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La columna de Eugenio Vega: Del país de los Soviets (y sus recuerdos)

La columna de Joan Costa en Experimenta

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“Los muros estaban cubiertos de imágenes de Stalin, ya fueran fotografías o dibujos. Pero su madre nunca tuvo una idea clara de cuál era el trabajo de su hijo. Hubiera preferido que fuera sacerdote, para eso lo había enviado a estudiar con los jesuitas” (Margaret Bourke-White, 1963).

I

La fascinación que la Unión Soviética despertó en periodistas, intelectuales y políticos del mundo entero durante los años veinte y treinta solo puede entenderse en el contexto de la época. Desde la Revolución de 1917 fueron muchos los que viajaron a Rusia para conocer la realidad de un sistema político completamente nuevo. No todos volvieron satisfechos. Fernando de los Ríos viajó en 1920 con el propósito de elaborar un informe para decidir la incorporación del PSOE a la Komintern, la Tercera Internacional. Pero, tras entrevistarse con Lenin, tuvo la convicción de que si algo caracterizaba a la “Rusia Sovietista” era la falta de libertad (de los Ríos, 1921, 75). Como consecuencia, se produjo una escisión en los socialistas y en 1921 se fundó el entonces denominado Partido Comunista Español. 

El hundimiento de la bolsa en octubre de 1929 puso en duda los fundamentos del sistema económico norteamericano. “Para los defensores más entusiastas de un capitalismo sin regulación, la Gran Depresión provocó un efecto parecido al que tuvo la caída del muro de Berlín para los socialistas y comunistas sesenta años después” (Espasa, 2020, 17). La Unión Soviética parecía una alternativa.

La columna de Eugenio Vega: Del país de los Soviets (y sus recuerdos)
Doble página de URSS en construcción correspondiente a enero de 1939, dedicado a los “cosacos soviéticos”.

En 1931 Rusia, inmersa en un intenso proceso de industrialización, mostraba su progreso al mundo. Ese mismo año apareció la revista СССР на стройке (URSS en construcción), dedicada a difundir “el esfuerzo del pueblo soviético para hacer realidad los objetivos de la revolución”. Con un despliegue fotográfico que debía a la revista Vu su diseño, URSS en construcción apareció en ruso, inglés, alemán, francés y, a partir de 1938, en español, con el objetivo de contrarrestar la imagen negativa que daban los exiliados que habían tenido que abandonar la Unión Soviética (Valeri, 2015, 122). En sus páginas no se mostraba otra cosa que no fueran las grandes obras públicas y la vida industrial impulsada por el plan quinquenal. En 1941, cuando se produjo la invasión alemana, la revista dejó de publicarse. Aunque revivió brevemente en 1949, desapareció por completo ese mismo año (King, 2010, 222).

II

A finales de los años veinte, Margaret Bourke-White era conocida por sus fotografías de instalaciones industriales, muy influidas por la estética mecanicista que dominaba las artes en Estados Unidos. En 1930, cuando fue contratada por la revista Fortune, viajó por primera vez a Rusia para documentar los milagros de la Revolución. Sus impresiones fueron necesariamente contradictorias. No era fácil moverse en “el país de pasado mañana”, donde los funcionarios se tomaban su tiempo para firmar los papeles con el único fin de inculcar la paciencia en los tercos solicitantes (Wolfe, 2016). A pesar de su entusiasmo, no pudo negar las limitaciones del sistema político: “es triste que con la llegada de la alfabetización se haya creído necesario frenar la libertad de expresión y las ideas. La amenaza de una fuerza despiadada es un fundamento lamentable para una nueva nación” (Bourke-White, 1963, 96).

Margaret Bourke-White fue la primera mujer que actuó como corresponsal durante la Segunda Guerra Mundial. En la imagen, aparece fotografiada por ella misma junto a un avión del 8th Air Force. 1943. US Navy.

