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La columna de Eugenio Vega: Un arquitecto en la Corte (de los milagros)

La columna de Joan Costa en Experimenta

La columna de Joan Costa en Experimenta

“No somos hijos de la tierra, somos la misma tierra, que siente y piensa. Se cambia el terreno de un país y cambian los hombres en seguida. Si fuera posible poner Madrid al nivel del mar, al cabo de cincuenta años los madrileños discurrirían de otra manera” (Baroja, 1904).

I

Tiende a recordarse la arquitectura del franquismo por su intento de resucitar durante la posguerra el esplendor herreriano del Imperio y por huir (como de la peste) de la nefasta influencia de la modernidad. Pero lo cierto es que, a partir de los años cincuenta, se impuso la cruda realidad y la arquitectura (oficial y privada) hubo de amoldarse a las urgencias del momento. Por otra parte, el franquismo vio en el arte abstracto y en la arquitectura moderna expresiones culturales carentes de contenido crítico y compatibles con sus objetivos políticos.

Los ministros Fraga y López Rodó, junto al alcalde de Barcelona, José María de Porcioles, visitan una exposición de Joan Miró en el antiguo Hospital de la Santa Cruz, la primera de este pintor en Barcelona después de la guerra. Fotografía de Juan Antonio Sáenz Guerrero, noviembre de 1968 (CC BY-SA 2.5).

Con el Plan de Estabilización de 1959 el éxodo rural, que obligó a construir viviendas en la periferia de las grandes ciudades, y el turismo. que asoló las localidades costeras, contribuyeron a que la arquitectura moderna cambiase por completo el aspecto del país. Hasta el propio ministro de la vivienda, Vicente Mortes Alfonso, reconocía en una intervención televisiva a finales de 1969 que “al pasear la mirada por nuestras ciudades, por nuestros pueblos, nuestros montes y nuestras playas, no siempre tenemos motivos para sentirnos satisfechos” (Mortes, 1970). En aquella ocasión, el ministro tendía la mano a los arquitectos, por innovadores que pudieran creerse: “deben saber que las puertas del ministerio están abiertas a todas sus inquietudes y a todas sus iniciativas” (Mortes, 1970).

Por otra parte, muchos de quienes practicaban esta arquitectura moderna formaron parte de las redes de poder e influencia del sistema. Luis de Sala, durante décadas director de la Escuela de Artes Aplicadas de Madrid, fue consejero nacional del Movimiento, una especie de Senado corporativo para hacer realidad ese objetivo de la política que, en palabras de Max Weber, no es otro que el reparto de cargos.

II

Pero no fue el único. Hubo otros arquitectos de mayor relevancia que no desoyeron la llamada del poder y fueron capaces de conciliar sus escrúpulos morales y profesionales con el servicio al país que obligaba, como no puede ser de otro modo, a renunciar a tantas cosas. 

Javier Carvajal Ferrer (1926-2013) desarrolló su carrera en la segunda mitad del siglo pasado. Ocupó cargos académicos y políticos, fue director de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, levantó muchos edificios y formó parte del equipo asesor del Ministerio de Educación que en 1972 intentó reformar los estudios de arquitectura y que llegó a proponer una diplomatura en diseño en el marco de esas enseñanzas. Carvajal practicó una suerte de arquitectura brutalista que se hace evidente en las casas unifamiliares que construyó en los años sesenta en Somosaguas y Aravaca. Una de ellas (la que proyectó para su propia familia) sirvió de escenario para que Carlos Saura filmase La madriguera, una película tan áspera e incomprensible como la propia vivienda (Espinosa, 2014). 

El brutalismo fue una corriente arquitectónica muy extendida en la segunda mitad del siglo pasado que, resumiendo mucho, se fundaba en la presencia visual del material constructivo, esencialmente, el hormigón (Banham, 1966). En Concrete and Culture, Adrian Forty, que dedica un capítulo a la relación entre el hormigón y la fotografía, señala que la fotogenia de los materiales ha tenido una gran influencia en el desarrollo de ciertas tendencias arquitectónicas (Forty, 2012, 256). En todo caso, España cuenta con extraordinarios ejemplos de esta peculiar arquitectura y entre los más llamativos cabe recordar la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense, un engendro donde la estética se impuso a cualquier preocupación por la accesibilidad o el uso racional del espacio.

