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La columna de Eugenio Vega: La adoración de los Magos

La columna de Joan Costa en Experimenta

La columna de Joan Costa en Experimenta

“Hubo días de sol y suave brisa, pero también otros en que las aguas bajaban agitadas, el viento soplaba en contra y Dios parecía dormido” (Joseph Ratzinger, 27 de febrero de 2013)

I 

Hace exactamente dos años, el 6 de enero de 2021, el Capitolio fue ocupado por seguidores del presidente en funciones Donald Trump durante la sesión conjunta del Senado y la Cámara de Representantes convocada para confirmar los votos emitidos por el colegio electoral. Aunque el día de Reyes es laborable en Estados Unidos, nada impidió que los agitadores asistieran en la mañana de ese día a un mitin donde Trump reiteró su convicción en el fraude electoral masivo y presionó al vicepresidente Mike Pence para que rechazara los votos enviados por varios estados. 

De su legado como presidente, queda el complejo litigio que inició contra TikTok, una red social aparecida en 2016, concebida para compartir videos cortos, propiedad de la empresa china ByteDance, controlada (hasta donde es necesario) por el Partido Comunista chino. Trump exigía a la compañía china que, si quería seguir operando en Estados Unidos, debía vender sus acciones a una “empresa verdaderamente americana” como Microsoft u otra parecida.

Sus Majestades los Reyes Magos, recién llegados del misterioso Oriente sin apenas descanso, entregan sus regalos a los niños en la bella ciudad San Sebastián en enero de 1965. Fotografía de Paco Marí. Kutxa Fototeka (CC BY-SA 3.0)

Lo cierto es que TikTok no es un fenómeno irrelevante. En septiembre de 2021, cinco años después de su aparición, alcanzó sus primeros mil millones de usuarios, gente que se pasa todo el santo día viendo vídeos cortos, uno detrás de otro, gracias a un algoritmo que genera una inevitable dependencia (Dans, 2022). Según parece, mientras esta red social promueve el interés por la ingeniería y el conocimiento de las matemáticas en China (porque allí las cosas con como son), pretende que los jóvenes de otros países se vuelvan adictos a contenidos absurdos que los mantengan más y más tiempo delante de la pantalla. Son muchas las redes que pretenden imitar esa tecnología con el objetivo de que la gente desarrolle comportamientos compulsivos. Como señalaba Enrique Dans, es posible que los usuarios tengan la impresión de recibir información cuando en realidad están “interactuando con otros grupos de personas tan idiotizadas como ellos” (Dans, 2022). Para colmo de males, hay acusaciones de que TiktTok es una plataforma donde circulan (como Pedro por su casa) contenidos antisemitas e ideas racistas.

Por otra parte, ha surgido un creciente temor en algunos gobiernos de que la aplicación propiedad de ByteDance pueda ser una suerte de caballo de Troya de los intereses chinos en las sociedades occidentales. Sea o no sea eso cierto, a mediados de 2021, el presidente Biden emitió una orden para proteger los datos confidenciales de sus ciudadanos de los intereses de las potencias extranjeras. En el primer párrafo de esa resolución se dice que China es “una de las amenazas para la seguridad nacional, la política exterior y la economía” de los Estados Unidos (Executive Order 14034, 2021).. Como consecuencia, a finales de 2022, el Congreso aprobó una norma que prohíbe descargar TikTok en los dispositivos digitales que los empleados del Gobierno federal utilizan en su trabajo.

II

Nada de esto es del todo nuevo. Hace décadas el miedo que despertó la televisión se extendió por medio mundo. Aunque la capacidad para la manipulación política superaba a la de cualquier otro medio hasta entonces conocido, era aún más impresionante su poderosa influencia para impulsar los modos de vida de la sociedad de consumo. En los años noventa, cuando la televisión privada se extendió fuera de los países anglosajones, se produjeron cosas tan sorprendentes como que Silvio Berlusconi, propietario de las tres principales cadenas comerciales de su país (famosas por su enorme contribución a la civilización y la cultura), llegara a ser presidente del consejo de ministros italiano.

En los últimos años de su vida, Karl Popper (1902-1994), autor de La sociedad abierta y uno de los referentes (quizá a su pesar) del liberalismo político, emprendió una campaña para que los gobiernos establecieran algún tipo de control sobre las emisiones televisivas. En su opinión, la televisión se había convertido en una máquina perversa que solo expresaba valores y modelos de conducta poco compatibles con los principios de la democracia. La limitación de su enorme poder era la única forma de garantizar una opinión pública libre, capaz de controlar las instituciones políticas (Popper, 1998). 

