Soluciones viables para mejorar la forma y estilo de vida contemporáneo
Dao-Yi Chow y Maxwell Osborne, diseñadores y socios fundadores de Public School, una incipiente y provocadora marca de indumentaria neoyorquina, en estrecha colaboración con la Dra. Theanne Schiros, especializada en nuevos materiales (2D, inteligentes, biofabricables,…), son los responsables de un disruptor ejercicio creativo que aúna ciencia y diseño para ofrecernos un nuevo camino en la siempre competitiva industria del calzado.
El proyecto, que ha sido gestado en la matriz de One X One, una interesante incubadora estadounidense cuyo objetivo es servir como lanzadera y punto de encuentro para creadores y científicos que estén en la búsqueda de soluciones viables para mejorar la forma estilo de vida contemporáneo, propone una relativa nueva tipología de calzado con la sostenibilidad por bandera. «La gente piensa en la sostenibilidad como una limitación, pero yo la veo como una oportunidad para la innovación», comenta Schiros.
El objetivo de este talentoso tandem era ir un paso más allá y crear, no solo una zapatillas completamente reciclables, sino 100% compostables. Aunque la diferencia pareciera ser mínima y pertenecer al incierto territorio de la semántica, no lo es en absoluto.
Con este ambicioso objetivo en mente, Chow, Osborne y Schiros, comenzaron a explorar las posibilidades de las llamadas biopieles, así llegaron a SCOBY, una técnica/proceso bioquímico utilizado para la producción de ciertos alimentos, entre ellos la popular kombucha. Con una base de té y azúcar (sí, té y azúcar) este trio creativo consiguió desarrollar un sustituto viable para los textiles de origen animal y poner en entredicho a toda una industria. «Todo el proceso se basa en generar la menor huella de carbono posible. La LCA (Life Cycle Assessment = Análisis de Ciclo de Vida) realizada, muestra que este proceso tiene un impacto de toxicidad humana 1.000 veces menor que el del cuero curtido al cromo», sentencia Schiros.
Aunque el proyecto, tutelado desde One X One por Nadja Swarovski y Celine Semaan y patrocinado por Swarovski, Naciones Unidas y la Fundación Slow Factory, es apenas eso, un proyecto, las posibilidades inherentes —de llegar a consolidarse su producción en masa— son descomunales. Felicidades.