
Tengo una anécdota curiosa: durante el año 1963 mi objetivo era la pintura. No tenía la menor idea de que cosa era el diseño gráfico. En la Galería del Pez Dorado en Caracas expuse mi primera muestra individual de dibujos en tinta china sobre cartón. Y allí ocurrió algo insólito. Un pintor, químico y quiromántico europeo llamado Harry Liepins tomó mi mano y me dijo, en su torpe castellano: “amigo, usted va a ganar muchos premios fuera de Venezuela, con trabajos impresos y enviados en tubos de cartón.” Increíble, pues los premios obtenidos en Bienales y publicaciones en mi primera etapa fueron obtenidos así: enviando mis carteles en tubos de cartón.
¿Cómo era el entorno cultural del país en ese momento?
Los años sesenta y setenta eran de mucho vigor cultural en las artes de mi país: floreció el teatro, la danza, la música, la literatura, la poesía y las artes plásticas. En consecuencia, las mismas necesitaban ser difundidas a la sociedad, esto ameritaba diseño gráfico impreso, pues era la única manera de que la gente se enterara de estas actividades culturales (cabe recordar que en esa época no teníamos las redes sociales de las cuales disfrutamos hoy). Tuvimos mucha suerte en ser sus propagandistas visuales. Nuestra gráfica reflejaba esta realidad, y lo asumimos con atrevimiento. El diseño fue un espejo de la realidad cultural de la cual se vivía en la primera época democrática de Venezuela. Era un momento en donde había una armonía total entre los emisores de cultura y nosotros, como sus propagandistas.
Por entonces, todo el trabajo de diseño se realizaba manualmente. ¿Crees que con la llegada de los ordenadores has perdido algo, o crees que la esencia del diseño sigue siendo la misma, sin importar las herramientas?
El diseño es un oficio que, a lo largo de su historia, ha demostrado una capacidad extraordinaria de adecuarse a los cambios e innovaciones técnicas. Los avances en este sentido siempre son aprovechados por el diseño para proyectarse mejor a la sociedad.
La computación ha enriquecido las posibilidades expresivas del diseño, y claro que su facilidad ha creado un mundo paralelo de improvisación gráfica. Antes, para diseñar, hacia falta de conocimientos mínimos de dibujo, color y tipografía. Hoy vemos a nivel de calle una enorme cantidad de basura visual, producida irresponsablemente por gente que solo sabe manejar programas de diseño sin educación visual. Esto es preocupante pues se confunde rapidez de edición con calidad de comunicación. Se de casos aquí en Barcelona en los cuales se obliga a los diseñadores a crear un cartel en menos de 24 horas. Esto es una bestialidad, pues para diseñar hace falta tiempo para pensar, investigar, dudar, equivocarse, rectificar o comparar.
El diseño de hoy tiene que hacer pensar a la sociedad. Cuando veo que la imagen y el texto dicen lo mismo siento que se irrespeta al público: si ponemos una flor y en el texto decimos “esto es una flor”, creo que se es estúpidamente obvio al crear, y así se produce una redundancia la cual no aporta nada a la imaginación. Lamento ver muchos carteles en la calles de Barcelona donde a menudo se cae en este error garrafal, aunado además a un pésima calidad cromática, tipográfica y semántica.
En mi caso, la plataforma digital es maravillosa. Antes de encender el computador realizo cientos de bocetos manuales, porque dudo mucho, creo que no se diseñar y, por esta razón, busco permanentemente clarificar el concepto con nuevas ideas. Tengo la necesidad de exprimir mi cerebro hasta descubrir la esencia del problema gráfico a resolver.
La computación ha creado la falsa premisa de que la tecnología lo hace todo a una velocidad vertiginosa, y los clientes frecuentemente carecen de una mínima educación visual, creyendo que la herramienta digital hace nuestro trabajo sin pensar, es decir, sin darle tiempo al diseño para madurar el concepto. A mi juicio el problema está allí, en esta perversa manera de irrespetar a los diseñadores.
Como quiera que estoy formado en la escuela manual del diseño, sé que soy un analfabeta digital. Pero, gracias a mis asistentes (gente joven y preparada), puedo enfrentar este asunto de manera airosa. Han sido varios los asistentes que he tenido, y hoy los sigo teniendo para estar al día con las innovaciones tecnológicas y crear diseños con responsabilidad social y estética.
En conclusión, el diseño no ha perdido nada con la aparición de esta nueva herramienta técnica. Todo lo contrario: ha multiplicado y facilitado nuestro trabajo gráfico.
¿Crees que tu trabajo podría haber sido diferente si hubieras tenido acceso a todas las herramientas tecnológicas que tenemos hoy? ¿O no cambiaría en absoluto?
Creo que el uso del computador al servicio del diseño gráfico ha significado el cambio tecnológico más grande de la humanidad, después que Johannes Gutenberg, en el siglo XV, creara la tipografía y los tipos móviles. Estoy seguro que si hubiera podido tener al ordenador a mi servicio desde mis comienzos seguramente mi trabajo sería diferente. Sin embargo, insisto en el hecho de que antes de encender el computador tengo que tener muy claro mi estrategia y forma de diseñar. Es curioso que hoy, que dispongo de una tecnología de punta, hago muchos más bocetos que antes, cuando todo se hacía manualmente. Porque para entregarle mis propuestas a mis asistentes tengo que estar muy claro en lo que necesito interpretar, tanto más cuando yo diseño en España y mi asistente actual, Susana Abreu, trabaja en Venezuela. No hay trato personal directo y todo lo tengo que explicar a distancia de una manera exacta.
