La columna de Joan Costa en Experimenta

La columna de Eugenio Vega: El gran teatro del mundo

“Ya sé que si para ser el hombre elección tuviera, ninguno el papel quisiera  del sentir y padecer; todos quisieran hacer el de mandar y regir, sin mirar, sin advertir que en acto tan singular aquello es representar, aunque piense que es vivir. Pero yo, autor soberano, sé bien qué papel hará mejor cada uno; así va repartiéndolos mi mano” (Calderón de la Barca, 1636).

I

Los años en que Roosevelt ocupó la presidencia de Estados Unidos contribuyeron a crear una nueva identidad nacional. Mientras la industria hizo un uso extraordinario del diseño para salir de la crisis, el New Deal, el programa político de Roosevelt, puso en marcha diversos proyectos bajo el paraguas de la Work Progreess Administration para impulsar la literatura, la música, el teatro y las artes plásticas. Aunque el propósito inmediato era proporcionar empleo a los trabajadores del sector, la intención a más largo plazo era crear una nueva cultura social. Pero, en un país sin tradición pública en esas tareas, no hubo más remedio que tomar como referencia las experiencias europeas. No debe sorprender, por tanto, la importancia que tuvo la Unión Soviética para los intelectuales que dieron forma al New Deal. 

Harry Hopkins, el responsable de la Work Progreess Administration, o John Dewey, el conocido educador, fueron algunos de los que visitaron Rusia a finales de los años veinte y principios de los treinta (Feur, 1962, 120). Para muchos de ellos, la URSS era un experimento social cuyas ideas podían servir para resolver el desempleo o la carencia de servicios en Estados Unidos (Mally, 2013, 31). Como era previsible, nada supieron de las terribles hambrunas en el interior de Rusia (Mirzoeva, 2017) ni de la persecución política que culminaría con los procesos de Moscú (Documentos RNE). Su interés no era otro que encontrar ideas para transformar Estados Unidos (Mally, 2013, 31). 

A pesar de que esa vinculación con la Unión Soviética sirvió de serio argumento a quienes se oponían a Roosevelt, proporcionó al New Deal el impulso necesario para implementar reformas de largo alcance que transformaron el país y, además, establecieron los fundamentos de un nuevo orden mundial.

II

La columna de Eugenio Vega: El gran teatro del mundo
Hallie Flanagan, en la entrada del Lafayette Theater de Nueva York con motivo del estreno de Macbeth el 14 de abril de 1936. Work Progress Administration. US Library of Congress.

Hallie Flanagan, la futura responsable del Federal Theatre Project, quedó impresionada por el repertorio de servicios culturales que ofrecía el régimen soviético y que pudo ver en sus viajes de 1926 y 1930. Poco después de quedarse viuda y perder a uno de sus hijos, Flanagan había solicitado una beca para estudiar las tendencias del teatro en Europa que le permitió conocer las experiencias soviéticas. Según su testimonio, aunque en Rusia “no se ha resuelto el problema de la vivienda, hay una asombrosa cantidad de espacios dedicados a teatros, museos, bibliotecas y laboratorios” (Flanagan, 1928, 82).

Mientras Estados Unidos llegaba a los 13 millones de parados, la Unión Soviética comenzaba su expansión industrial con el Primer Plan Quinquenal (Mally, 2013, 34). En 1930, durante su segundo viaje a la Unión Soviética, Flanaagan escribió: “Rusia es todo lo que yo pensaba que era, y mucho más. Un país de hombres libres, una tierra de trabajadores […] El lugar con mayor conciencia social que jamás he visto” (Mally, 2013, 34). Aunque la llegada de Stalin al poder había puesto fin a la experimentación vanguardista, quedó sorprendida por la intensa implicación de la sociedad rusa en las artes escénicas. 

