La composición de The Last Gun, de Constantine Zlatev, consiste en el ensamblaje de una escopeta en desuso y chatarra que, una vez dotado de material electrónico, adquiere el aspecto de una flauta. El gasto militar y tecnológico es criticado en esta obra a través de armonías musicales.
The Last Gun, Constantine Zlatev.
La obsesión de Zlatev con el kaval, flauta cromática de los Balcanes y Anatolia, le persigue hasta que compone esta instalación, la tercera de su serie de Flautas Mecánicas. Un rum rum que no descansa hasta ver realizado un proyecto que, lejos de ser la plasmación empírica de bocetos previos, es el resultado de cálculos mentales. Pero los números tienen que rendir cuentas con el material industrial a disposición y, sobre todo, con sus limitaciones. Así como el escultor utiliza el cincel, aquí, el diseñador emplea una máquina de cortar metal para acoplar, modelar o arremolinar el hierro viejo hasta que de la materia bruta se desprende, con sinceridad constructiva, el diseño imaginado. En el proceso no intervienen ni programas de modelado 3D ni máquinas CNC (máquinas de Control Numérico por Computadora).
The Last Gun se construye en una escala cromática de 1/8 (C4-C5). La escopeta se ha quedado sin balas. En su interior sólo queda aire, aire comprimido que se desliza por el cañón y compone con uno de sus agujeros notas sostenidas y con el otro, notas naturales.
El diámetro de las aberturas ha sido calculado por una herramienta-web llamada Flutomat. La flauta incorpora válvulas neumáticas y pistones controlados mediante dispositivos electrónicos open-source (toda la información del diseño se pone a disposición del público en general). Los aspectos mecánicos de la flauta han sido programados en Arduino y la visualización de datos en un Raspberry Pi. Como colaboradores de la pieza, el autor indica al programador Kostadin Ilov y a la músico, Velina Ruseva.
La instalación de Constantine Zlatev pende del techo en la sala de exposiciones. A primera vista parece un órgano pero cuando las teclas dispuestas a lo largo de la superficie de la escopeta empiezan a tocar la sombría melodía, el objeto acaba por definirse como una flauta. La trágica pieza de música acompaña a un gráfico que muestra las subidas en el número de exportaciones de armas norteamericanas, interrumpida por una armonía vivaz cuando dichas exportaciones caen. The Last Gun es la rebelión personal de un artista contra la guerra que voluntariamente hace que su obra no sea interactiva porque, como él mismo nos dice, no quiere que este trabajo se convierta en un “juguete” interactivo. Quiere que el espectador vea y piense en lo que la obra representa.
The Last Gun, Constantine Zlatev.
Son tres los conceptos que se infieren de esta obra. La experimentación, en la que se enreda Zlatev para crear su objeto a partir de los límites impuestos por el material recuperado o para hacer de una escopeta una flauta capaz de desprender sonido de calidad musical. El reciclaje, como crítica al excesivo derroche industrial, antítesis del inmaterial consumo musical. Y el antimilitarismo, como denuncia del ingente número de exportaciones de armas desde Estados Unidos entre 1960 y 2009.