«La estética general es moderna y elegante, pero al mismo tiempo rinde homenaje a la rica herencia de la producción de aceite de oliva griego».
Por unas razones o por otras, la imagen del aceite de oliva de uso doméstico lleva décadas —por no decir desde siempre— moviéndose dentro de unos mismos parámetros. Tipografías, paleta, arte… todo parece beber de la misma fuente y ser cortado con la misma tijera. Sí, hay excepciones, pero solo para confirmar la regla. Por esta razón, la propuesta de la joven diseñadora ucraniana Yuliia Hrabynska tiene más valor si cabe. ¡Vamos a ello!
Oolio es un aceite de oliva extra virgen griego que busca posicionarse en el mercado como una alternativa segura para todos tipo de consumidores. El objetivo de Hrabynska era aportar el valor necesario para ayudar a la marca a conseguirlo de la forma más rápida y efectiva posible. Para ello, decidió ir a por todas y desmarcarse completamente de la competencia directa. ¿Cómo conseguirlo? Pues como mínimo, yendo a contracorriente.
«La identidad visual de la marca se basa en una paleta de colores llamativa con tonos verdes y amarillos que evocan la frescura y vitalidad del paisaje griego. Al mismo tiempo, el uso de colores brillantes y texturas contrastantes agrega profundidad e interés visual, lo que hace que la marca se destaque en un mercado más que saturado. La estética general es moderna y elegante, pero al mismo tiempo rinde homenaje a la rica herencia de la producción de aceite de oliva griego», comenta Hrabynska y agrega: «La fuente principal, Pomidor, se utiliza para transmitir una sensación de sofisticación y elegancia, mientras que la fuente secundaria, RL Madena, añade un toque de fantasía y alegría».
Efectivamente, a fuerza de alejarse de clichés y lugares comunes, Hrabynska consiguió componer un paisaje ciertamente atractivo y «sin querer, queriendo», mostrarnos un posible nuevo camino para cambiarle la cara al aceite de oliva de una vez por todas.