Desde que la crisis del COVID19 se instaló en nuestras vidas y pasó a convertirse en la única y exclusiva preocupación de todos, los medios de comunicación se han llenado de campañas publicitarias que abordan la problemática desde una perspectiva casi idéntica.
Marcas, corporaciones, fundaciones e instituciones públicas han variado sus estrategias de comunicación sobre la marcha para incorporar la actualidad (marcada por un hecho extraordinario y sus extraordinarias consecuencias) a sus mensajes publicitarios, independientemente de si están vendiendo cacao en polvo, energía renovable, la gestión de un gobierno o el anhelo de unas cañas en un bar.
La publicidad siempre ha bebido de la realidad, y las marcas necesitan seguir comunicando, seguir existiendo, aunque sea en este momento que nos mantiene en vilo y que marca, y marcará, el devenir de toda la sociedad.
El carácter urgente e improvisado de muchos de estos mensajes ha provocado que la mayor parte opten por los mismos conceptos: el heroísmo, la exigencia de responsabilidad, y de forma mayoritaria, el agradecimiento.
Es lógico. El carácter global de esta crisis hace muy difícil establecer diferencias entre unas sociedades y otras (hacerlo, además, sería contraproducente e insensato). Se difuminan las fronteras ante un problema que es de todos, y en el que todos actuamos de una manera muy similar.
Frente a la homogeneidad argumental de muchas de estas campañas creemos que existe la oportunidad, casi la obligación, de lanzar un mensaje que, desde la honestidad, no sólo aspire a tocar el corazón de la sociedad, sino que intente reconocer algunos errores obvios y aspire a provocar cierta reflexión.
Hemos necesitado una epidemia de enormes proporciones y trágicas consecuencias para que millones de ciudadanos reconozcamos la importancia fundamental y el valor del trabajo diario de los que hoy luchan en primera línea de batalla contra el virus.
Ciudadanos y ciudadanas que hacen hoy lo mismo que hacen siempre, algo que de pronto cobra un sentido y un valor extraordinarios.
Creemos que antes de dar las gracias, infinitas, debemos hacer algo más importante y difícil: pedir perdón.
Sólo a través de la disculpa podemos aspirar a un agradecimiento real. No hay forma más sincera de dar las gracias que reconociendo aquello en lo que nos hemos equivocado durante décadas. Para que no vuelva a ocurrir, y para que el agradecimiento que hoy expresamos con nuestros gestos se convierta en parte esencial de una sociedad que debería salir reforzada de una crisis que también es de valores. Porque si aprendemos lo que no hemos hecho bien, probablemente saldremos mejor.
Somos todos, o casi todos, los que hemos entendido que llevamos demasiado tiempo dando por supuesto el trabajo y el esfuerzo de muchos que hoy se han convertido en guardianes esenciales de un presente sin el cual no habría futuro.
Éste es un mensaje publicitario que no firma nadie, porque nos gustaría creer que lo firmamos todos.
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Perdón es el resultado del trabajo y la iniciativa de un gran grupo de profesionales de la publicidad, fotógrafos, productores, diseñadores…
Es un proyecto que no tiene firma y que nos lo han hecho llegar a Experimenta para compartir con nuestra comunidad.
Puede resultar difícil de entender ese anonimato en tiempos de marca personal y de voces autorreferenciales, pero es una iniciativa grupal que persigue otro objetivo: unirnos en el reconocimiento de nuestras carencias y en la fortaleza de nuestras acciones.
La idea surge de analizar los numerosos mensajes publicitarios que han proliferado estos días, todos ellos alrededor de la palabra “gracias”.
Pero también de reflexionar sobre todo lo que nos está ocurriendo.
Creemos que todo este proceso por el que estamos atravesando debe ayudarnos a mejorar, a salir fortalecidos, a corregir errores y a ser mejores que antes.
Ninguna marca/institución ha decidido lanzar un mensaje desde el perdón, porque quizá es una palabra que asusta, que compromete: Pero creemos que es tan importante, tan valiosa, como decir gracias.
Sus creadores han creído conveniente hacerlo, lanzar una pieza que la gente pueda utilizar como herramienta para expresar un sentimiento que puede ayudarnos, y ayudar a reconocer el valor de todos aquellos a los que hoy aplaudimos, y a los que seguramente debemos ver de otra manera a partir de ahora.
Tendemos a admirar a los que nos proyectan al futuro, y a veces se nos olvidan todos aquellos que nos mantienen seguros en el presente.
Nos cuentan que también podría ser un poema, o un meme, pero han decidido que sea un anuncio.
Porque es lo que saben hacer.
Anunciar un mensaje, una actitud y un compromiso, esta vez, no de una marca, sino de tod@s.