En todo caso, los defensores de Carvajal (que no son pocos) dicen que no debería calificarse su obra como brutalista “sino como arquitectura enraizada”. Para el arquitecto Ignacio Vicens y Hualde, la casa Carvajal, de Somosaguas (1964) es una vivienda “radicalmente española, granadina, pero al mismo tiempo, una crítica inmisericorde al funcionalismo, un maravilloso alegato a favor de la arquitectura sensual, perceptiva” (Televisión Española, 2021). Sin duda, las palabras sinceras, cuando expresan convicciones profundas, pueden llegar a obrar milagros.

III

De la obra arquitectónica de Carvajal el edificio más conocido y polémico fue la Torre de Valencia de Madrid, con sus 27 plantas levantadas en un solar donde hasta entonces estuvo un cuartel de bomberos de modestas dimensiones. Las protestas por esa obra fueron muchas pues rompía por completo con la estética de los edificios cercanos y multiplicaba de forma extraordinaria la edificabilidad del solar  Eran los tiempos del alcalde Arias Navarro, cuando todo era alegría en la Villa y Corte y la locura constructiva se sumaba a los pasos elevados para hacer de Madrid una suerte de circuito de Mónaco. En esos mismos años, la iglesia del Buen Suceso en la calle de la Princesa fue derribada para construir en su solar otra nueva con aspecto de fiambrera, si no fuera por la cruz que luce en uno de sus laterales.

El antiguo cuartel de bomberos situado en la esquina de Menéndez Pelayo con O’Donell a mediados de los años sesenta en una fotografía de autor desconocido. En su reducido solar se levantó la Torre de Valencia. El edificio que aparece a su lado, y que aún se conserva, tiene siete plantas, veinte menos que la construcción de Carvajal.

Según parece, para acallar las críticas de los vecinos por la construcción de la Torre de Valencia, Carvajal llegó a aparecer en el programa de José María Íñigo Estudio Abierto (Farina, 2022, 86) donde defendió su edificio frente a los razonables temores por el deterioro urbanístico que implicaba. En la entrevista llegó a decir que el problema no era su debido a su proyecto, sino a las normas urbanísticas que permitían hacer tales cosas. Sus declaraciones no sentaron nada bien a Mortes Alfonso, ministro de la Vivienda (Farina, 2022, 87), menos aún cuando Carvajal era una persona con notables vínculos (familiares y profesionales) con el régimen franquista. 

Pero, como sabemos, después de la tormenta siempre viene la calma. A pesar de las protestas vecinales que llevaron incluso a paralizar las obras, el edificio fue concluido en 1973. En la revista Informes de la Construcción (1974), Carvajal defendía las bondades de su edificio:

“Las características del emplazamiento, en el centro de una importante zona residencial y con la singular característica de tener frente a sí la mas importante zona verde interior de la ciudad [el Retiro], marcan el carácter de este edificio” (Carvajal, 1974, 123).

Carvajal afirmaba que el proyecto constituía una sensible mejora de la ordenación urbana, tanto por la distribución de los volúmenes desde el punto de vista de la composición arquitectónica, como por la menor ocupación del solar que permitía una mayor “circulación peatonal, el enriquecimiento de zonas verdes y un mejor aprovechamiento del volumen resultante en relación a las vistas sobre el parque” (Carvajal, 1974, 123). A pesar de las evidentes cualidades del edificio, a finales de los años setenta, la Torre de Valencia era uno de los ejemplos utilizados con más frecuencia para explicar la especulación inmobiliaria y la destrucción de la ciudad tradicional: 

“En ciudades de cierta entidad, y cuando la propiedad del suelo alcanza precios elevados, los nuevos edificios se construyen en altura, alterando la relación volumétrica tradicional entre monumentos históricos y edificios comunes y entre todos ellos y las calles; un ejemplo célebre es el de la Torre de Valencia en Madrid, que ha roto una vista excelente de la Puerta de Alcalá, (Azcárate et al., 1979, 904).

