experimenta_

La columna de Eugenio Vega: Fe de erratas (y propósito de enmienda)

La columna de Joan Costa en Experimenta

La columna de Joan Costa en Experimenta

“El personaje Ulises me fascinó siempre, incluso de niño, ¡Imagínese, hace quince años empecé a escribirlo como un relato breve para Dublineses! Durante siete años he trabajado en este libro” (Carta de James Joyce a Carlo Linati, Trieste, martes 21 de septiembre de 1920)

I

Aunque parezca mentira, han pasado cien años desde que James Joyce (recién cumplidos los cuarenta) tuvo por primera vez en sus manos un ejemplar de su libro más famoso, Ulysses, impreso en Francia unos días antes. Sus páginas contenían la crónica de las peripecias de un tal Leopold Bloom en el transcurso del jueves 16 de junio de 1904 en la ciudad de Dublín. Constaba de varios episodios narrados en toda suerte técnicas literarias y donde, en ocasiones, se imitaba el estilo de distintas épocas de la literatura inglesa. Los títulos en alusión a la Odisea, que acompañaban a los capítulos cuando se publicaron en revistas como Little Review y Egoist, fueron suprimidos a petición de Joyce.

James Joyce hacia 1934 en una pintura de Jacques-Émile Blanche (1861-1942). Imagen de dominio público.

Ulysses vio prohibida su publicación en el Reino Unido, Estados Unidos e Irlanda para proteger a los lectores de las escenas escabrosas de algunos de sus pasajes. En tal situación, la editora Sylvia Beach hubo de crear en París (obviamente) una editorial, Shakespeare & Company, para eludir el veto. Finalmente, la obra se compuso en tipos elzevirianos en Dijon por el impresor Maurice Darantière a principios de febrero de 1922. La primera tirada constaba de unos tres mil ejemplares con distinto precio según el papel utilizado; sus más de setecientas páginas fueron encuadernadas con una ligera cubierta litografiada en color azul en la que se reservó el blanco del papel para el nombre del autor y el título.

II

Hasta pocos días antes de que el libro fuera impreso, Joyce estuvo modificando su redacción y corrigiendo algunos de los innumerables errores que contenía el manuscrito. 

Lo que no pudo evitar es que la composición del texto añadiera nuevos errores por diversos motivos. En primer lugar, Joyce había escrito el original con una letra legible que hizo difícil transcribirlo cuando fue mecanografiado por voluntarios que se limitaron a hacer lo que pudieron (Brian, 2014). Por otra parte, las más de veinte personas que compusieron el texto en Dijon eran (lógicamente) franceses que no sabían inglés. Además, el texto estaba repleto de neologismos con la intención de expresar de una forma más elaborada e incluso onomatopéyica el sentido de las palabras, algo que terminaría por confundir a quien se viera implicado en la edición del libro, como así sucedió en muchas ocasiones.

Aunque Joyce había propuesto soluciones tipográficas concretas para expresar la naturaleza de determinados párrafos, esas sugerencias no fueron atendidas cuando hubo de por medio diseñadores gráficos. John Ryder, encargado de la edición para The Bodley Head, compuso los nombres de quienes intervenían en una suerte de función teatral (lo que se conoce como Circe en el capítulo 15) a la izquierda, y no encima de su alocución y centrados como quería Joyce (Brian, 2014). Casi todas las ediciones posteriores compusieron estos párrafos como Dios manda, es decir, al gusto de los diseñadores (Mecsnóber, 2018, 198).

Diferencias en la composición de lo que se considera el inició del capítulo 15. A la izquierda, la página de la edición de 1922 de Shakespeare & Company, según las indicaciones del propio Joyce. A la derecha, la página correspondiente a la edición de 1968 de Penguin que adopta la solución tipográfica de John Ryder.

Lo cierto es que el trabajo de correctores, editores y tipógrafos terminó por enredar aún más un texto que ya de por sí era un galimatías. Así, por ejemplo, “en un largo pasaje sin puntuación del episodio titulado Eumeo se añadieron cientos de comas, que el autor nunca tuvo la intención de poner, por uno de los muchos voluntarios que transcribieron a máquina la enmarañada escritura de Joyce” (McDowell, 1984). Como recuerda la propia Sylvia Beach, para la reimpresión del libro, contrató a un corrector de pruebas que trabajaba en el (prestigioso) Daily Mail con el fin de adecentar un poco el libro. Pero cuando Joyce vio el resultado, con sus dos pares de gafas y una enorme lupa (tal como aparece en la fotografía que le hiciera Gisèle Freund), no pudo evitar su enfado, conforme encontraba errores en páginas que habían sido supuestamente revisadas.

En definitiva, las erratas y gazapos pervivieron durante décadas y, tras la muerte de Joyce en 1941, fue cada vez más difícil saber con seguridad que pretendió decir el autor en gran parte de su obra. Por unas razones o por otras, cada vez que un editor se animaba a publicar el libro corría el riesgo de que tomara como modelo alguna de las ediciones anteriores y asumiera, por tanto, los errores que esas versiones ya tenían a los que inevitablemente añadiría todos aquellos que cometiera aunque afrontara su propósito con la mejor voluntad. 

