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La columna de Eugenio Vega: El color de la memoria

La columna de Joan Costa en Experimenta

La columna de Joan Costa en Experimenta

“Si vas a cualquier museo, es improbable que encuentres una imagen de una persona negra. Cuando se trata de arte y belleza, los personajes negros no existen” (Kerry James Marshall, 2017).

I

Augusta Savage (1892-1962) fue una artista afroamericana que desde niña mostró un notable talento para la escultura. Sin embargo, su padre, un pastor metodista, intentó quitarle de la cabeza la nefasta idea de dedicarse a algo tan poco virtuoso como la representación de la figura humana. 

Su perseverancia, sin embargo, pudo con la negativa paterna y con muchos más obstáculos. Tras un periodo de formación en Jacksonville, su ciudad natal, siguió estudiando en la Cooper Union de Nueva York, donde fue admitida en 1921. Completó los cuatro años de estudios en tan solo tres, pero tuvo que trabajar en lo que podía mientras estudiaba e, incluso, cuando empezó a recibir algunos encargos.

Augusta Savage junto a una de las esculturas realizadas para el Federal Art Project en 1938. Fotografía de Andrew Herman. Federal Art Project, Archives of American Art. Imagen de dominio público.

En 1923 hizo una solicitud para estudiar en la Fontainebleau School of Fine Arts, un centro abierto por Estados Unidos en París (la ciudad de la luz) después de la Gran Guerra. Aunque fue aceptada, no pudo disfrutar la beca porque dos personas que fueron también admitidas se negaron a compartir con ella el alojamiento cuando supieron que era negra (Farrington, 2005, 101). Savage escribió una carta en el New York World protestando por un trato tan injusto, una de sus primeras acciones para conseguir la de la minoría afroamericana. El asunto fue motivo de polémica y, aunque el gobierno francés presionó para que Savage no se viera perjudicada, se mantuvo la decisión de retirarle la ayuda. 

Algo después, gracias al apoyo de una noble italiana relacionada con la Italian American Society, consiguió una estancia en Roma, en la Academia de Bellas Artes, pero hubo de renunciar a ella porque, aunque le pagaban la matrícula, el viaje y la estancia corrían por su cuenta, gastos que no podía afrontar de ninguna manera. Finalmente, en 1929, cuando ya tenía 37 años, pudo acudir a la Académie de la Grande Chaumière en París y trabajar en el estudio de Benneteau-Desgrois, uno de los profesores de la escuela (Farrington, 2005, 102). En 1939, fue una de las dos personas afroamericanas que participaron en la Feria Mundial de Nueva York por encargo de los organizadores(Farrington, 2005, 105).

II

Tras la llegada de Roosevelt a la presidencia en marzo de 1933, se crearon diversos programas para paliar las consecuencias de la Gran Depresión, pero también para resolver algunos problemas estructurales de la sociedad norteamericana. Entre estos proyectos estaba el Federal Art Project que tenía por objetivo impulsar las artes en todos los ámbitos sociales y contribuir a la creación de una cultura artística propiamente estadounidense. El programa, que era parte de la Works Progress Administration, fue creado en 1935 y contrató a pintores, escultores, artesanos, diseñadores y escenógrafos para crear obras en edificios municipales, espacios públicos, escuelas y hospitales. No solo Augusta Savage trabajó para el Federal Art Project, también lo hicieron Ben Shahn, Ad Reinhardt o Jackson Pollock.

Por otra parte, el programa dedicó parte de sus recursos a la educación artística con la creación de talleres y la impartición de cursos de iniciación de muy variado nivel. Augusta Savage fue la responsable del Harlem Community Art Center, una institución para hacer accesible la formación artística a la minoría afroamericana, promover una forma de expresión propia y difundir sus resultados. El centro estuvo en funcionamiento desde 1937 a 1942 y contribuyó a impulsar el Harlem Rennaisance, el movimiento artístico e intelectual de la nueva cultura afroamericana en Nueva York.

Alumnos del Harlem Community Art Center a principios de 1938, cuando Augusta Savage era su directora. Fotografía de David Robbins. Federal Art Project. Archives of American Art. Imagen de dominio público.

III

Como era previsible, los programas del New Deal fueron considerados por los adversarios políticos de Roosevelt como un ejemplo de intervencionismo cultural inspirado en las políticas de agitación y propaganda surgidas tras la revolución rusa y que se habían extendido por tantos países. 

Para contrarrestar estos argumentos, Roosevelt solía recordar la forma en que tuvo lugar la colonización del Oeste en la segunda mitad del siglo XIX. La ocupación de aquellos territorios no hubiera sido posible sin la ayuda pública que permitió la expansión de los ferrocarriles y la implantación de las industrias mineras. Además, se destinaron recursos para dar tierras a los colonos en las zonas conquistadas tras la guerra con México. “Roosevelt rebatió así el mito de que la riqueza de Estados Unidos solo se debía al carácter emprendedor e individualista de sus ciudadanos” y justificó la intervención económica mediante una redistribución más equitativa de los recursos (Espasa, 2021). De todas formas, no fueron muchas las iniciativas de la administración del New Deal  que se ocuparon de los problemas raciales. Aunque en 1935 se creó el Federal Council of Negro Affairs, el escaso interés por los problemas raciales caracterizó las iniciativas políticas de Roosevelt por lo que la segregación racial se prolongó durante décadas.

