La columna de Eugenio Vega: Perdidos en el espacio (y en el tiempo)
En una guía de la ciudad de Toledo, publicada en 1929, se hacía un encendido elogio a la cortesía de los naturales de la ciudad imperial hacia sus frecuentes visitantes: “la indicación de direcciones de la ciudad es innecesaria [en estas páginas], puesto que los guardias municipales, o cualquier ciudadano (todos amabilísimos), cumplirán gustosos siempre con el deber de decir dónde están situados” los lugares principales (González Simancas, 1929).