Por otra parte, en su opinión, era difícil que las cadenas pudieran producir contenidos razonables por iniciativa propia, simplemente, porque no contaban con gente capaz de hacerlo. “Es una tarea casi imposible, y mientras más sean las emisoras en funcionamiento, más difícil será encontrar profesionales capaces de producir cosas interesantes” (Popper, 1994). Popper ponía en cuestión el argumento de las productoras cuando afirmaban que no hacían otra cosa que ofrecer a la gente aquello que quería. Pero, en realidad, lo único que podían indicar los índices de audiencia eran las preferencias del público entre todo el material malo que les ofrecían las cadenas. “Y esto ha sido año tras año, desde que apareció la televisión: un condimento cada vez más fuerte para un producto de por sí malo, más sal y más pimienta para disfrazar su desagradable sabor” (Popper, 1994).

Desde su punto de vista, el Estado (ese obstáculo para la libertad, según algunos expertos) debía crear “una organización similar a la de los médicos colegiados que obligara a todos aquellos involucrados en la práctica televisiva”, de manera que cualquier cosa que contraviniera las reglas de la organización, y de acuerdo con un juicio previo, pudiera perder la licencia para producir contenidos. “Ninguna democracia sobrevivirá si no pone fin a ese abuso de poder” (Popper, 1994).

III

Como es sabido, las emisiones televisivas siguen fuera de control en esta tercera década del siglo XXI y, como Popper afirmaba, conforme ha aumentado el número de canales, han empeorado las cosas. Solo la providencia, con su infinita sabiduría, ha mitigado el daño al relegar al televisor a un espacio marginal, arrinconado en la sala de estar, incapaz de competir con las redes sociales y con cualquier otra cosa que depare la cultura digital. Bien es cierto que no todo es innovación disruptiva en este universo cibernético. Que Ibai Llanos celebre en Twitch las campanadas de Nochevieja con Ramón García y Anne Igartiburu tranquilizará a quienes creen (con razón o sin ella) que los principios de la civilización corren serio peligro desde que Internet entró en nuestras vidas.

Elon Musk junto al presidente Jair Bolsonaro en Porto Feliz en mayo de 2022 con ocasión del programa Conectividade e Proteção da Amazônia. En la apertura del acto, el presidente Bolsonaro afirmó que Musk era un verdadero “mito de la libertad” y calificó la entonces reciente compra de Twitter como un “soplo de esperanza” para todos (Fagundes, 2022). Fotografía del Ministério das Comunicações de Brasil (CC BY 2.0)

Cuando Popper proponía el control gubernamental de la televisión era una tarea difícil pero quizá posible. Los gobiernos tenían capacidad para regular las emisiones las cadenas públicas (que eran suyas) y de las privadas (que dependían de sus concesiones) con el propósito de poner límite a tantos desmanes. Otra cosa es que estuvieran interesados en hacerlo. 

Hoy, sin embargo, los contenidos que alimentan nuestra imaginación (y cultivan nuestras emociones) están en manos de una docena de magnates que han acumulado más dinero en una década que muchos países pequeños en un siglo. Algunos, como Elon Musk, suman a sus innegables virtudes empresariales, la generosidad que caracteriza a los grandes precursores de la humanidad. En resumen, para bien o para mal, el único poder político que parece atisbarse en ese elenco de varones blancos (sin corbata) es el representante del Partido Comunista en ByteDance, la propietaria de TikTok.

Referencias

President of United States (2021) “Protecting Americans’ Sensitive Data From Foreign Adversaries”, Executive Order 14034, 9 de junio de 2021.

Dans, Enrique (2022) “La idiotización de la sociedad occidental”, en Enrique Dans Blog, viernes 9 de diciembre de 2022.

Fagundes, Murilo (2022) “Bolsonaro chama Elon Musk de mito da liberdade em encontro”, en Poder 360, viernes 20 de mayo de 2022.

Popper, Karl R. (1945) The Open Society and Its Enemies. Londres, Routledge.

Popper, Karl R. (1993) Declaraciones a la radio estatal italiana. ABC, martes 9 de febrero de 1993.

Popper, Karl R. (1996) “Licencia para hacer televisión” en Diario 16, suplemento cultural, sábado 4 de marzo de 1996 (Publicado originalmente en la revista italiana Reset el 16 de septiembre de 1994, un día antes de la muerte de Popper).

Popper, Karl R. (1998) “Una patente para producir televisión”, en Popper, Karl R. y Condry, John. La television es mala maestra. Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica.

Pardo, Pablo (2023) “TikTok, un paso más cerca de su prohibición total en Estados Unidos”, en El Mundo, lunes 2 de enero de 2023.

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