III

Como todo en la vida, la prohibición del Ulysses llegó a su fin. En diciembre de 1933, el juez John M. Woolsey resolvió el pleito que impedía la circulación del libro, en Estados Unidos fallando a favor de los editores. “A Joyce le sorprendió que el juez diera tanta publicidad al enumerar las páginas donde el lector podía encontrar (si así lo deseaba) las escenas más subidas de tono: el sueño de cualquier editor que mira por su negocio” (Brian, 2014). Cuando en el Reino Unido llegó la hora de que el libro fuera autorizado, The Boiled Head hizo la primera edición en la que pueden percibirse las huellas de un diseñador. Como ya se ha comentado, John Ryder, muy influido por las ideas de Jan Tschichold, aplicó criterios tipográficos que pusieron freno a algunos de los caprichos de Joyce (Cameron, 2001). Para estas ediciones, se ornamentó la cubierta con un (bonito) arco homérico dibujado por el propio Eric Gill. 

Pero no fue hasta 1984, cuando Garland publicó en Estados Unidos la primera edición revisada por un grupo internacional de expertos, dirigidos por Hans Gabler y que contó por primera vez con la ayuda de ordenadores. El texto se compuso digitalmente en Alemania aunque el libro se imprimió en Estados Unidos; cada volumen fue cuidadosamente encuadernado en tela azul y verde con (preciosas) estampaciones doradas que incluían el arco homérico de Eric Gill, cinco años antes de que Fiona MacCarthy derribase con su biografía otro símbolo de la cultura británica. A pesar de todo, la edición de Gabler fue objeto de numerosas críticas por algunas correcciones que se hicieron en el texto original de lo que podían interpretarse como faltas de ortografía o como decisiones conscientes del propio Joyce.

IV

De todas formas, Ulysses se convirtió en el mito de la literatura del siglo pasado, tan difícil de definir y describir que las ediciones en lengua inglesa renunciaron casi siempre a ilustrar sus cubiertas con imágenes alusivas al autor o a la ciudad de Dublín, práctica común en España y en otros países.

Cubierta del número 3,000 de la colección Penguin Modern Classics, publicado en 1968 y diseñado por Hans Schmoller. Penguin Books.

En 1968, cuando Penguin decidió adoptar el International Standard Book Number (ISBN), tuvo que abandonar su propio sistema de numeración que estaba a punto de llegar al número 3.000 en la colección Modern Classics. Para celebrar tal acontecimiento, la editorial decidió que ese número fuera adjudicado a una edición (revisada) del Ulysses. Aunque por entonces, Germano Facetti había creado un estilo editorial para la colección que rompía definitivamente con lo que aún quedaba de Jan Tschichold, los editores renunciaron (temporalmente) al uso de la Helvética y a la composición asimétrica para subrayar la singularidad del libro. El diseñador Hans Schmoller (que había sucedido a Tschichold en Penguin en 1949) concibió una cubierta de una severidad puritana, utilizando tan solo una tipografía de Jan van Krimpen de la que retocó (ligeramente) las iniciales (Baines, 2005).

Si todo esto sucedió con las ediciones en lengua inglesa, qué no sucedería con las traducciones en otras lenguas. Pero eso ya se verá el año que viene, si hay ocasión.

Referencias

Baines, Phil (2005) Penguin by Design. A Cover Story, 1935, 2005. Londres, Allen Lane, Penguin.

Brian (2014) A draft for Ulysses in Print. The Family Tree. An Installation For The Exhibition. Antwerp James Joyce Center-

Cameron, Euan (2001) “John Ryder, difted designer whose typographical skills helped us read good books more easily” en The Guardian, viernes 26 de enero de 2001.

Joyce, James (1922) Ulysses. París, Shakespeare & Co.

Joyce, James (1968) Ulysses. Harmondsworth. Penguin.

Joyce, James (1982) Ulises. Barcelona, Editorial Bruguera. 

Joyce, James (2000) Ulises. Madrid, Cátedra. Traducción de Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas Lagüéns. 

Joyce, James (2020) Ulises. Edición especial con motivo del centenario. Barcelona, Lumen. Traducción de José María Valverde.

García Tortosa (2005), Francisco. “Traducir el Ulises ha sido la obra de mi vida”, entrevista con José Miguel A. Giráldez en La Voz de Galicia, 17 de marzo de 2005.

Gibson, Ian (2022) “Joyce, el Ulises y España”, en, 22 de febrero de 2022.

McDowell, Edwin (1984) “New Edition fixes 5,000 Errors in Ulysses”, en The New York Times, 7 de junio de 1984.

Mecsnóber, Tekla (2018) “The Ineluctable Modernity of the Visible: The Typographic Odyssey of Ulysses in Interwar Print Culture”, en W. Brockman, T. Mecsnóber, y S. Alonso, eds. Joyce’s Ulysses: Newspapers, Advertising and Printing. European Joyce Studies; vol. 26. Leiden, Brill.

Salir de la versión móvil