La columna de Eugenio Vega en Experimenta

La columna de Eugenio Vega: Escritura y diseño en el espacio público

“El diseño del objeto, el diseño interior, el diseño industrial, el diseño arquitectónico y el diseño urbano suponen distintas escalas de un mismo proceso que es el creador del medio físico. El hombre se realiza entre las cosas y esas cosas pueden ser el Partenón o una botella (Sáenz de Oiza, 1969).

I

En 2015 la revista Jot Down publicó un extenso artículo sobre “las treinta y tres iglesias más espeluznantes de Madrid”, cifra que coincide con la edad en que murió Cristo en la cruz. Obviamente, podían ser más, pues no aparece en esa relación el templo de Santa María de Caná que Fernando Higueras proyectó en Pozuelo de Alarcón, conocido por sus excesos formales.

Por supuesto, todas las iglesias citadas fueron construidas en la segunda mitad del siglo XX y en los inicios de este. Son ejemplos de una arquitectura que quiere desmentir la convicción de Azaña sobre el papel secundario de la Iglesia católica en “el ser de la España moderna” (Azaña, 1931). 

Aunque el título del artículo tiende a la exageración (para ganarse el interés de esos lectores recelosos de la modernidad que son legión), los comentarios técnicos sobre cada uno de los templos son más ecuánimes y sosegados de lo que cabría esperar. Cierto es que, para una gran mayoría, las únicas iglesias proyectadas en la segunda mitad del siglo pasado que se reconocen como tales son las que levantó la Dirección General de Regiones Devastadas porque respondían a tipologías decididamente antimodernas. Sin embargo, algunas de ellas fueron meras reconstrucciones, como la de Brunete, dedicada a Nuestra Señora de la Asunción, restaurada durante la posguerra con desigual fortuna pues “se modificaron las fachadas y las portadas […] se abrieron vanos para que el interior estuviera iluminado de manera natural, lo que alteró las cubiertas y sus soportes” (Rutas con Historia, 2022). 

II

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La iglesia de la Santísima Trinidad en Collado Villalba durante el verano de 2002, dos años después de haber sido terminada. Fotografía del autor.

Uno de los templos peor valorados en el artículo de Jot Down es el de la Santísima Trinidad, levantado en Collado Villalba a finales del siglo XX (Vicens y Ramos, 2000). El edificio es un “elogio al hormigón” donde la simbología religiosa pretende convivir (no sin esfuerzo) con el lenguaje de una arquitectura que parece negada a la espiritualidad. Para justificar su opinión los articulistas recuerdan que “el gran arquitecto Rafael Moneo también lo encuentra frío y opresivo” (Corazón y García-Asenjo, 2015). 

Entre lo más significativo de esta iglesia está la torpeza con que se rotuló su nombre en la fachada principal. La composición en letras romanas se llevó a cabo con escasa fortuna y limitado conocimiento del espaciado tipográfico. Eliminaron las preposiciones (Parroquia Santísima Trinidad), dejando espacios tan grandes entre las tres palabras como para incluir en ellos los horarios de misa. 

El texto no podía estar peor compuesto, como suele suceder en tantos edificios. Es habitual que en muchos de nueva construcción se utilice una escritura creada a partir de módulos geométricos, a la manera del que adorna (por decirlo de algún modo) la entrada de la Bauhaus en Dessau. Estas prácticas olvidan las tradiciones tipográficas que establecieron sus principios a partir de la escritura manual y de las constricciones de la imprenta hace ya varios siglos. Josef Albers, alumno y profesor de la Bauhaus, ejemplo de adanismo impenitente, diseñó varios alfabetos con estos principios formalistas que pueden incluirse entre las peores de toda la historia (Wick, 1986, 150). 

III

La  contribución del diseño a la modernización de España durante la Transición es indiscutible (Julier, 2022; Capella, 2024). Antes de esos años, pocas instituciones disponían de sistemas de identidad capaces de organizar con eficacia sus comunicaciones y su presencia en el espacio público. El aspecto de las ciudades españolas era una peculiar amalgama de estilos que las distinguía de manera indefinible. Como es sabido, Venturi y Scott Brown (1972) celebraban con entusiasmo la algarabía gráfica de Las Vegas en la medida en que desafiaba con ingenuidad y descaro los fundamentos de la modernidad. Pero, las empresas y las instituciones necesitan destacarse entre el exceso de estímulos que saturan las calles y para ello crean sistemas gráficos homogéneos que no siempre se adaptan al entorno en que se ubican.

La identidad corporativa (como se denominaba cuando hizo sus primeras apariciones en España) contribuyó a sistematizar el tratamiento de los edificios y del espacio público y se impuso a la diversidad arquitectónica que caracterizaba a algunas grandes compañías. Los ferrocarriles, por ejemplo, sufrieron este cambio con notable intensidad.

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La estación de Mataspesa Alpedrete adornada con la gráfica de la red de Cercanías. Diciembre de 2001, Fotografía del autor.

