Ligera, ultracompacta y de un marcado carácter minimalista
Aunque la tendencia —y el rabioso presente— nos indica claramente que la interacción con nuestro entorno tecnológico es y será inalámbrico, táctil y automatizado, también es cierto que existen voces interesantes y autorizadas, que nos hablan de humanizar nuestra tecnología, apostando por interfaces analógicas que ofrezcan al usuario una experiencia más personal, íntima, emocional. En este sentido, el diseñador industrial brasileño Max Kampa, ha completado un proyecto que bien sirve para ilustrar y poner en valor esta especie de fenómeno.
Se trata de Iris, una lámpara de sobremesa, ligera, ultracompacta (14,3 x 14,3 x 25 cm) y de un marcado carácter minimalista que, de forma sutil e inesperada, incorpora un ingenioso regulador de intensidad lumínica que cambia por completo una propuesta de por sí atractiva.
Sobre una base robusta, impoluta y tubular, descansa una pantalla semiconoidal, coronada por un discreto apéndice que controla una suerte de «obturador» que regula la amplitud del haz de luz.
De una simpleza casi insultante, este gadget casi intrascendente redefine un producto tan universal y versionado como las luminarias de escritorio. Brutal.