Pero si algo encontró Bourke-White que complaciera sus deseos fueron las inmensas infraestructuras impulsadas por un programa de industrialización estatal único en el mundo. Pudo fotografiar en Ucrania la gran presa que se construía en el río Dniéper, en Ucrania, con la participación de asesores y empresas de Estados Unidos: “los rusos y los estadounidenses que participan en el proyecto estaban orgullosos del inmenso tamaño de la planta y de la maquinaria utilizada” (Bourke-White, 1931, 83). La Newport News Shipbuilding Company suministró turbinas para la presa, levantada bajo la supervisión de Hugh Cooper, un experto norteamericano en grandes obras públicas. La central hidroeléctrica, que fue el centro de la región industrial del Dniéper, costó más de 100 millones de dólares de entonces. Durante la Segunda Guerra Mundial, el ejército soviético destruyó el dique para frenar el avance de los alemanes (Nelson, 2022). Mucho más tarde, con motivo de la “operación militar especial” iniciada en febrero de 2022, varios misiles rusos inutilizaron parte de sus instalaciones.

La central hidroeléctrica construida en el curso del río Dniéper en Ucrania entre 1927 y 1932. El dique de la presa sirve de puente para el tráfico rodado. Fotografía tomada por Anatoliy Volkov en 2019 (CC BY-SA 4.0).

Como recordaba Margaret Bourke-White, “no puede subestimarse el papel que desempeñaron las empresas norteamericanas en la creación del gigante soviético”. El renombrado arquitecto Albert Kahn, que trabajaba entonces para la compañía Ford, concibió los edificios industriales de Stalingrado siguiendo el modelo de Detroit. Allí por donde iba, Bourke-White oía hablar del Amerikanskoe Tempo (el ritmo americano), un elogio a la estrecha colaboración entre “dos grandes naciones” (Bourke-White, 1963, 95). Pero los estadounidenses no trabajaban por motivos ideológicos, “sino estrictamente por razones comerciales o, como dirían los marxistas, por puro afán de lucro.” (Burke-White, 1963, 92). 

En su peripecia, la joven fotógrafa llegó a Georgia para ver la casa natal de Stalin, quien desde 1924 dirigía (con mano extraordinariamente firme) el destino del país. Según cuenta, no era más que una choza de barro hundida en la tierra, “con el piso de tierra y un agujero en el techo para que saliera el humo” (Bourke-White, 1963, 100). En Tiflis conoció a la madre de Stalin a la que pudo fotografiar:

“Estaba tan nerviosa por ser retratada que insistió en cambiarse de ropa. Se puso un largo vestido negro y un pañuelo en la cabeza […] Había oído hablar de Estados Unidos, pero no sabía ni dónde estaba. Salimos al jardín cuando empezaba a oscurecer y traté de fotografiarla al final de un largo tramo de escaleras. Apenas quedaba un rayo de luz.” (Bourke-White, 1963, 102).

Ekaterma Dzbugashvili, madre de Josef Stalin, fotografiada por Margaret Bourke-White en Tiflis en 1932.

Bourke-White comenzó a partir de entonces a ser considerada como fotógrafa profesional porque supo estar en el lugar adecuado en el momento oportuno. Su contratación por la revista Life en 1936 contribuiría a incrementar su prestigio y su popularidad.

III

En 1929, poco antes de iniciarse la crisis económica, el editor Henry Luce había comenzado a publicar la revista Time, cuyos primeros números no eran más que noticias copiadas de los periódicos. Por entonces la información con más de veinticuatro horas pasaba al dominio público y su propiedad no estaba protegida por la ley. Al año siguiente creó Fortune, una revista dedicada a la economía que destacó por su diseño (con cubiertas de Alvin Lustig) y por sus ensayos visuales sobre cualquier asunto, muchos de ellos confeccionados por Walker Evans (Campany, 2014).

