«Cuando sea rey, no sólo tendrán pan y albergue, sino una verdadera educación, porque de poco vale el vientre lleno cuando mueren de hambre la mente y el corazón. Guardaré esto en mi memoria para que no olvide la lección de este día y mi pueblo no sufra por ello” (Mark Twain, 1881).
I
El fallecimiento de Isabel II ha llenado de dolor no solo a las naciones de la Commonwealth (tan orgullosas de su soberana), sino a los demás países del mundo donde la admiración y el respeto por la casa de Windsor se ha manifestado de mil maneras. En España, la presión de la opinión pública (olvidados los agravios de otros tiempos) fue tal que el gobierno de Madrid se vio obligado a declarar tres días de luto en los que las banderas oficiales hubieron de ondear a media asta. Desgraciadamente, muchos madrileños hubieran esperado algo más, por ejemplo, que en esos días de duelo no se celebraran partidos de liga ni se despachara pan, salvo en casos de extrema necesidad. Pero sus razonados lamentos no consiguieron ablandar el corazón de unos gobernantes que velan (con inusitado celo) por la prosperidad del comercio y de los espectáculos, verdadero fundamento de la riqueza de las naciones.
II
Pero no todo han sido penas en estos días pues, como es sabido, la monarquía tiene para estos casos inmediatos remedios. La coronación príncipe heredero ha garantizado la continuidad de la casa de Windsor y ha llenado de gozo el corazón de quienes ven en riesgo los valores de la civilización.
Es por ello necesario destacar los grandes esfuerzos del príncipe Carlos por defender la arquitectura de las amenazas (tantas veces ocultas) de lo que, en líneas generales, se conoce por modernidad. Antes de servir en las fuerzas armadas, su alteza real obtuvo una licenciatura en Artes en Cambridge, cuna de grandes diletantes. Pero, al contrario que otras gentes de tan alto linaje para quienes su paso por la universidad no ha sido sino un paripé, el príncipe de Gales ha utilizado la posición que ocupa para expresar en público (y en privado) sus ideas sobre el impacto la arquitectura moderna en el enloquecido mundo que vivimos.
La primera de esas recordadas intervenciones tuvo lugar en 1984, con motivo de la celebración del 150 aniversario del Royal Institute of Brithis Architecture, a la que su alteza real tuvo la gentileza de asistir. No conforme con limitarse a las protocolarias felicitaciones a los organizadores por sus (extraordinarias) iniciativas, aprovechó la ocasión para criticar a la profesión de la arquitectura y al diseño en general. Con gran dureza juzgó la propuesta de ampliación de la denominada ala Sainsbury de la National Gallery, que calificó como un “forúnculo en la cara de un querido y elegante amigo” (Prince of Wales, 1984). Pero lo peor no fue lo que dijo sino que le hicieran caso (Murphy, 1984). A raíz de sus declaraciones, el proyecto inicial de reforma planteado por el estudio Ahrends, Burton & Koralek, con una torre que recordaba la de un parque de bomberos, quedó en el olvido. Lo que se levantó finalmente fue una reinterpretación postmoderna (por decirlo de algún modo) concebida por la inefable pareja que formaron durante décadas Robert Venturi y Denise Venturi Scott-Brown.
A pesar de todo, en aquella ocasión, dijo también alguna cosa sensata. Por ejemplo, que “preocuparse por cómo vive la gente, por el entorno en el que habitan y la comunidad que crea ese entorno debería ser, sin duda, una de las principales exigencias del buen arquitecto”. Y tuvo también unas palabras para Selwyn Goldsmith, cuyos razonables planteamientos dejaron en evidencia las carencias de la arquitectura en la vida de las personas con discapacidad ”(Prince of Wales, 1984). El propio Goldsmith reconoció siempre el apoyo del príncipe de Gales en muchas de sus iniciativas para hacer más accesibles las viviendas y las ciudades del Reino Unido (Goldsmith, 2000).
