La columna de Luis Montero: No soy un asistente de voz.
«Muchísimas gracias. No se imagina qué alegría es volver a verlo.»
¿Pero qué demonios estoy haciendo? ¿Qué forma es esa de saludar al recepcionista? ¿Qué forma ridícula de despedirse es esa? ¿Y ese tono? ¿De dónde lo he sacado? ¿Por qué hablo así? ¿Por qué no me dan una colleja? Me lo merezco. ¿Creerán que me estoy riendo de ellos? Yo lo pensaría. Yo me daría una colleja.