Hongos bioluminiscentes
Biolux es un proyecto experimental que estudia un tipo de hongo, el Panellus stipticus, y explora sus capacidades para desarrollar luz. De este trabajo podría surgir el próximo eslabón de la milenaria cadena evolutiva de la iluminación, pues en el futuro los interiores podrían estar alumbrados por este tipo de hongo bioluminiscente. El proyecto se desprende del trabajo de tesis de la diseñadora Alice Bonicelli para su Máster en Arquitectura de Interior y Retail Design por el Piet Zwart Institute de Rotterdam (Holanda), y es llevado a cabo con la colaboración del Departamento de Microbiología de la Universidad de Utrecht (Holanda).
La iluminación de los espacios interiores
Bonicelli, nacida en Italia en 1991 y radicada actualmente en Sídney (Australia), considera que el diseño contemporáneo «no se trata de forma o función sino de experiencias y de la capacidad de hacer tangibles los conceptos”. En ese sentido, la diseñadora encuentra desafíos a su medida en los confines del diseño especulativo, una disciplina que suele abrir espacios de debate y cuya naturaleza ficticia deja de lado por un momento el valor de lo verosímil para dar paso al vuelo de la imaginación. En este caso, Biolux se plantea especular acerca de cómo podría ser en el futuro la iluminación de los espacios interiores, experimentando en un terreno de la práctica científica poco habitual.
Cómo ampliar la potencia de la luz
La luz emitida en la actualidad por el Panellus stipticus es aún muy débil como para ser utilizada en dispositivos prácticos; una luz verde brillante difícil de captar para el ojo humano. Sin embargo, la investigación en curso intenta realizar un mapa genético del hongo, estudiar el genoma e identificar los genes responsables de la luminiscencia. Una vez identificados, la idea es “hackear” los microorganismos que producen la luz para realzar su brillo y, en consecuencia, sus usos efectivos. Los experimentos prácticos que realizan Bonicelli y su equipo científico buscan ayudar a comprender los factores de crecimiento del hongo y la relación de éste con la propagación de la luz emitida, a visualizar posibles aplicaciones y a estimar y probar la factibilidad y la funcionalidad del sistema.
Un sistema vivo, materia inanimada y orgánica
Alice Bonicelli diseñó un intrincado sistema de tubos que se rellenan de materia brillante, una red performativa en constante transformación; un sistema vivo en el que el espacio, la luz, la materia inanimada y la materia orgánica coexisten en una relación de intercambio mutuo. Para el desarrollo de los prototipos se escogieron tubos de PVC y azulejos de PMMA (polimetilmetacrilato) por la transparencia del material y su resistencia al calor para soportar las esterilizaciones; tubos rígidos que proporcionasen estabilidad estructural y flexibles que admitiesen cambios en la configuración. Todo el proyecto se apoya sobre conceptos biomiméticos: el interior como hábitat, la práctica del diseño de interiores como vehículo para imaginar esos escenarios, la naturaleza como principal inspiración.
El diseño biomimético
Esta forma de ver al diseño y a la vida implica diferencias radicales con respecto a los paradigmas imperantes en las actualidad. Su implementación puede resultar incómoda, pues cuestiones tan incorporadas a la práctica humana como la comodidad, la eficiencia o la estabilidad deberían dejar su lugar a la noción de interdependencia, a los cambios constantes, a ritmos más lentos y a una mayor conciencia del espacio habitado. El diseño biomimético se presenta como la disciplina ideal para plantearse este tipo de desafíos, pero la pregunta que surge es: ¿estamos preparados para estas condiciones de vida?