A pesar de la velocidad digital, mi proceso creativo sigue siendo lento y reflexivo, me gusta tantear muchas ideas y disfruto aclarando mis dudas manualmente. Para mí es un placer enorme y un privilegio buscar incansablemente una idea. Utilizo mis estados de ánimo como combustible creador y, al final, entrego una sola idea – jamás entrego tres o más bocetos. Y casi siempre son aprobados y, si son rechazados, le pregunto al cliente el porqué de su rechazo y comienzo de nuevo desde cero. Me he dado cuenta que cuando un cliente razona su rechazo me suministra las claves de la solución creativa. A veces, saber lo que no sirve es la mejor manera de descubrir la solución gráfica.
Insisto: el siglo XXI es el siglo del diseño.
Mirándolo ahora, si pudieras, ¿hay algún trabajo propio que hubieras cambiado o hecho de otra manera?
Sí claro, muchos de mis trabajos los cambiaría. Más arriba mencioné que soy autodidacta, no tuve una escuela formal de diseño. Y dije que mi escuela fue la calle es decir diferentes oficios que al final me formaron a sangre y fuego para diseñar, y esto evidentemente me hizo cometer errores, particularmente en lo que a tipografía se refiere. De haber podido estudiar diseño me hubiera ahorrado desaciertos gráficos y conceptuales.
En mi juventud tuve una necesidad vital de consumir revistas internacionales y publicaciones de diseño, como Graphis, Idea, Novum y otras, ya que en mi país (Brasil) no teníamos nada local. ¿Cómo ha sido esto en su caso particular?
El diseño gráfico es dialéctico y se nutre de varios factores para evolucionar. Gerd Leufer, gran maestro pionero del diseño moderno en Venezuela, decía que el diseño siempre es perfeccionable, comparto plenamente su opinión.
Exactamente igual nos pasaba en Venezuela: estas publicaciones y libros de diseño eran la única manera de estar al día en diseño. Compraba y coleccionaba estas publicaciones, era mi manera de estar al día en este oficio y aprender de la creatividad mundial.
Curiosamente, pasados los años, se publicó un artículo sobre mi trabajo en la revista alemana Novum, y recuerdo su título: “Soy un volcán en la noche estrellada del Caribe”. Confieso que hoy, al escribir esto, tengo ganas de llorar de la emoción contenida desde aquel entonces.
¿El término «diseño», aplicado a todo y a todos, incluidos los nuevos edificios residenciales, parece una trivialización de esta profesión?
Sí, me he dado cuenta que el diseño de nuestros días es una moda. Como en todas las ciudades del mundo existen una cantidad enorme de escuelas y universidades que enseñan diseño, me he preguntado: “¿Dónde habrá mercado para tantos graduados de este oficio? ¿Serán fábricas de muertos de hambre?” Y me respondo a mí mismo: “¡No! el diseño es el oficio del futuro”. Basta ver la cantidad de inventos creados por el hombre como la computadora, los plotters, la holografía, la nanotecnología o las redes sociales etc. Para entender que estas tecnologías ameritan ser aplicadas por expertos que le saquen el máximo provecho, y eso sólo lo puede hacer los diseñadores.
Ahora bien y ya lo dije antes: la facilidad de poder usar las herramientas digitales ha traído en consecuencia que se disfracen de diseñadores algunos operadores que manejan muy bien las teclas, pero de manera improvisada y con miopía gráfica a la hora de diseñar. Allá ellos, el diseño de calidad dura en el tiempo, mientras que el diseño sin consistencia rápidamente desaparece.
La trivialización es, en todo caso, de los denominadores, de los que conceptualizan. Para mí el diseño está en todo, es nuestro gran telón de fondo.
Hoy me parece que hay un total desinterés de los jóvenes por la información, el conocimiento, etc. Milton Glaser decía que los estadounidenses desconocen todo lo que sucedió hace más de 5 años. Es un hecho que estamos viviendo un desastre cultural, no solo por lo que se ofrece sino también por la indiferencia de una parte de los jóvenes ¿Cómo lo ves en comparación con otras épocas?
Cuando me monto en el metro observo que casi todos los usuarios están pegados al celular. Mi nieta de 4 años va en el coche infantil, y sus padres le ponen un celular en la mano. Me atrevo a decir que mis nietos y bisnieta manejan mejor el teléfono que yo, pero esto tiene sus consecuencias, ya que hace al ser humano adicto a una realidad virtual o falsa. Veo pasar a los turistas por las calles de Barcelona y no dan un paso sin ver Google Maps: giran sobre su propios pasos para ordenar el norte de su andar. Pero ninguno sabe que es lo que tienen a su alrededor, porque solo confían en el teléfono – las redes sociales son la manera de evadir el presente. Dejan de mirar y de sentir por un selfie.
Es la manera de no estar aquí y en el ahora, es la forma de ver sólo una parte de nosotros mismos. Pero se deja de vivir el presente por estar en el mundo paralelo de la ilusión digital.
Es terrible asistir a una fiesta familiar y ver que nadie se mira, todos atentos tan solo de sus celulares o fotografiar lo que se va a comer, para que el mundo entero lo vea – en vez de saborear lo comida.
Es lamentable que tan solo se quiera aparentar, siendo al mismo tiempo indiferentes al conocimiento general.
Las redes sociales hacen vivir un mundo paralelo efímero que los transforma en seres humanos indiferentes a todo, lo que no representa el instante del presente.
La pregunta clásica: si tienes algún consejo que dar a la nueva generación de diseñadores, ¿cuál sería? ¿Y por qué?
La verdad no me siento capacitado para dar consejos a los jóvenes diseñadores, solo puedo parafrasear a Mahatma Gandhi: “el diseño no es un lugar, sino un camino”.