Para Álvaro Siza hacer proyectos, como afirma él mismo, significa «descubrir las cosas evidentes» y el diseño se convierte en el instrumento más adecuado para ello: un instrumento de conocimiento que lleva a una proximidad con lo real, un instrumento de proyecto que lo anticipa y lo interpreta. Reducidos a su esencia, los objetos de Siza adquieren una «segunda espontaneidad, conquistada mediante la instintiva sublimación del conocimiento».
"Es necesario saturar el diseño de intima seguridad, de serenidad, de algo incompleto como es cierta estabilidad, para que reciba algo de lo que le rodea, transformándose. Para que nada se destruya y nada destruya, inundando repentinamente el espacio y volviendo luego al anonimato" (Álvaro Siza).
Silla Álvaro Siza.
En su enfoque proyectual, los objetos se cargan de todos aquellos valores que están presentes en la materialidad de las cosas, en su verdad y esencialidad. Entendidos por el espacio mental y cultural que ocupan con su presencia masiva y explícita, sus objetos expresan esta condición sin veladuras, sin convertirse en la representación de algo distinto.
Concebidos para espacios determinados, se anulan hasta el punto de no convertirse en protagonistas absolutos, conservando, a pesar de ello, un grado de autonomía y definición que les lleva al anonimato, a «cierta banalidad que es una disponibilidad hacia la continuidad» (Álvaro Siza) y una disponibilidad hacia cualquier relación.
En este sentido es emblemática la Silla C1, diseñada partiendo del arquetipo (expresión de la cultura material colectiva) que la generó: una silla «normal, la silla que se dibuja en el colegio», cómoda, fácil de fabricar y con cuatro patas.
Siza investiga la naturalidad de las cosas, procediendo por aspectos funcionales, objetivos y circunstanciales, y no por tensiones formales. El objetivo de sus diseños no es llegar a un resultado formal o expresivo, sino aproximarse a lo esencial de un problema, pasando por los múltiples aspectos existentes en lo real, en el programa o en el contexto: aspectos de orden productivo, material, funcional y relacional. Diseñar no significa sólo diseñar objetos sino también sus contornos. Significa diseñar las razones que pueden justificar el diseño. La forma nace así de una cultura, adquirida y sedimentada en el tiempo, que se materializa en el hacer, con seriedad y compromiso.
El proceso es un camino lento, hecho de comparaciones, de constantes verificaciones, de decantación y reducción, que se recorre a través del diseño, diseño de funciones, de condicionantes y reglas, diseño de usos y deseos…no diseño de soluciones. La búsqueda de la solución ocupa una mínima parte del proceso proyectual. Resultado de este largo proceso son las lámparas Boa Nova, Fil o Flamingo; todos estos objetos satisfacen una necesidad, productiva o funcional, procediendo por sustracciones sucesivas y continuas.
Para Siza, pues, diseñar es un problema de tiempo: el tiempo necesario para descomponer un problema, para realizar ese largo proceso lógico que pasa por la arquitectura, la producción, el cliente, el material; el tiempo para comprender, recabar datos y alcanzar el resultado; el tiempo para distanciarse lo suficiente para poder observar desde lejos; el tiempo para volver a acercarse y participar emotivamente…
Siza recupera el sentido del tiempo a través de objetos que permiten un cierto desfase temporal entre el acto y su efecto retardado; como el tirador del cajón de una cómoda que provoca que se ralentice su apertura, dos centímetros de canto equiparables a instantes eternos y preciosos.
Siza conoce los medios a su alcance, los utiliza con un extraordinario sentido de la medida y en función de los condicionantes existentes. Es evidente que el abanico de disponibilidades y viabilidades técnicas y tecnológicas es ahora mucho más amplio que en sus primeros años de actividad, una época marcada por un desarrollo industrial y productivo lento y limitado, y por una artesanía de gran calidad y abierta al diálogo. Hoy las cosas han cambiado y lo que aún no se fabrica en Portugal se puede importar fácilmente gracias a la densa y eficientísima red de contactos y transportes que recorre todo el mundo occidental «posindustrial» o «posbiológico» –como lo definió recientemente Derrik De Kirckove–, por lo que gestionar esta disponibilidad casi infinita sin dejarse sofocar por ella se convierte en una tarea difícil.
En una realidad cada vez más fluida, donde la superficialidad del contacto marca las etapas de los procesos de aproximación a lo real y donde diseñar representa un nuevo acto de conexión y adhesión a la red de la comunicación global –un espacio cada vez más restringido, debido a la aceleración temporal de los procesos– el tiempo de Siza, su hacer sin prisas, los signos por él dejados, tímida y difusamente, en el territorio y en los espacios, se tornan actos de resistencia.
Los efectos del paradigma global que envuelve nuestra cotidianidad encuentran un válido contrapunto en los objetos de Siza, tranquilas presencias que restablecen una dimensión espacio-tiempo más acorde a nuestros ritmos biológicos.
Pensar en el trabajo de Siza nos recuerda, casi inevitablemente, a Enzo Mari, quien, con el único instrumento a su alcance, el proyecto, hizo «su resistencia», integrando en su poética un proceso proyectual (coherente con la realidad de la posguerra italiana), capaz de resistirse a las tendencias consumistas de la sociedad de masas. «El proyecto es una respuesta a la necesidad; el problema está en entender cuál es la necesidad (…)» (Enzo Mari).
Mari, a través de un esfuerzo de proyecto orientado hacia la integración del trabajo manual y el trabajo intelectual, logra convertir al obrero en un artista/artesano consciente de su arte y de la capacidad mayéutica y creadora inherente a él. Hoy tenemos a nuestro alcance un acceso fácil y peligroso a infinitos mundos y dimensiones espacio-temporales; lo infinito y lo ilimitado son los paradigmas de nuestra escala de medida, nuestro sentido de las proporciones es huidizo, múltiples y cambiantes son las relaciones entre las partes.
La capacidad de resistencia de Álvaro Siza se manifiesta con una actitud que busca «recuperar aquella sabiduría instintiva, hoy perdida, que ha regido siempre el estudio de las dimensiones, de las proporciones, de las relaciones entre las partes» (Álvaro Siza).
Sus sistemas de objetos, como sostiene Pierluigi Cerri, no exhiben tecnologías imposibles sino que muestran una atención por lo esencial que pone en evidencia la capacidad mayéutica de Siza, que se desvela en los preciosos silencios y en la suspensión temporal creada por… «un espejo sin marco ni bisel –un fragmento de espejo– apoyado en el suelo o a una pared. En él un miope observa formas, reflejos en movimiento, reflejos de reflejos. Así se alimenta el diseño» (Álvaro Siza).
El Espejo Alvaro, un espejo «normal», con una ligera, casi involuntaria disonancia, una esquina rota para poder apoyarlo. Es la búsqueda de un arquetipo y la expresión de las más íntimas razones de la materia … y del pensamiento.