Vista de la Torre de Valencia desde la plaza de Cibeles y el inicio de la calle de Alcalá en Madrid. Fotografía de autor desconocido, tomada probablemente en 1978.

IV

Este mismo año, hace unos meses, Guillermo Gortazar, antiguo militante de la Organización Comunista de España (Bandera Roja) y durante casi una década diputado del PP, publicó un libro en el que afirmaba que Carvajal fue el autor del llamado testamento político de Franco que Arias Navarro leyó en televisión y del que se repartieron millones de copias impresas en los colegios. Carvajal era por entonces miembro de la directiva de la Unión del Pueblo Español (UDPE), una de las asociaciones políticas autorizadas con el estatuto de 1974. Formaban parte de aquel ingenuo embrión de partido político, presidido por Adolfo Suárez con una desgana que iba en aumento conforme se acercaba la muerte de Franco. personajes de la talla de Emilio Romero o Sancho Gracia,

Según Gortazar, Carvajal estaba preocupado porque Franco muriese sin dejar un mensaje personal que pudiera servir de apoyó al futuro rey (Gortázar, 2023). A mediados de octubre de 1975, el arquitecto redactó el testamento a máquina en una noche de inspiración y movió Roma con Santiago para que su texto llegara al palacio de El Pardo. Como era lógico, Adolfo Suárez se negó a mediar en aquel enredo del que era fácil salir perjudicado.

 En todo caso, parece que la propuesta de Carvajal llegó a donde tenía que llegar y que Franco se avino a copiar a mano el texto mecanografiado para que pareciese cosa suya. En opinión de Gortázar, las declaraciones que hizo en su día Carmen Franco explicando cómo había pasado a máquina el manuscrito de su padre no se corresponden con la realidad. Como nada hay documentado, el autor se apoya en testimonios orales de quienes trataron a Carvajal y que por ley de vida han fallecido (Gortázar, 2023). La historia es tan curiosa como irrelevante (visto como fue todo después), pero da idea de los vínculos e intereses que el sistema político de entonces mantenía con ciertos sectores sociales. 

En 1977, Carvajal formó parte de la lista de candidatos al Senado por Alianza Popular que encabezaba Arias Navarro, pero el éxito no les acompañó como hubieran querido. Aunque se dice que abandonó el partido al día siguiente de que Fraga presentase a Carrillo en el Club Siglo XX (Farina, 2022, 89), no siempre conviene hacer caso de los rumores detrás de los que suele haber oscuros propósitos.

Referencias

Azcárate, José María et al. (1979) Historia del Arte. Madrid, Anaya.

Banham, Reyner (1966) The New Brutalism. Londres, Architectural Press.

Baroja, Pío (1904) Aurora roja. Madrid, Caro Raggio.

Carvajal Ferrer, Javier (1974) “Torre de Valencia, Madrid, España” en Informes de la Construcción. 257. Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas.

Carvajal, Javier (2012) La arquitectura del siglo XX y la crisis de Europa. Pamplona, Universidad de Navarra. 

Espinosa García-Valdecasas, Ana (2014) “La casa Carvajal en La madriguera”, en RITA, revista indexada de textos académicos. Madrid, Red Fundamentos.

Farina, Francisco (2022) Javier Carvajal: El proyecto arquitectónico como tensión existencial. Entre el organicismo y el racionalismo, tesis doctoral. Universidad Politécnica de Madrid.

Forty, Adrian (2012) Concrete and Culture. A material History. Londres, Reaktion Books.

Gortázar, Guillermo (2023) El secreto de Franco. La Transición revisitada. Madrid, Renacimiento.

Mortes, Alfonso (1970) “Una política para los anos setenta. Intervención del ministro de la Vivienda, don Vicente Mortes Alfonso, en Televisión Española, 19 de diciembre de 1969”, en Arquiectura 133.

Saura, Carlos (1969) La madriguera, película producida por Elías Querejeta.

Televisión Española (2021) Casa Carvajal, hito de la arquitectura española del siglo XX. 

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