Pero en 1936, Luce dio forma a una publicación mucho más ambiciosa donde primaba la fotografía sobre cualquier otra cosa. El primer número de Life, que tuvo una tirada de cerca de medio millón de ejemplares, mostraba en su cubierta una imagen de la presa de Fort Peck (en Montana) tomada por Margaret Bourke-White. Su autora explicaba como empezó a trabajar para la revista Life:

Harry Luce me llamó a su oficina y me hizo una fascinante propuesta […] Su idea era fotografiar todas las presas de la cuenca del río Columbia que formaban parte del programa del New Deal. Yo tenía previsto hacer una parada en un asentamiento cerca de Billings, Montana, donde documentaría la construcción de Fort Peck, la presa de tierra más grande del mundo “ (Bourke-White, 1963, 141).

El extenso reportaje no se limitaba a documentar las infraestructuras y su construcción. Era, ante todo, un testimonio de la vida cotidiana de quienes vivían en aquel rincón del mundo. En todas y cada una de las fotografías podía verse una manera de entender el oficio vinculada a Lewis Hine y a los fotógrafos de la Farm Security Administration. No es extraño que fuera la primera en publicar en Life porque era quien mejor entendió las ventajas de los medios comerciales para promocionar su carrera.

Un año después la revista rebasó el millón de ejemplares y llegó a contar con el apoyo económico de miles de anunciantes (Freund, 1976, 124). Durante décadas Life se convertiría en la publicación más difundida, no sólo en Estados Unidos. Sus reportajes sirvieron para mostrar a la gente lugares que nunca hubiera podido visitar y fenómenos culturales que nadie conocía. Sin embargo, Life sería de las que peor soportaron, por razones obvias, la competencia de la televisión cuando comenzó a emitir en en color y se hizo habitual la transmisión en directo de los acontecimientos internacionales (Freund, 1976. 132).

Cubierta de Life aparecida el 31 de julio de 1944 con un retrato del mariscal Gueorgui Zhúov. Diez meses después su actuación contribuiría decisivamente a la caída de Berlín. Fotografía de Grigory Vayl.

IV

El papel de Life en los tiempos del New Deal no fue muy diferente al de URSS en construcción en la Rusia de los Soviets. Sin embargo, mientras las revistas soviéticas no necesitaba a los lectores para sobrevivir, las norteamericanas dependían de quienes compraban sus ejemplares cada semana. Además, en Estados Unidos el protagonismo de la fotografía fue consecuencia de la escasa credibilidad en la información que había provocado la crisis económica. La gente, harta de los discursos políticos, buscaba expresiones más creíbles de la realidad que creía encontrar en la imagen documental. Esa necesidad de veracidad está en el origen de Life y de otras muchas revistas ilustradas de aquella época. 

Pero, a pesar de depender del gusto de los lectores, Henry Luce demostró que la imagen, al igual que las palabras, era la arcilla con la que modelaba (con criterio propio) la opinión pública.

Referencias

Bourke-White, Margaret (1931) Eyes on Russia. Nueva York, Simon & Schuster.

Bourke-White, Margaret (1963) Portrait of Myself. Nueva York, Simon & Schuster.

Campany, David (2014) Walker Evans: the magazine work. Gotinga. Steidl.

Espasa, Andreu (202) Historia del New Deal. Madrid, Catarata.

Feuer, Lewis S. (1962) “American Travelers to the Soviet Union 1917-32: The Formation of a Component of New Deal Ideology”, en American Quarterly 14, nº 2, verano de 1962.

Freund, Gisèle (1976) La fotografía como documento social. Barcelona, Gustavo Gili.

King, David (2010) Red Star Over Russia. A Visual History of the Soviet Union. Londres, Tate Publishing.

Nelson, Richard (2022) “Second world war: Dnieper dam blown up by Russians”, en The Guardian, 2 de noviembre de 2022.

Ríos, Fernando de los (1970) Viaje a la Rusia Sovietista. Madrid, Alianza Editorial.

Valeri, Marta (2015) “СССР на стройке, la vetrina europea di Stalin”, en Altre Modernità. Rivista di studi letterari e culturali. Università degli Studi di Milano.

Wolfe, Ross (2016) Margaret Bourke-White in the USSR, 1931. The Charnel House

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