Echando el lazo
Es muy habitual crear lazos emocionales con los objetos. Algún recuerdo de la infancia, un regalo de unos amigos, o un traje que nos pusimos un día especial. Lo que es más difícil es encontrar un producto que él por sí solo, además de su funcionalidad, nos ofrezca una narrativa que consiga que lo incluyamos en nuestra propia identidad. Así el usuario ya no es un espectador, sino un cómplice.