Los estereotipos raciales durante la Gran Depresión en una valla publicitaria cerca de Los Angeles en los peores años de la crisis. Una empleada doméstica de la época contesta al teléfono y explica porque los señores no están nunca en casa: “Están casi siempre fuera desde que compraron ese Ford V8”. Fotografía de Dorothea Lange, 1936. Farm Security Administration. US Library of Congress. Imagen de dominio público.

IV

Kerry James Marshall (1955) es, sin duda, el pintor afroamericano más cotizado. Su conocido cuadro Past Times, pintado en 1997, fue vendido en 2018 por más de 21 millones de dólares (Sayej, 2018). 

Aunque Marshall no conoció lo peor de la segregación, tuvo tiempo de vivir los disturbios raciales que asolaron la ciudad de Watts en 1965 (Marshall, 2008). Tras la Segunda Guerra Mundial, el crecimiento de los suburbios (que permitió alojar a las familias de muchos soldados) se hizo de tal forma que favoreció a las comunidades blancas. Levitt & Sons, responsable de los desarrollos urbanísticos en aquella época, no puso ningún interés que los veteranos de guerra negros pudieran comprar esas viviendas. La empresa lo justificó con el argumento de que la mayoría de los blancos no querrían vivir en comunidades mixtas (Sheidlower, 2020). A pesar de la gran transformación que tuvo lugar durante la presidencia de Lindon B. Johnson en materia de derechos civiles los conflictos raciales condicionaban la vida de los afroamericanos no solo en el Sur de los Estados Unidos.

“Con todo lo que estaba pasando, ¿cómo podía alguien negro estar preocupado en el arte por el arte? Sentía particularmente ajena a mí la noción de crisis de la representación […] voy a un museo, miro todo el arte que hay allí y lo que experimento es ausencia” (Marshall y Roelstraete, 2014, 23).

Para Marshall, como para la mayoría de los artistas afroamericanos, el color de la piel sigue condicionando las relaciones sociales del mismo modo que su presencia en las artes. Incluso, durante la presidencia de Obama, era frecuente que murieran ciudadanos negros en pequeños altercados con la policía. Desgraciadamente, los avances conseguidos por el movimiento de los derechos civiles parecen ser objeto de discusión en estos tiempos que solo prometen incertidumbre (Gerstle, 2023). 

Marshall mantiene a través de su pintura “una constante reflexión acerca de la negritud (blackness), concepto fundamental desde el que se desarrolla todo su trabajo” (Haq, 2014). Tal manera de entender la práctica artística le impide sentirse vinculado a las tradiciones del arte occidental: como el mismo dice, no puede identificarse con los personajes que aparecen en los cuadros de Jan van Eyck y otros pintores de esos siglos. Sin embargo, su obra quiere llevar a los museos la vida cotidiana de los afroamericanos, del mismo modo que los artistas del Barroco llenaron sus lienzos con las banalidades de la burguesía:

“Cuando llegue el día en que el Prado empiece a coleccionar arte contemporáneo, quiero estar en condiciones de que tengan una de mis obras en consideración” (Marshall y Roelstraete, 2014, 29).

Kerry James Marshall firmando autógrafos tras una charla en Barcelona con motivo de su exposición en la Fundación Tàpies en 1914. Consulado de Estados Unidos en Barcelona (CC BY-ND 4.0).

Referencias

Espasa, Andreu (2020) Historia del New Deal. Conflicto y reforma durante la Gran Depresión. Madrid, Catarata.

Farrington, Lisa E. (2005) Creating Their Own Image: The History of African-American Women Artists. New York, Oxford University Press,

Gerstle, Gary (2023) Auge y caída del orden neoliberal. La historia del mundo en la era del libre mercado. Barcelona, Península.

Haq, Nav ed. (2014) Kerry James Marshall: pintura y otras cosas. Madrid, Ludion, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Isenberg, Barbara (2017) “For Kerry James Marshall, the mission is clear: Bring portraits of black life into very white art museums”, en Los Angeles Times, 7 de marzo de 2017.

Marshall, Kerry James (2008) Oral history with Kerry James. Entrevista con Kathy Goncharov, 8 de agosto de 2008. Archives of American Art. Smithsonian Institution.

Marshall, Kerry James y Dieter Roelstraete (2014) “Una argumento para algo distinto”, conversación entre Kerry James Marshall y Dieter Roelstraete”, en Haq, Nav ed. (2014) Kerry James Marshall: pintura y otras cosas. Madrid, Ludion, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía.

Sayej, Nadja (2018) “From south central LA to Sotheby’s: the record-breaking rise of Kerry James Marshall”, en The Guardian, 23 de mayo de 2018.

Sheidlower, Noah (2020) “The Controversial History of Levittown, America’s First Suburb”, en Untapped New York, 31 de julio de 2020.

Tomkins, Calvin (2021) “The Epic Style of Kerry James Marshall”, en The New Yorker, 2 de agosto de 2021.

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