Cuestión de coherencia
Hay cosas que deberían estar inventadas desde hace tiempo pero que, por alguna razón, se resisten a aparecer en el mercado. El día que las ves, te das cuenta de la falta que hacía. Muchas de ellas permanecen dormidas en los cuadernos de “ideas” que acumulan polvo en alguna estantería o acabaron su vida arrugadas en alguna servilleta de cafetería de no se bien dónde. Otras, gracias al pundonor de los que con el tiempo llamamos visionarios, se hacen realidad.
Es muy habitual crear lazos emocionales con los objetos. Algún recuerdo de la infancia, un regalo de unos amigos, o un traje que nos pusimos un día especial. Lo que es más difícil es encontrar un producto que él por sí solo, además de su funcionalidad, nos ofrezca una narrativa que consiga que lo incluyamos en nuestra propia identidad. Así el usuario ya no es un espectador, sino un cómplice.
Cuando alguien se gasta mucho dinero en comprar una cámara de fotos, en un coche, o en un frigorífico es muy típico escucharle decir “me tiene que durar toda la vida”. Se ve mucho más acentuado cuando se trata de una vivienda, porque un piso sí que es algo que se suele comprar para toda la vida (y más teniendo en cuenta de que muchas veces las hipotecas son infinitas).
El sábado 16 de abril de 2011, en una soleada mañana milanesa, Gillo Dorfles recibía al equipo de Experimentatv para grabar esta entrevista. Editorial Experimenta, que con el profesor Dorfles ha mantenido una relación de amistad y profunda admiración, cuenta con una entrevista y diversos artículos del autor tanto en papel como online. Gillo Dorfles (Trieste, 1910), laureado en medicina con especialización en psiquiatría, es critico del arte y el diseño, pintor y filósofo.
En el ámbito del diseño, cuando hablamos de "ideas", a veces no está muy claro a qué nos referimos. Hubo un tiempo en que la idea era mucho más importante que la forma o, más bien, la sustituía. En algunos casos, parece que el diseño se asienta en la forma y en ninguna idea. Sin esencia, o sin fundamento, muchas veces nos dejamos engañar simplemente por lo visual. Se ven cosas, no ideas.
En mi opinión, la mayoría de las escuelas de diseño sirven para más bien poco. Y lo digo con conocimiento de causa porque conozco de primera mano muchas de ellas. Creo que fallan por varias cosas; en primer lugar, en el programa, las asignaturas a penas están relacionadas entre ellas y al final, el alumno se limita a tratar de pasar exámenes. A penas dejan espacio para la experimentación personal, se suele decir que "cuando trabajes no vas a poder experimentar".
Cuando vas en el metro, si te fijas, es raro el que no esté usando su iPhone o en su defecto su Blackberry, ya sea para mandar mensajes, consultar el correo, escuchar música o simplemente para jugar.
Comparto mi vida profesional entre la libertad proyectual que me permite diseñar desde mi propio estudio y la realidad, la practicidad y las restricciones del mundo industrial real desde el Dpto. de Diseño de una empresa fabricante.