En 1931, a su regreso a Estados Unidos Flanagan escribió, en colaboración con su alumna Margaret Clifford, una obra de teatro experimental, Can You Hear Their Voices? (¿Puedes escuchar sus voces?), a partir de un relato sobre las sequías que provocaron las grandes migraciones de los agricultores en Oklahoma y Minnesota. La influencia del teatro soviético en esa y otras obras similares despertó recelos en una parte de la opinión pública. El magnate de la prensa William Randolph Hearst llegó a referirse despectivamente a Flanagan y su “propaganda comunista” en sus periódicos (Bentley, 1988, 177). 

III

Harry Hopkins, responsable de la Works Progress Administration, y hombre de confianza de Roosevelt (Sherwood, 1956, 7), quiso apoyar a los trabajadores de las artes escénicas con alguna iniciativa eficaz. Un productor teatral le propuso crear pequeñas compañías con repertorios estables que llevaran el teatro a zonas deprimidas. Además, eso permitiría dar empleo a los arquitectos y trabajadores de la construcción que tuvieran que levantar los nuevos teatros en esas pequeñas ciudades.

La columna de Eugenio Vega: El gran teatro del mundo
Representación de la obra Triple-A Plowed Under, estrenada en el Biltmore Theatre de Broadway el 14 de marzo de 1936, con su peculiar iluminación. Work Progress Administration US National Archives

En 1935 todas esas propuestas dieron forma al Federal Theater Project, uno de los programas más controvertidos del New Deal, que sería dirigido por Hallie Flanagan. Dada la escasa tradición de las políticas públicas en Estados Unidos, Flanagan analizó algunas experiencias europeas para adaptarlas a sus objetivos. Para ello se inspiró en el teatro de Bertolt Brecht, la puesta en escena de Vsevolod Meyerhold o el grupo ruso Blue Blouse y sus obras de carácter social (Mally, 2013, 39). Tales influencias se manifestaron en el uso de técnicas de montaje innovadoras y en la participación del público. Su proyecto incluía teatro clásico, representaciones en otras lenguas, obras infantiles, dramáticos radiofónicos, espectáculos de danza y teatro de marionetas. Los Living Newspapers, obras de carácter experimental que trataban de problemas sociales, tuvieron una notable repercusión. 

Pero, incluso la sección dedicada al teatro infantil también estuvo influida por lo que Flanagan había visto en la Unión Soviética, aunque las obras representadas fueran clásicos tan conocidos como Alicia en el país de las maravillas o Cenicienta. La más polémica de las representaciones infantiles fue La rebelión de los castores, una obra que mostraba a un grupo de animales protestando contra un malvado dueño. Muchos vieron aquello como propaganda comunista (Mally, 2013, 41). Durante las sesiones de la comisión del Congreso, que finalmente acabó con el Federal Theater Project, fue una de las obras más criticadas porque inculcaba a los niños ideas colectivistas.

La columna de Eugenio Vega: El gran teatro del mundo
Cartel de promoción para Macbeth diseñado por Anthony Velonis en 1936. Serigrafía sobre papel, 55,8 x 35.5 cm. Work Progress Administration. US Library of Congress.

Pero aún más controvertida fue la participación de grupos de teatro afroamericanos y la representación de obras de especia interés para la comunidad negra. Flanagan consideraba que los esfuerzos por lograr la igualdad racial representaban para algunos sectores políticos una amenaza mucho más seria que la posible deriva comunista de la que hablaban los periódicos. La producción más popular de todas ellas fue Macbeth (1936), una versión de la conocida tragedia de Shakespeare ambientada en el Caribe e interpretada por actores negros. La obra fue dirigida por Orson Welles que, a partir de entonces, se convirtió en un referente de eso que se conoce como arte dramático (Karoula, 2021, 90). 

El Federal Theater Project experimentó también con técnicas de montaje y puestas en escena típicamente rusas como la utilización de proyecciones de películas y otros recursos similares. La iluminación de Macbeth, por ejemplo, con cambios y transiciones similares a las del cine, fue especialmente llamativa, tanto para el público como para los especialistas (Karoula, 2021, 50).

La columna de Eugenio Vega: El gran teatro del mundo
Escena de Macbeth, en la que aparecen los actores Kenneth Renwick y George Nixon, durante su estreno en el Lafayette Theater de Nueva York el 14 de abril de 1936. Work Progress Administration. US Library of Congress.

