La columna de Joan Costa en Experimenta

La columna de Eugenio Vega: Britons never (never, never) will be slaves

“Se nos ha dicho que debemos trabajar y usar nuestro talento para crear riqueza. ‘El que no quiera trabajar, que deje de comer’, escribió San Pablo a los Tesalonicenses. En definitiva, es la abundancia y no la pobreza lo que legitima la naturaleza misma de la Creación” (Discurso de Margaret Thatcher a la Asamblea General de la Iglesia de Escocia, sábado 21 de mayo de 1988).

I

Las penurias de la guerra llevaron al gobierno británico a poner en marcha en 1942 un peculiar programa, Utility Furniture, por el que se podían conseguir muebles en unas condiciones económicas razonables. La falta de madera (y de cualquier cosa que necesitara la industria) obligó al control estatal del sector, de tal manera que las empresas que participaron en este programa tenían limitadas las zonas en las que podían ejercer su actividad (Reimer y Pinch, 2013). Aquella iniciativa dio prioridad a los matrimonios recién casados y a los hogares que habían sufrido las consecuencias de los bombardeos. El Utility Furniture, que se prolongó hasta 1952, produjo artículos en una suerte de estilo Arts & Crafts con una leve influencia (que no llegó a ser nunca alarmante) de las vanguardias anteriores a la guerra.

Sin duda, un ánimo parecido llevó a la creación en 1944 del Council of Industrial Design (más tarde, Design Council), un organismo que pretendía impulsar el bienestar y contribuir a la supervivencia de la industria en los penosos años de la posguerra.  Dos de los instrumentos de aquella institución fueron la revista Design (1949) y el Design Centre (1956), donde se organizaron numerosas exposiciones para promocionar lo que se denominaba Good Design, la versión internacional de la Gute Form. Aunque cabe suponer que en los orígenes del Design Council pudiera haber una cierta desconfianza hacia a las prácticas comerciales del mercado, el contenido de la revista Design fue siempre claro en sus planteamientos: “el diseño estimula el consumo y contribuye al crecimiento económico mediante procedimientos como la obsolescencia programada”. Y entre quienes impulsaron con sus escritos esa posición, estaba el artista Richard Hamiltón (Rawsthorn, 2014) que, aunque pueda parecer contradictorio, estaba entonces interesado en dar forma a los fundamentos del Basic Design de tan penosas consecuencias para la enseñanza del diseño.

El Design Council sirvió de modelo a otras instituciones similares, como el Designrådet en Dinamarca. En España influyó en la creación en 1973 del Centro de Diseño de Barcelona, BCD, una iniciativa privada que no contó en sus primeros años con el apoyo de ninguna institución pública (Taranto, 2014). Con el tiempo, el apoyo al BCD y la creación del DDi sentaron las bases para una política de diseño que, desgraciadamente, nunca llegó a tener la consistencia suficiente como para ejercer una verdadera influencia social.

En la imagen, la exposición del Utility Furniture que tuvo lugar en el Building Centre de Londres en 1942. Fotografía del antiguo Ministerio de Información del Reino Unido. Imagen de dominio público.
En la imagen, la exposición del Utility Furniture que tuvo lugar en el Building Centre de Londres en 1942. Fotografía del antiguo Ministerio de Información del Reino Unido. Imagen de dominio público.

II

En abril de 1982, la popularidad de Margaret Thatcher estaba por los suelos debido a la recesión económica que sufría el Reino Unido. Incluso, en su propio partido, algunas voces pedían su marcha por miedo a perder las elecciones previstas para 1983. El anhelado sueño de acabar con la herencia de los gobiernos laboristas (“que habían llevado al país al borde del socialismo”) parecía esfumarse como por arte de magia. Pero, como en las películas de siempre, en el último momento, Dios vino a ver a la primera ministra: el presidente argentino Leopoldo Fortunato Galtieri ordenó la ocupación de las islas Malvinas y provocó un conflicto internacional de grandes dimensiones. A pesar de la insistencia de Estados Unidos en buscar algún tipo de acuerdo, Thatcher decidió ir a una guerra que terminaría el 14 de junio con la victoria británica.

Como consecuencia, en las elecciones de 1983, el partido conservador mantuvo el apoyo conseguido en 1979, pero la oposición laborista se hundió. A partir de entonces Thatcher introdujo una serie de reformas para revertir la situación de una vez por todas. Su filosofía económica hacía hincapié en la desregularización del sector financiero, la flexibilización en el mercado laboral, la privatización de empresas públicas y la reducción del poder de los sindicatos. A partir de ese momento, se inició un periodo de crecimiento que, según parece, incrementó el PIB un 23 % entre 1979 y 1990 (Lawson, 1992).

