«Creativo se puede ser en todo. Lo que pasa es que en diseño hay una mistificación del concepto de creatividad. No hay ninguna forma de comunicación humana que no incorpore un punto de transgresión porque, de no incluirla, la comunicación que se produce es una reiteración de algo que ya fue dicho. Esto lo explica la lingüística con la separación entre lengua y habla. Si en vez de hablar “linguáramos”, nadie podría negar que sería un aburrimiento. Entonces hay un punto de transgresión, de innovación, de ocurrencia, que es en su forma base –exagerada– el concepto de creatividad. Estamos inventando permanentemente.»
Norberto Chaves es –aviso que en este texto que lo seguiré nombrando en presente– uno de los más brillantes pensadores que ha dado el diseño en idioma español. Su capacidad analítica, su mirada crítica y en ocasiones feroz, su constante búsqueda de la excelencia y su vocación por comunicar y compartir sus ideas, son sus señas de identidad más reconocibles.
Todos aquellos que nos hemos formado en alguna especialidad de diseño, especialmente los que lo han hecho en el territorio del diseño gráfico, sin lugar a dudas hemos tenido alguna vez entre manos un libro o un artículo de Norberto. Su visión disciplinar ha tenido una gran presencia e influencia en la formación académica de miles de diseñadores desde la década de 1980.
Una cantidad significativa de libros constituyen su legado: desde el pilar que significó “La imagen corporativa” hasta el inspirador “El oficio de diseñar” editados por Gustavo Gili; pasando por aquellos libros que muestran su vocación crítica en lo social y lo cultural “El diseño invisible”, “Ser posmoderno”, “Tónico Chaves”, “Inadaptado” algunos de los cuales surgieron bajo el sello Wolkowicz Editores; y los más recientes “Marca Gráfica”, “Mercurio Gráfico”, “Icono y palabra”, “Tipologías marcarias” (este último junto a Arnulfo Espinosa) y “Señales del fin” editados por Experimenta Libros, por citar solo algunos títulos de su extensa obra.
Pero no quiero extenderme en una enumeración de hitos significativos de su trayectoria que han dejado marca, especialmente, en el diseño Iberoamericano.
He tenido la fortuna y el honor de ser el editor en Experimenta Libros de sus últimas ocho obras. Pero todo esto es anecdótico porque lo más importante es que he tenido el placer de compartir largas charlas e intercambios de ideas en persona, o en correos electrónicos escritos en forma de diálogo que se habían convertido casi en un género literario –como esas cartas manuscritas que, en su ida y vuelta, sostenían relaciones a la distancia hasta comienzos del siglo XX– y, por supuesto, en alguna sobremesa donde con su fina ironía y elegancia podía hacer una crítica despiadada de aquellas cosas que considerara impropias del buen diseño.
Conocí a Norberto siendo yo alumno de la carrera de diseño gráfico en FADU, en Buenos Aires, alrededor de 1987. Luego la vida nos fue reencontrando en diferentes sitios y circunstancias, como en la ADG de Buenos Aires, la Universidad de Palermo o, más recientemente, aquí en España a través de nuestro vínculo como autor y editor para Experimenta. En todos estos años hubo para mi una constante que fue la de seguir aprendiendo, de no dejar de ser su alumno en cada conversación compartida.
La noticia de su partida nos ha conmocionado a todos los que hacemos Experimenta y a todos los que, de una u otra forma, somos parte de la comunidad del diseño.
Pero me niego a que estas palabras estén cargadas de dolor y pena por la pérdida. Me gustaría, y estoy seguro que a vosotros también, que sean simplemente una de las tantas que le rendirán homenaje, felices por ser parte de su legado trascendente.
Y aquí os comparto algo que nunca había visto la luz. El textual de inicio y el de cierre de esta columna, corresponde a un diálogo que tuvimos con Norberto en su piso de Buenos Aires, a mediados de la década de 1990. Un diálogo que formaría parte de un libro nunca editado hasta hoy.
Gracias por todo, querido Norberto.
«Un tema que es muy interesante, es esta especie de concepción animista que hay dentro de la profesión, que le atribuye al Diseño vida propia, como un ser que piensa. Y que los practicantes de ese ser somos como una especie de vestales que ejercen y transmiten el pensamiento del oráculo.»