III
Animado por la natural confianza en uno mismo que da la noble cuna, el príncipe Carlos insistió en su labor evangelizadora, tan esperada como innecesaria. En el año de gracia de 1989 publicó A Vision of Britain: A Personal View of Architecture, un libro bellamente ilustrado con fotografías (y con delicadas acuarelas de su autor) donde defendía el patrimonio arquitectónico del pasado victoriano. Sin embargo, no todo el mundo quedó conforme. Para Roman Hillmann, profesor de historia de la arquitectura en Berlín, el libro no era más que una recopilación “de los típicos prejuicios antimodernos”, carente de la razonable crítica que pudiera merecer la arquitectura del siglo XX (Hillmann, 2004, 69). En su opinión, la concepción moral del autor se fundamentaba en una idea jerárquica de la sociedad que consideraba inevitable para mantener el orden social:
“En ocasiones un gran edificio público puede dominar una ciudad, […] como nuestras grandes catedrales. Elevamos al cielo aquello que nos es valioso: emblemas de fe, de ilustración o de gobierno. Pero esta visión también debe estar respaldada por edificios de pequeña escala, que reflejen nuestra vida íntima” (Prince Charles, 1989, 83).
Para su alteza real, ajeno a la evidente continuidad de la modernidad con el pasado, los edificios actuales (es decir, modernos) se diseñan conforme a principios abstractos, carentes de “referencia humana alguna” (Prince Charles, 1989, 85). En su opinión, como resultado de experimentar durante años con materiales de construcción revolucionarios y de poner en práctica ideas novedosas, que “alimentan la teoría de que el hombre es una máquina, nos hemos encontrado con monstruos de Frankenstein, sin carácter, extraños y en gran medida no deseados, excepto por aquellos profesores que han inventado estos horrores en un laboratorio” (Prince Chales, 1989, 7, 9).
IV
En 2014, The Architectural Review pidió al príncipe Carlos que resumiera en un breve artículo lo que podríamos definir (quizá exageradamente) como su pensamiento arquitectónico. Sus ideas sobre el urbanismo y el diseño en un mundo que camina hacia el abismo se materializaron en diez puntos que eran una mezcla de ideas sensatas, conceptos victorianos e influencias del pensamiento postmoderno. Así, recordaba la vieja idea de Charles Jencks sobre la arquitectura como lenguaje:
“La arquitectura es un lenguaje. Tenemos que acatar sus reglas gramaticales pues, de lo contrario, no habrá sino disonancia y confusión” (Prince of Wales, 2014).
Desde su punto de vista, el Movimiento Moderno redujo con su formalismo la expresión arquitectónica a una limitada combinación de hormigón y cristal, carente de cualquier significado. Por el contrario, la gramática arquitectónica de siglos pasados diferenciaba la función de los edificios y proporcionaba sentido al espacio urbano. Pero, aunque es cierto que la Opera de Garnier nada tiene que ver con una fábrica de su época, muchos bancos, museos y teatros de entonces, que no tenían otra intención que mostrar el poder de las instituciones que albergaban, eran difíciles de distinguir unos de otros. Como sucedió antes y después de la irrupción de modernidad, la estética (más o menos ornamentada) determinó la arquitectura y el diseño por encima de las necesidades de la gente.
V
El príncipe de Gales no ha sido quizá capaz de comprender que su azarosa vida personal, tan peculiar en algunos aspectos, es el resultado de la modernidad y de la sociedad democrática en que le ha tocado vivir. Quizá por ello, “su sueño de una ciudad diseñada conforme a la tradición es también el sueño de un mundo donde cada uno ha de saber el sitio que ocupa” (Murphy, 2014).
Referencias
Goldsmith, Selwyn. (1997) Designing for the Disabled: The New Paradigm. Oxford, Architectural Press.
Hillmann, Roman (2004) Anti-Modernism and Architectural Rhetoric. The Case of Prince Charles, en Edinburgh Architectural Research, Vol. 29, 2004, S. 67-71
Jencks, Charles (1977) El lenguaje de la arquitectura postmoderna. Barcelona, Gustavo Gili.
Murphy, Douglas (2014) “Prince Charles’s 10 principles for architecture, and 10 much better ones”, en The Guardian, sábado 27 de diciembre de 2014.
Prince of Wales (1984) A speech by HRH The Prince of Wales at the 150th anniversary of the RIBA, miércoles 30 de mayo de 1984,
Prince of Wales (1989) A Vision of Britain: A Personal View of Architecture. Londres, Doubleday.
Prince of Wales (2010) Harmony: A New Way of Looking at Our World. Harper Collins.