En ese marco tan estimulante, el lunes 27 de octubre de 1986, la Bolsa de Londres puso en marcha una serie de medidas liberalizadoras que permitieron, por ejemplo, que los inversores extranjeros pudieran operar en el mercado londinense y que los acuerdos se cerrarán por ordenador. A pesar de que una avería sembró el caos en esa jornada histórica (Mendo, 1986), la desregulación bursátil favoreció la financiarización del sistema económico, contribuyó al crecimiento económico y, especialmente, al incremento de la actividad del diseño en el Reino Unido. A partir de entonces, los diseñadores comenzaron a obtener más  ingresos de ciertas actividades relativamente nuevas (identidad corporativa, comercio minorista, comunicación institucional) que de la tradicional producción industrial. Por otra parte, las asociaciones de diseñadores dejaron de preocuparse por los códigos de conducta que definían la profesión (y proporcionaban prestigio) para poner todo el interés en un sistema que facilitara la relación con los clientes y la contratación de sus servicios (Julier, 2017, 45).

Margaret Thacher durante una rueda de prensa junto al primer ministro neerlandés Rub Lubers. Fotografía de Rob Bogaerts. Nationaal Archief. Imagen de dominio público.
Margaret Thacher durante una rueda de prensa junto al primer ministro neerlandés Rub Lubers. Fotografía de Rob Bogaerts. Nationaal Archief. Imagen de dominio público.

III

En 1990, como consecuencia del empecinamiento de Thatcher en un nuevo impuesto (poll tax) que obligaba a todos los ciudadanos, ricos y pobres, a pagar una misma cantidad por el orgullo de ser británicos, la primera ministra tuvo que dimitir. Tras su caída, ocupó su puesto John Major, un hombre prudente, sin formación universitaria, y entre cuyos grandes méritos estaba el hecho (poco común) de pasar sus vacaciones en Candeleda, cerca de Arenas de San Pedro. 

Durante el mandato de John Major, el Design Council empezó a ser algo más “moderno” y, para ello, el diseñador John Sorrell fue nombrado director en 1994 con el objetivo de reducir la dimensión de aquel organismo. Como resultado de las propuestas que expuso en un informe titulado, The Future Design Council, la institución pasó de tener doscientos empleados a tan solo cuarenta y se convirtió en un instrumento para la integración de las prácticas del sector privado en el sector público. Además, el Design Centre, un referente para la promoción del diseño en toda Europa, terminó cerrado. 

En 1997, con la llegada de Tony Blair a la jefatura del gobierno, muchas de las reformas de Thatcher fueron asumidas por el laborismo como hechos consumados. Sin embargo, como corresponde a la tradición de la socialdemocracia, se hizo un encomiable esfuerzo por dar forma a un lenguaje que hiciera más llevadera esa contorsión política. De ahí nació la expresión industrias creativas cuya intención era señalar aquellas actividades que, como el arte y el diseño, “se basan en la creatividad, la habilidad y el talento individuales, capaces de crear riqueza y empleo mediante el desarrollo de la propiedad intelectual” (Gross, 2020, 11). A tal fin, el gobierno laborista formó un grupo de trabajo (Creative Industries Task Force) que definió trece áreas de actividad profesional (publicidad, arquitectura, arte, artesanía, moda, cinematografía, ocio interactivo, música, artes escénicas, software, publicaciones, radio y televisión), ocupadas todas ellas en la creación de necesidades que estimularan el consumo y vinculadas a los derechos de propiedad intelectual (Gross, 2020, 11). 

Las industrias creativas se integraban, por tanto, en los procesos de desregulación económica iniciados con Margaret Thatcher y en el ambiente especulativo de la burbuja inmobiliaria que explotaría en 2008 tras la caída de Lehmann Brothers. Obviamente, ello tuvo consecuencias en las condiciones laborales de los diseñadores y trajo consigo una mayor presencia de becarios y trabajadores sin contrato, pero la actividad del diseño comenzó a crecer como no lo había hecho nunca. 

El diseño y la nueva economía parecían haber nacido el uno para la otra. 

Referencias

Gross, Jonathan (2020) The birth of the creative industries revisited. An oral history of the 1998 DCMS Mapping Document. Londres, King’s College London.

Julier, Guy (2017) Economies of Design. Londres, Sage.

Lawson, Nigel (1992). The View from No. 11. Memoirs of a Tory Radical. Londres, Bantam. 

Mendo, Carlos (1986) “La Bolsa de Londres inauguró el big bang con una avería electrónica que sembró la confusión y el caos”, en El País, martes 28 de octubre de 1986.

Nold, Christian, Patrycja Kaszynska y Jocelyn Bailey (2021) “Public Understanding of Design”, en Design Economy 2021. Design Council.

Reimer, Suzanne y Philip Pinch (2013) “Geographies of the British government’s wartime Utility furniture scheme, 1940-1945”, en Journal of Historical Geography 39. Elsevier.

Rawsthorn, Alice (2014) “Richard Hamilton and Design”, en Design Curial, 28 de abril de 2014.

Sorrell, John (1994) The Future Design Council: A Blueprint for the Design Council’s Future: Purpose, Objectives, Structure and Strategy. Londres: Design Council.

Taranto, Fabian (2014) “El BCD y las políticas de promoción del diseño”, en Calvera, Anna, ed. (2014) La formació del sistema disseny Barcelona (1914-2014), un camí de modernitat. Barcelona, Edicions de la Universitat de Barcelona.

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