En las últimas décadas del pasado siglo, Renfe creó una marca diferenciada para el servicio de cercanías que atendía algunas áreas metropolitanas del país (Renfe, 2021). Como el servicio recibía distintas denominaciones en las comunidades autónomas con dos lenguas oficiales, fue necesario girar la C de la primera versión para evitar que solo hiciera referencia al castellano. Pero, lo más llamativo es que los elementos de identidad se aplicaron sin tener en cuenta la variedad de arquitecturas sobre las que lo hacían, algunas de ellas con más de cien años de antigüedad frente. Las estaciones de ferrocarril eran tan variadas que incluso, en una misma línea, había edificios con diferentes estilos y estados de conservación. Sin embargo, en todas ellas, se aplicó el sistema con los mismos criterios.

Los resultados, como era previsible, fueron poco alentadores. El estridente lenguaje de la gráfica (que sobre el papel parece neutra y pacífica) no encajaba con la mayoría de los edificios sobre los que se aplicaba. Su propósito no era otro que orientar a los usuarios para que pudieran hacer uso de una red de servicios complejos por lo que dejaban de lado la necesaria integración de sus composiciones en edificios y espacios diferentes. En cierto modo, las marcas y las tipografías modernas sirvieron para mostrar con claridad las contradicciones de un espacio urbano caracterizado por su diversidad.

IV

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La estación de Ávila, en la línea Madrid Hendaya. El edificio, construido en la segunda mitad de los años cincuenta, muestra una fachada concebida para incluir en ella un rótulo alusivo a su pertenencia a Renfe. Fotografía del autor, julio de 2003.

Unos años más tarde, con la aplicación de las directivas europeas para liberalizar el transporte en los países de la Unión, Renfe hubo de desdoblarse en dos entidades: una de ellas, Adif, el Administrador de Infraestructuras Ferroviarias, sería responsable de la red de ancho ibérico y alta velocidad y de sus correspondiente estaciones; la otra mantendría la denominación Renfe pero limitaría su actividad al transporte, obligada a competir con otras compañías extranjeras por el tráfico de viajeros y mercancías. 

En la primera década de este siglo, muchas estaciones fueron desprovistas de los rótulos que señalaban a Renfe como su propietario y dejaron sus paredes desnudas. Poco después, a partir de la creación de Adif, las instalaciones ferroviarias fueron castigadas con la presencia en sus fachadas de una marca que malamente encajaba en los muros de las viejas estaciones.

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La misma estación en 2012, gestionada ya por Adif. El espacio de la fachada queda vacío y a la vez saturado por una combinación de signos de desigual estilo y significado. Fotografía de Xemenendura (CC BY-SA 3.0).

V

El impacto de las marcas comerciales sobre el espacio público parece inevitable. Como recordaba Hobsbawm, “después de la Primera Guerra Mundial no había en la faz de la tierra ninguna persona alfabetizada que no supiera identificar las palabras Hollywood y Coca Cola” (Hobsbawm, 2003, 351). Las ciudades de todo el mundo se imitan unas a otras con un lenguaje gráfico que, sin embargo, adquiere en cada lugar una singular apariencia. Pero la anarquía a la que asociamos su presencia no dice nada bueno de cómo las instituciones (y las empresas) entienden el diseño en una sociedad cada vez más sensible a la conservación de su patrimonio. 

Referencias 

Adif (2024) Nuestra marca, identidad corporativa. Ministerio de Transportes y Movilidad Sostenible, disponible en https://www.adif.es/nuestra-marca

Azaña, Manuel (1931) “España ha dejado de ser católica”, discurso en las Cortes Constituyentes, El Sol, 14 de octubre de 1931.

Capella, Juli (2024) Entrevista con Eugenio Vega, en Experimenta 99. Madrid.

Corazón, Álvaro y David García-Asenjo (2015) “Las treinta y tres iglesias más espeluznantes de Madrid”, en Jot Down, 11 de marzo de 2015.

Hobsbawn, Eric J. (2023) Años interesantes. Una vida en el siglo XX. Barcelona, Crítica. 

Julier, Guy (2022) Economías del diseño. Madrid, Experimenta Libros.

Pániker, Salvador (1969) Conversaciones en Madrid. Barcelona, Kairós.

Renfe (2021) La huella que deja el diseño en Cercanías: Alberto Corazón, disponible en https://blog.renfe.com/la-huella-que-deja-el-diseno-en-cercanias-alberto-corazon/

Rutas con Historia (2022) Nuestra Señora de la Asunción de Brunete, disponible en https://www.rutasconhistoria.es/loc/nuestra-senora-de-la-asuncion-brunete

Venturi, Robert; Denise Scott Brown y Steven Izenour (1972) Learning from Las Vegas: the Forgotten Symbolism of Architectural Form. Cambridge, MIT Press.

Vicens + Ramos (2024) Iglesia parroquial en Collado Villalba, disponible en https://vicens-ramos.com/es/estudio/arquitectura/catalogo/obra/iglesia-parroquial-en-collado-villalba-2/

Wick, Rainer (1986) Pedagogía de la Bauhaus. Madrid, 1986.

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