El hogar bordado, el propio y los ajenos
Gran tema en el mundo del diseño, pero obviamente en el de todas las personas, la casa, el hábitat, o aún más, lo que llamamos, entendemos o sentimos por hogar.
Desde hace unos años a esta parte, la maestra artesana Ana Cristina Ferreira Santos, crea según sus propias palabras “arte en formato de casita” o mejor dicho “casinha” ya que es brasileña, más precisamente de Alagoas, en Maceio y empezó con lo que es ahora un gran emprendimiento social a través del bordado. Primero para salvarse a ella misma y a sus dos hijas de la miseria, ya que había quedado viuda muy joven y luego a otras mujeres de la zona rural. Actualmente unas 30 familias a las que capacita para que tengan un sustento a través del sanador trabajo con las manos.
“Comencé a bordar con 17 años en la zona rural de Penedo. Antes, desde muy chica, trabajé limpiando casas de familia hasta que a los 20 me quedé viuda con dos hijas. Fue en ese momento cuando empecé a usar mi pasión por el trabajo artesanal como una salida laboral que me permitía cuidar de mis hijas y trabajar”, adelanta Cristina. Quien a través de sus hilos retrata su cotidianidad enamorando a todos los que ven sus tiernas propuestas que trepan a cuellos en forma de collares, pero también a todo tipo de blanquearía -manteles, servilletas, mantas- e indumentaria.
“La iniciativa social surge en el 2013, cuando empecé a capacitar y sumar a mi proyecto a otras mujeres que también necesitaban buscar un sustento en una zona donde es muy difícil lograrlo ya que todos viven de la pesca o del campo”, cuenta.
¿Las casitas? “Soy apasionada por ellas. Además acá como es una zona rural no tenemos edificios. Las mías son un homenaje a la de mi papá donde vivíamos con mi abuela”.
¿Mi sueño? Tener nuestra propia casa donde seguir desarrollando mi emprendimiento ya que en la que estamos ahora -tanto el taller como el local de venta- es alquilada. Mi objetivo es seguir transformando vidas a través del bordado y llegar a muchos lugares”, remata.