Conservar el carácter
Selgascano, el estudio de arquitectura español formado por José Selgas y Lucía Cano, vuelve a trabajar con Second Home, para quien ya diseñó un centro de coworking y reunión para empresas creativas hace algo más de dos años en Londrés. Situado en Lisboa, el proyecto ocupa un ala en forma de L del Mercado Ribeira, construido en 1882 y convertido ya en punto de referencia cultural de la ciudad. «La intervención trata de conservar el carácter de un espacio que se convierte en lugar de trabajo», explican los arquitectos, que destacan el carácter abierto del edificio original. Los pilares y cerchas metálicos que enmarcan los grandes huecos se mantienen, así como la idea heredada de un solo espacio abierto, donde las pequeñas empresas comparten una gran mesa, de 70 metros de longitud y 10 de ancho, que dividida en tres fomenta la relación y comunicación entre ellas. Un sentimiento de comunidad que encuentra su contrapunto en los cortes curvos de la mesa, pequeños ‘refugios’ donde se genera un mayor sentimiento de privacidad y es posible una mejor concentración.
Dos espacios completamente distintos
Aprovechado la planta en L, José y Lucía ha creado dos ambientes independientes: el de trabajo principal, que con la gran mesa ocupa el lado más largo; y el destinado al café lounge, situado en el ala de menor superficie. Diseñados como dos espacios completamente distintos, casi opuestos, cada uno tiene su propio ambiente y personalidad. Mientras que el primero, lleno de plantas y muy luminoso, está ocupado por los puestos de trabajo; el segundo, más oscuro, lleno de contrastes y colores fuertes, se reserva para que los trabajadores descansen y conversen entre si.
Reducir el consumo de energía
«Además del respeto por las preexistencias, reducir el consumo de energía del edificio fue otro de los objetivos de la intervención» señalan desde selgascano. Para ello, los arquitectos contaron con la colaboración del ingeniero especializado en medioambiente, Adam Ritchie, que les ayudó a eliminar el aire acondicionado y sustituirlo por un suelo radiante para frío y calor, apoyado por una ventilación natural controlada por motores y sistemas convencionales de invernadero. «Esto nos llevó a colocar 1.000 plantas encima de la mesa, que además de climatizar generan privacidad», comentan José y Lucía, que destacan cómo al entrar al espacio nadie repara en las 250 sillas, las 100 lámparas y las 250 personas trabajando en él, y son las plantas las únicas protagonistas».