IV

De los programas del New Deal, El Federal Theater Project fue, sin duda, el más polémico de todos. Aunque su objetivo, como el de los demás, fuera ayudar a los trabajadores del sector a superar la crisis, sus actividades (que no era otra cosa que la representación de obras de teatro) no pudieron eludir las tensiones políticas en que se veía envuelta cualquier actividad cultural en aquellos años. Algo que no sucedió con el Federal Music Project, que se limitaba a dar conciertos de música clásica por todo el país. Pero la pobreza, el desempleo y los conflictos sociales estaban presentes, de manera consciente, en la mayoría de las representaciones del Federal Music Project. El tratamiento de temas tan polémicos desde una perspectiva poco convencional despertó un gran rechazo de la oposición republicana y de otros grupos sociales que veían en las políticas de Roosevelt la perversa sombra del socialismo. 

Por otra parte, la paranoia anticomunista que comenzó a inundar el ambiente en la segunda mitad de los años treinta generó una situación asfixiante. Grupos extremistas (financiados por el Tercer Reich) como America First, que no tenían otro propósito que acabar con Roosevelt, comenzaron a tener una mayor presencia social y a contar con un creciente apoyo (Amara, 2024).

En mayo de 1938 se creó en la Cámara de Representantes el Comité de Actividades Antiestadounidenses para perseguir la participación de ciudadanos norteamericanos en actividades subversivas que pudieran poner en riesgo la seguridad del país. El comité acusó al Federal Theater Project (y a los demás programas del New Deal) de difundir propaganda revolucionaria. Hallie Flanagan fue denunciada por supuestos vínculos con el Partido Comunista que ella negó. A pesar de que muchas acusaciones no tenían fundamento serio, el Federal Theater Project sería cerrado en julio de 1939 por la propia Administración Roosevelt para evitar un mayor desgaste político.

Ha quedado, sin embargo, para la historia del ridículo una de las sesiones del comité en la que el miembro de la Cámara de representantes, Joe Starnes, escandalizado por una referencia de un tal Marlowe a “la capacidad del teatro para el cambio social”, le preguntó a Hallie Flanagan si esa persona era comunista. De poco sirvió que ella le explicase que se trataba de un autor del siglo XVII, contemporáneo de Shakespeare (Karoula, 2021, 186) Lo mismo sucedió con otras citas que habían despertado los recelos del comité y que correspondían a autores griegos como Eurípides. Starnes cerró el asunto (con la necesaria decisión) criticando severamente la absurda preocupación de los griegos por la lucha de clases (Karoula, 2021, 179),

Referencias

Amara, Emmanuel (2024) America First. Programme 33, LCP Assemblée nationale.

Bentley, Joanne (1988) Hallie Flanagan: A Life in the American Theatre. Nueva York, Alfred A. Knopf.

Documentos RNE (2020) Los procesos de Moscú, la muerte programada. Radio Televisión Española. 

Feuer, Lewis S. (1962) “American Travelers to the Soviet Union 1917-32: The Formation of a Component of New Deal Ideology”, en American Quarterly 14, nº 2, verano de 1962.

Flanagan, Hallie (1928) Shifting Scenes of the Modern European Theatre. Nueva York, Coward McCann.

Flanagan, Hallie (1940) Arena. The Story of the Federal Theater. Nueva York, Duell, Sloan & Pearce Karoula, Rania (2021) The Federal Theatre Project, 1935–1939 Engagement and Experimentation. Edinburgh University Press.

Mally, Lynn (2023) “Hallie Flanagan and the Soviet Union” en Chatterjee, Choi y Beth Holmgren ed. Americans Experience Russia: Encountering the Enigma, 1917 to the Present. Nueva York, Routledge.

Mirzoeva, Gulya (2017) Le savant, l’imposteur et Staline : Comment Nourrir le Peuple ? ARTE France, Point du Jour, Sunset Presse.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.